Rebasar a la derecha desde la izquierda
Competencia civilizatoria. Piotr Sztompka, un sociólogo polaco, propone un marco conceptual para analizar las restauraciones autoritarias en Rusia y otros países ex comunistas. Denomina competencia civilizatoria a un complejo conjunto de reglas, normas y valores, hábitos y reflejos. Esta competencia abarca cuatro ámbitos de interacción. Una cultura emprendedora capaz de permitir insertarse y defenderse en una economía de mercado. Una cultura cívica anclada en una auténtica participación ciudadana. Una cultura discursiva que fomenta un libre intercambio intelectual alimentando tolerancia, actitud crítica y disposición a la deliberación. Finalmente, una cultura de la vida cotidiana que promueve transparencia, precisión en la argumentación y respeto al tiempo de los demás.
Las culturas del autoritarismo. El autoritarismo genera sus propias culturas de la inercia. Es decir, formas de comportarse, valores y, sobre todo, una determinada corrupción del lenguaje. Con las obvias diferencias con los regímenes comunistas, durante el régimen autoritario en México se expande esa cultura en las relaciones entre ciudadanos y el poder expresadas en los diversos ritos: las elecciones periódicas y las celebraciones a los héroes. La cultura autoritaria es mucho más dañina para la vida democrática, en la medida que genera diversas subculturas de la resistencia, que tienen un rasgo en común. Buscar engañar al sistema usando los mismos códigos y la misma narrativa de éste. Sus principales ingredientes son los dobles estándares, el darle la vuelta a las leyes y, sobre todo, la corrupción del lenguaje, que en México tiene su coronación en el lenguaje cantinflesco. Lo relevante de esta cultura autoritaria es que justo porque ha sido una cultura hegemónica sobrevive a la caída del mismo régimen político.
¿Votaron los mexicanos por el mercado libre? Sólo desde el fundamentalismo neoliberal se puede afirmar esto. La afirmación del presidente Calderón respecto de que la mayoría de los mexicanos votaron por el mercado libre requiere matices. En primer lugar, todos los candidatos presidenciales, incluyendo al entonces candidato Calderón, plantearon diversas formas de intervención en los mercados, justo para corregir sus fallas evidentes. Más aún, al menos una parte importante de los votantes por Madrazo y por López Obrador estaban sufragando por lo que sus dos candidatos en realidad propusieron como una rectificación de las políticas de mercado libre al enfatizar la preminencia de las políticas redistributivas. Pero la mayor rectificación que propusieron los cinco candidatos presidenciales consistió en la crítica al modelo prevaleciente, que no ha generado un crecimiento económico suficiente. Así es que más que un mandato claro derivado de las elecciones, el tipo de mercado libre que conlleva el tipo de intervenciones públicas es un espacio de debate político que marcaría la primera frontera entre la izquierda y la derecha políticas en México.
¿Es cierto que México está libre de expropiaciones? La respuesta es no. No deja de ocasionar perplejidad que el Presidente de México lo niegue de manera tan contundente cuando la Constitución mexicana es muy clara al respecto en el artículo 27, donde se fijan límites a toda forma de propiedad privada con base en el interés público. Más aún, este párrafo ha sido un candidato permanente de la derecha a ser eliminado. Seguramente estará en la lista de pendientes de la representación panista en el Congreso. Aquí reside y no en la manipulada referencia al gobierno venezolano un segundo espacio de debate político. Otro más desde el cual puede provechosamente trazarse la línea divisoria entre izquierda y derecha en México. ¿Debe o no debe la propiedad privada ser sujeta a limitaciones por el interés público?
De gobierno dividido a gobierno compartido. Señala con agudeza política el senador Manlio Fabio Beltrones que habría que transitar de gobiernos divididos a gobiernos compartidos, lo cual sugiere acuerdos para una nueva ingeniería institucional. Este es otro espacio de deliberación política. Por una parte hay una mejor distribución del poder político que la que había durante el autoritarismo en México. Teóricamente esto habría sido un fuerte incentivo para generar acuerdos y pactos. No ha ocurrido. Al contrario, la mejor distribución del poder político constituido ha llevado a una semiparálisis. Las pocas reformas que se han realizado como las electorales lo han sido a partir de un mínimo común denominador. Lo que a su vez hace que todo el proceso reformista esté permanentemente inacabado y siempre abierto a una nueva y completa negociación. En parte porque los principales actores políticos, los partidos, están muy fraccionados. Aunque una parte importante del debate gira en torno al tipo de régimen político: semiparlamentario, parlamentario: el estado en que se encuentran los partidos políticos llama sin duda a un debate elusivo pero absolutamente determinante. La ética en la política. El tema del cameleonismo político es otro espacio de debate, aunque por sus acciones parece haber amplio consenso entre los partidos registrados. Cojean de la misma pata. El tema sin embargo es otro campo definitorio entre la izquierda y la derecha.
Los poderes fácticos. Los poderes fácticos están, en cambio, concentrados. Aquí hay nuevamente otro espacio de debate político y de diferenciación entre izquierda y derecha. ¿Es necesario o no reducir el poder fáctico? Si es así, ¿cómo tratar a los distintos monopolios económicos, políticos, sindicales, mediáticos y del crimen? Por cierto, cuando algunos plantean empezar por los monopolios públicos y citan el ejemplo de Pemex casi parece realismo mágico. Curioso monopolio este al cual le expropian más de 80 por ciento de sus ingresos. Más bien el monopolio está en la Secretaría de Hacienda.
En el fondo el verdadero debate es si se está dispuesto, y cómo, a desmontar las fortalezas autoritarias que pueblan la escena política nacional.
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