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domingo, enero 21, 2007

POR NO DECIRLES BUEYES.

Rolando Cordera Campos

Vueltas a la noria

Con azoro, para no decir que con indignación, asistimos a las confesiones verdaderas del nuevo gobierno, que no se quedan en la rápida autoevaluación que de sí mismo hizo anteayer el presidente Calderón. Su fe en la competencia no basta para encauzar los trabajos de sus colaboradores, que enfrentan días agitados, cuando no turbulentos, como consecuencia no tanto de su impericia o falta de experiencia sino de la ideología que con tanto sentido de pertenencia adoptaron sin buscar adaptarla a las condiciones del país y del tiempo.

De entrada, el anuncio de que se va a buscar crear un reserva estratégica de maíz con parte del niño en curso de ahogarse nos releva de pruebas adicionales: los funcionarios del actual gobierno heredaron sin chistar los dogmas que sobre el libre mercado les legaron a sus antecesores los (ex) jóvenes turcos de la revolución neoliberal, y ahora no les queda sino pagar políticamente sus imprevisiones. Por su lado, buena parte de la población pobre y más pobre paga y pagará con sudor y carencias adicionales los juegos de los especuladores que se esconden tras la fiebre antimonopolista de estos extraños días: Maseca y otros grandes industrializadores del maíz pueden ser corporaciones sin alma y gigantes del mercado nacional e internacional del grano, pero quienes precipitaron la burbuja que amenaza volverse tsunami están en otros lados y ya es hora de que las secretarías de Economía y Agricultura digan sus nombres y den sus direcciones a la procuraduría para que inicie una averiguación previa. La cruzada contra los monopolios que inflama los ánimos de muchas almas puras y buenas, de seguir en lo genérico y lo impresionista corre el riesgo de repetir aquello de "al ladrón, al ladrón" que gritaba... el ladrón mismo. En el caso de la tortilla se crea tal confusión que no faltará quien le eche la culpa a Slim y a Telmex del desaguisado.

Junto con la constatación de las deficiencias estructurales en la producción maicera nacional, asistimos a una más cruel: que después de décadas de buscar la erección de un mercado eficiente para el abasto básico lo que se tiene es un archipiélago de acaparadores y unos funcionarios omisos en la regulación, cuando no sumisos ante los grandes agricultores del noroeste. El peor de los mundos, pero sin el terrible Echeverría ni la tan odiada cuanto extrañada Conasupo. Sin buena producción y con peor distribución, en medio de cambios sustantivos en el mercado mundial de los granos y con petroprecios a la baja, las clásicas tijeras entre la ciudad y el campo, entre el salario y el alimento esencial, asoman su rostro nefasto y nos ponen de cara a una inflación estructural que se había decretado occisa como parte de la "leyenda negra" de la industrialización dirigida por el Estado. Todo por servir se acaba y no hay vuelta atrás en esta historia, pero los que comen maíz y dependen de su salarios siguen aquí, vivos y coleando a pesar de tanto cambio y globalización.

Lidiar con la estructura real y no con la imaginada por la reformitis que acosó al gobierno anterior no es cosa fácil ni admite recetas elegantes. El verbo tendrá que ser bronco y las decisiones atrevidas, cargadas de reconocimientos de que la senda escogida se ha vuelto una dictadura inadmisible para un país grande y abierto, con una democracia un tanto harapienta pero que de todas maneras se mueve, y con una población trabajadora o en edad de hacerlo que crece y no encuentra acomodo fácil en la "tierra de los libres" del norte y que ahora teje yugos contra los derechos fundamentales como salida falsa al terrorismo o la invasión bárbara del sur.

Convertirnos en anfitriones de las multinacionales que huyen de los despropósitos chavistas o de las reivindicaciones nacionales de Bolivia no revela sino mala educación económica y pésimo cálculo internacionalista. Así no seremos globales nunca y el diablo seguirá jugando con nuestras reservas de oro negro. Aquí, también, la escasez asoma su mala cara y se anuncian recortes en la factura de exportación. Maíz y petróleo: ¿begin the begin?

¡Tanto viajar!

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