Carmen Aristegui F.
Pueblo de maíz.
¿Qué se pretendía con la postulación mexicana de la cocina tradicional como patrimonio de la humanidad?.
"PUEBLO DE MAÍZ. La cocina ancestral de México. Ritos, ceremonias y prácticas culturales de la cocina de los mexicanos", es el título del expediente técnico para la postulación como patrimonio inmaterial y oral de la humanidad que presentó México ante la UNESCO en 2005.
El documento es, francamente, fascinante. Tuve acceso a él a raíz de una entrevista, realizada para CNN en español, con dos magníficos especialistas: Cristina Barros y Marco Buenrostro. En el documento, Cristina aparece en los créditos como la responsable de la investigación, argumentación técnica y el capítulo de riesgos. A Marco se le incluye en el grupo de asesoría.
Contiene una relatoría, un capítulo de desarrollo, gestión y manejo, documentos anexos, un glosario de términos y bibliografía. Según me cuentan, el capítulo de riesgos, que se puede leer en el cuaderno enviado a Francia para la UNESCO, ya no fue incluido en la edición hecha para su circulación dentro de México. El asunto, obvio, genera suspicacia.
A pesar de que la cocina mexicana, tal y como se expone, contaba con una serie de factores para sostener la postulación como: originalidad, continuidad, autenticidad, diversidad, identidad, riesgos y proyección, el intento de ganar la denominación fue fallido. La UNESCO finalmente no aceptó a la cocina tradicional mexicana con el carácter que pretendía la representación oficial. Al final de la historia, nuestra cocina tradicional no fue considerada patrimonio de la humanidad.
Muy probablemente la decisión radicó en no haberse focalizado la defensa de la candidatura y la definición de la misma en un único concepto: el maíz. Dado que el objetivo de la UNESCO en esta tarea es promover actividades de conservación, la idea de preservar en su conjunto la comida tradicional mexicana, resultaba inabarcable.
A diferencia de otra expresión cultural que sí fue considerada en su momento como patrimonio inmaterial por UNESCO, por su delimitación y especificidad (la ceremonia del día de muertos), la cocina ancestral fue descartada. ¿Qué era lo que se pretendía, formalmente, con esta postulación mexicana?
En la presentación del documento se puede leer: "Al admitir a la cocina mexicana en la lista del patrimonio oral e inmaterial, la UNESCO reconocerá a uno de los factores con mayor capacidad de incorporar prácticas y procesos ancestrales al dinamismo del desarrollo cultural y económico de un pueblo -mucho más allá de un mero conjunto de cocinas regionales y recetarios-. Mediante este reconocimiento, se propiciará la conservación y salvaguarda de ese rico patrimonio ante las amenazas graves..." y entre ellas se cuentan "...la intensa mercadotecnia de la comida chatarra y la invasión de cadenas de franquicias, así como la creciente dependencia alimentaria hacia otros países por la competencia desleal de granos importados subsidiados por sus gobiernos, el aumento en las compras en el exterior de semillas para siembra por la infertilidad de los granos transgénicos y los posibles peligros para la salud que representan esos alimentos genéticamente modificados que haría falta estudiar más a fondo".
La postura oficial, pues, trataba de obtener el reconocimiento y apoyo del ámbito internacional para propiciar "...la conservación y salvaguarda ... ante las amenazas graves que al atentar contra el sistema alimentario mexicano ponen en riesgo numerosos elementos de identidad, sociales y familiares, así como patrones tradicionales de consumo de probada eficacia nutricional".
Es de suponerse que, de haberse ganado con la postulación, se habrían asumido una serie de compromisos nacionales e internacionales que, de cumplirse, habrían afectado a un nutrido grupo de intereses. Transgénicos, comida chatarra, importaciones, monopolios, etcétera.
¿Cuántos veían realmente con simpatía, dentro y fuera del gobierno, dentro y fuera del país, esta candidatura? El caso es que México perdió.
Cabe preguntarse qué tan bien se postuló y qué tan bien se defendió esta candidatura que, de haberse ganado, hubiera colocado al gobierno mexicano con una serie de condicionantes que hoy no tiene, a la hora de decidir en función de la actual crisis en los precios del maíz. Se debe estar en alerta.
Por cierto, un dato llama la atención de este informe: a pesar de que en las primeras páginas se puede leer la leyenda: "Esta publicación es de carácter público, no es patrocinada ni promovida por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan los contribuyentes... etcétera", en la contraportada, no sólo aparece el logotipo de Conaculta, como era natural por ser el responsable de postular, sino que viene acompañado de una pequeña pestaña en el ángulo inferior derecho, con el logotipo de una de las empresas protagonistas del momento: Gruma. Incluye también un amplio reconocimiento a la tarea de este emporio mexicano. ¿Alguien lo podría explicar?
Miguel Ángel Granados Chapa.
Antonio Chedraoui.
En un ambiente amistoso, propiciado por el arzobispo ortodoxo con motivo de su cumpleaños número 75, departieron animadamente el procurador de la República y el gobernador de Puebla, como si no estuviera en curso una averiguación previa en torno del segundo.
El arzobispo metropolitano de la Iglesia católica apostólica ortodoxa antioqueña Antonio Chedraoui es un personaje mundano. Con frecuencia se le ve en el centro de saraos, como invitado, como anfitrión, como festejado.
Su capacidad de convocatoria es amplia. Antaño la ejercía sobre todo en el mundo empresarial, especialmente entre personas de negocios de origen libanés y en las esferas del poder priista.
Conforme Acción Nacional fue creciendo en el ejercicio del poder, algunos de sus miembros eminentes ingresaron al círculo de los intereses de monseñor, obviamente situado más allá de su ministerio, al que aquí no me refiero, pues su papel religioso es digno de todo respeto.
El año pasado, al celebrar tardíamente el cuadragésimo aniversario de su llegada a México, como obispo y vicario patriarcal (vino el 5 de junio de 1966 y el festejo ocurrió el 18 de noviembre de 2006), en el Centro Libanés la fiesta en torno de Chedraoui reunió a una gran cantidad de sus amigos, entre ellos el arzobispo de México Norberto Rivera Carrera y el obispo de Ecatepec Onésimo Cepeda.
Los tres practican un ecumenismo digamos que epicúreo, pues se reúnen en torno de viandas y en medio de regocijos. También asistió entonces Margarita Zavala, cuyo esposo era en ese momento Presidente electo. E igualmente acudieron el secretario de Seguridad Pública Eduardo Medina-Mora Icaza y la ya ex coordinadora de campaña de Felipe Calderón, Josefina Vázquez Mota.
Por supuesto, estuvo invitado el gobernador de Puebla Mario Marín, amigo de Chedraoui, asiduo concurrente a sus festejos. Tal vez debido a la importancia de la comunidad libanesa en la capital de ese estado llegó a asegurarse que Kamel Nacif, que pertenece a ese grupo social, había recibido apoyo del arzobispo ante el gobernador, lo cual fue negado por el conspicuo hombre de Iglesia.
Es de aceptarse su negativa, pues la cuatachería mostrada en la conversación entre Nacif y su góber precioso indica que su relación es fluida y profunda y no necesita de intermediarios.
Salvo la esposa del presidente Calderón, que en buena hora sigue siendo como es, y aun en mayor medida que antes practica una inteligente discreción (por lo cual esta vez no asistió), las personas mencionadas, entre muchas otras, celebraron el miércoles el cumpleaños número 75 del arzobispo (nacido en Trípoli, Líbano, el 17 de enero de 1932).
Sólo que los de entonces ya no son los mismos, pues Vázquez Mota es ahora secretaria de Educación Pública y Medina-Mora Icaza es el procurador general de la República. Quedó registrado el risueño momento en que departen alegremente la titular de la SEP, el procurador y Marín. La presencia de éste, además de la asiduidad amistosa anotada, esta vez correspondía a la reciprocidad, pues la víspera el arzobispo ortodoxo contó entre los invitados del gobernador a la lectura de su segundo informe de gobierno y el agasajo correspondiente.
Aparte preguntarse, como lo hizo Mario Benedetti en un poema célebre, de qué se ríen (pues no abundan en el entorno motivos para que se carcajeen en público personas con responsabilidades gubernativas), conviene reparar en la desparpajada proximidad de un hombre que está en el centro de averiguaciones previas y otro que es el jefe del Ministerio Público federal encargado de realizarlas.
Aunque formalmente los agentes del Ministerio Público (fiscales especiales en este caso) disfrutan de autonomía técnica, no se requiere ser suspicaz para imaginar posible que esta demostración de cercanía entre Medina-Mora Icaza y Marín alguna influencia ejerza en el trámite ministerial, congelado por cierto desde meses atrás.
El 13 de marzo del año pasado, la periodista Lydia Cacho presentó en la sede principal de la PGR una denuncia de hechos contra varias personas, públicas y privadas, Marín entre ellas, por la probable comisión de los delitos de tentativa de violación, tortura, tráfico de influencias, colusión de servidores públicos, abuso de autoridad y cohecho. La denuncia se asignó a las dos fiscalías especiales pertinentes, la especializada en delitos contra la mujer y la especializada en delitos contra periodistas.
El gobernador Marín acudió ante esta última el 28 de abril, pero se abstuvo de declarar, alegando que esperaría las conclusiones de la actuación hacía poco iniciada en torno del mismo tema por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En mala hora se le admitió la excusa, pues se trata de cursos procesales distintos y distantes, que no se condicionan ni unilateral ni recíprocamente.De ese modo Marín se escudó en la investigación del máximo tribunal federal, cuya parsimoniosa actuación le ha favorecido.
En septiembre pasado se frustró la pretensión de dar por concluida la indagación que por vía excepcional (autorizada por el artículo 97 de la Constitución) realiza la Corte en ese caso, y se dispuso reanudarla, lo que apenas está por ocurrir, cuatro meses después de que el pleno aprobó hacerlo.
Entre los invitados a la fiesta del miércoles se hallaba el nuevo secretario de Gobernación, Francisco Ramírez Acuña. El arzobispo Chedraoui se había apresurado a darle la bienvenida a su cargo. Antes de que se cumpliera una semana de su asunción, el 7 de diciembre, acudió a Bucareli a saludarlo. Se conocían de antemano, pues como en Puebla la comunidad de origen libanés de Guadalajara es importante y activa, y cuenta con los buenos oficios del jerarca ortodoxo, mexicano por naturalización desde el 4 de noviembre de 1994.
Cajón de Sastre .
El embajador de Washington en México Antonio O. Garza -convidado también a la fiesta de su tocayo el arzobispo Chedraoui, anteayer- no se contenta con comunicar al eventual turismo de su país en puntos conflictivos en México las condiciones de seguridad prevalecientes, sino que practica en los comunicados respectivos un análisis político de la situación, que a veces incluye crítica al hacer gubernamental mexicano, como cuando dijo que ciertas autoridades cuidan más las relaciones públicas que la eficacia de su trabajo.
Al mitigar la alerta sobre Oaxaca (pues pasó de recomendar que se evitara viajar a ese estado y ahora sólo pide hacerlo con cuidado), el embajador advierte que "aunque se está avanzando hacia una solución a la intranquilidad en Oaxaca, la situación continúa sin resolverse. Nuevas manifestaciones y confrontaciones potencialmente violentas siguen siendo una posibilidad y los ciudadanos de Estados Unidos deben ponerse al tanto de la situación política en Oaxaca antes de que consideren viajar a esa zona".
Rafael Segovia.
Tortillas y matemáticas.
El presidente de la República tiene varios títulos universitarios: es licenciado en derecho, economista del ITAM y tiene un diploma de la Kennedy School de Harvard. Son signos indiscutibles de su intención política, todos ellos revelan la intención de iniciar una carrera que, de tener el éxito esperado, culminaría en la Presidencia de la República.
Incluso su matrimonio, si no se debió de manera exclusiva a esa intención primaria, sí coadyuvó a que el propósito inicial se lograra. Y se logró.
Si nos acercamos con más cuidado al currículum encontramos aún más rasgos de la intencionalidad primaria, que es la de querer ser un político. No se pretende destacar en derecho ni en economía: con un barniz basta con tal de que sea dado en instituciones de primera magnitud, como la Libre de Derecho, el ITAM, Harvard, cuya imagen es de primera magnitud, pero de derechas. Son conservadoras, tradicionales, caras, exclusivas. En cierto modo, son la antítesis, pongamos, de las carreras seguidas por rivales de poca monta, por gente como Creel o como la mayoría de los panistas, como los estudiantes y egresados de las universidades "patito" donde nuestra burguesía pretende desasnar a sus retoños.
Lo mucho o poco que el Presidente haya estudiado en esos centros del saber no le permite calcular el precio de la tortilla y su relación con el salario mínimo. Mejor dicho, no quiere entrar en esos cálculos ni llegar a las conclusiones que con toda frialdad alcanzan los empresarios, hombres siempre atentos a la defensa de la patria y de su economía.
Subir los sueldos, dislocar el salario mínimo sería dislocar toda la economía: la tortilla puede subir, puede incluso dispararse, pero el salario debe seguir como lo que es, mínimo, no puede ponerse por debajo de su situación actual. Ni por un momento han pedido que las tortillas, así no fuera más, se mantengan en su precio actual. Que éstas suban de precio es una ley del mercado, de acuerdo con la cual, si todos los demás precios se mantienen estables pero uno sube, los beneficios de quienes controlen este último serán colosales.
El presidente de la República se ha refugiado en unas declaraciones tan vagas como confusas que se pueden resumir en una salida por la tangente: se subvencionará a las empresas para que generen empleo. De lo primero no se puede ni debe dudar, de lo segundo conviene ampararse en un sano escepticismo, o sencillamente en las propias declaraciones oficiales que nos indican la caída del poder adquisitivo de las clases asalariadas.
El señor Calderón también se tapa con el corto plazo que lleva en la Presidencia. No le ha dado tiempo ni a pensar en una nueva política: para él los problemas son otros, no sólo el precio de las tortillas.Su lucha es contra del narcotráfico, cuyos resultados espera con inquietud. Esta lacra y jugoso negocio lo ha heredado de gobiernos anteriores, tan impotentes unos como otros. El narcotráfico no ha sido controlado por nadie, por el contrario, en más de un caso, en varias publicaciones se ha visto como un fenómeno enraizado en ciertas regiones y grupos sociales a ciencia y paciencia de las autoridades, no sólo de México, sino de América Latina y de países europeos considerados impecables.
Tampoco se puede aceptar que autoridades norteamericanas no estén involucradas en el negocio.El problema es nuestro y, así no quiera aceptarlo, del Presidente, de su gobierno, de las autoridades locales, estatales, etcétera, pero siempre revertirá en él. No se trata de un problema de buena fe, de honestidad; estamos ante un problema de competencia política. Cada vez que hable de ley, de imperio de la legalidad, se pensará que, si el narcotráfico sigue con sus triunfos, éstos son beneficiados por un Estado de derecho fracasado.
La fuerza de un Estado está en reconocer sus errores, en admitir sus equivocaciones. Pese a las miserabladas del Partido Popular y sus jefes en España, aceptar el error de haber creído en la buena fe de los etarras era imperdonable y el señor Zapatero habrá de pagarlo.
En México no hemos visto aún un caso análogo: el ex presidente Fox y señora hicieron cuanto les vino en gana y fueron encubiertos y apoyados por una justicia que de justicia sólo tenía el nombre. Se ha visto, es de conocimiento público, que Vicente Fox ha recibido regalos fastuosos a cambio de no sabemos qué, pero ahí están, en su rancho, a la espera de un museo donde se podrá admirar la corrupción nacional.
El presidente Calderón sabe de sobra lo endeble de su elección y de su gobierno. Pese a unos cuantos cortesanos que pretenden traer a colación el caso de Salinas de Gortari -quien supo inventar un gobierno que terminó siendo popular-, tal cosa sólo se produce en raras ocasiones y cuando se tiene a mano un Maquiavelo moderno como José María Córdoba. El actual valido no parece tener el mismo peso encima de los hombros.
Queda, pues, que el Presidente imagine la manera de gobernar este país, ofrecerle una ilusión que no sea algo ya conocido, probado y fracasado. Puede ser una manera de cumplir así no sea más que una línea del programa ofrecido para sacar a los pobres de este país de su situación. Cumplir con la palabra dada le colocaría ante sus partidarios y sus rivales, e incluso de los enemigos que dice no tener, ante un panorama algo más tranquilo.
Juan Villoro.
Un metro cuadrado del país.
¿Cómo se mide la importancia de una noticia? El invento del tenedor pasó inadvertido y el de la servilleta sólo se recuerda porque algunos lo atribuyen a Leonardo.
¿Podemos vincular el gran trazo de la historia con los episodios nimios que también nos afectan?La aldea global vive en estado de saturación informativa y los países en crisis sólo hablan de los datos que refuerzan un sistema de alarma. Ahí los noticieros están articulados por hechos de sangre. Desde el punto de vista informativo, la realidad nacional es un sitio donde se dispara. El crimen y las capturas integran un relato que se deja interrumpir por grandes escándalos de todo tipo. ¿Es posible conectar estos temas noticiosos con nuestra percepción cotidiana del entorno?.
Al modo de quienes escriben el nombre de la amada en un grano de arroz, me gustaría resumir la primera plana de un periódico en este artículo y vincularla con lo que no suele pasar por noticia.El tema evidente es el precio del maíz, talismán de nuestra cultura. Según recuerdan las ciclópeas mazorcas pintadas por los muralistas, Mesoamérica debe su origen al maíz. Hoy en día, el grano predilecto de la cosmogonía prehispánica se ha convertido en producto de importación.
Esto conlleva el problema de traer maíz transgénico, que requiere de una supervisión que no se cumple. ¿Nuestros descendientes comprobarán que comimos tortillas con una harina tan dañina como el ántrax o el polonio? ¿Qué tan graves pueden ser los transgénicos incontrolados? Esto lleva al dilema moral de saciar el hambre del planeta y al riesgo de que alguien se beneficie con ello a costa de la salud. Pero no nos alejemos del asunto, que estamos planeando la primera plana de un periódico de México, país donde las tortillas cambian de precio según el sitio donde se compren.
¿Por qué ocurre esto? Pasamos entonces a los protagonistas: productores, importadores, distribuidores, autoridades del ramo. Todos coinciden en que si sube el precio del maíz, todo lo demás tiene que subir. De manera extraña, ninguno de ellos considera que si baja el precio de la tortilla, todo lo demás debe bajar. El emblemático grano sólo parece influir en un sentido. Como los declarantes desean ser optimistas, afirman que un precio tope es posible.
¿Por qué no se previó antes de que la tortilla se cotizara en una antojadiza bolsa de valores? ¿Cuál es el origen del problema? Como en una entrega de Harry Potter, aparece un personaje con claro nombre de villano: el etanol.
Los Estados Unidos nos venden menos maíz porque dedican buena parte de su producción a hacer gasolina de etanol. Esto lleva a otros asuntos: la dependencia estructural de nuestra economía, las iniciativas que otros países sí tienen en materia de fuentes alternas de energía, el calentamiento global, la importancia del Protocolo de Kioto, la ausencia de nieve en el invierno europeo... Para que la noticia del maíz fuera tratada con rigor debería ocupar una edición monográfica del tamaño de una novela de Tolstoi.
Estamos condenados a recibir fragmentos de fragmentos. Mientras más imperfectas son las sociedades, más obvios son los temas insoslayables: el asesinato, el escándalo, el desfalco, el fraude...¿Queda algún espacio para la aventura de lo ordinario o de lo que aspira a serlo? Voy a limitar mi descripción a un metro cuadrado del país.
Me detuve en la esquina de Miguel Ángel de Quevedo y Avenida Universidad. En el camellón no había gente ni sucesos. Quedaba algo del pasto original, manchones verdes cubiertos de polvo, lo demás eran restos. Vi un zapato de niña, muy usado, uno de esos zapatos que incluso nuevos delatan pobreza, un trabajo hecho con apuro y mala paga por un chino desesperado. ¿Por qué estaba ahí? Pensé en los niños que pasan la mayor parte de su infancia en la cuneta de una calle mientras sus padres tratan de vender chicles. ¿Había muerto la portadora de ese zapato, un golpe de suerte le permitía tener otro mejor, ya no le quedaba? Al lado, vi la caja de una muñeca Barbie.
Tal vez había una conexión entre la caja y el zapato, usados por la misma niña. Ciertos dobleces en el cartón me hicieron suponer que ahí la caja no había sido un estuche: había sido el juguete. Una lata de refresco, un empaque de comida para llevar, una cajetilla de cigarros daban cuenta de que los servicios de limpieza habían estado tan ausentes como la civilidad de los automovilistas.
Hice a un lado los envases y advertí que formaban una primera capa de desperdicios; más abajo hallé restos trabajados por el tiempo y las pisadas, fragmentos de fragmentos, noticias sueltas, un mosaico del deterioro. En una pestaña de cartón y trozos de envolturas reconocí algunas marcas, casi todas extranjeras. Estaba en un basurero para cosas venidas de Hong Kong. Miseria globalizada. Luego encontré un periódico local hecho jirones. Hablaba de un crimen de hace dos años que no se ha resuelto, como si las indagaciones siguieran la misma suerte que los desechos en el polvo.
¿Era posible mejorar ese sitio, plantar ahí el maíz que nos urge, crear milpas fragmentarias en cada hueco ocioso? Pocas cosas deprimen tanto como mirar con atención un metro cuadrado del país. Lo más dramático es que la sensación de desorden y despojo que transmite resulta intercambiable con muchos otros trozos de tierra. Nuestro uso de suelo habitual es ése. Los descendientes de los hombres del maíz somos depositarios de un basurero en el que ni siquiera producimos lo que desechamos.
Pensé en el hombre cuya hazaña no fue otra que volver a casa, y reanudé mi camino. En la siguiente esquina una camioneta se detuvo junto a mí. Vi la leyenda en su espejo lateral. Me sentí ante el oráculo de Delfos: "Los objetos están más cerca de lo que aparentan". Un metáfora de las noticias que no circulan por parecer pequeñas y que tarde o temprano definen lo que somos.
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viernes, enero 19, 2007
EDITORIALISTAS DEL REFORMA.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 10:27 a.m.
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