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lunes, septiembre 04, 2006

LA PAZ CON JUSTICIA Y LEGITIMIDAD.

Cuidar la paz.

Manuel Camacho Solís.
04 de septiembre de 2006.

L a mayor parte de los mexicanos piensa hoy que la paz está en riesgo. De acuerdo con la última encuesta nacional de GEA (19-21 de agosto), un 71% piensa que hay riesgo de violencia social contra 47% del mes anterior. Se trata de un salto que debería llamar a la reflexión a todos los líderes del país.

Al mismo tiempo es justo destacar que, en estos ya dos meses de tensiones y confrontación, no ha ocurrido un solo hecho de violencia que haya acompañado a la protesta postelectoral. Con las manifestaciones más grandes de la historia y un plantón que se ha prolongado durante un largo tiempo, el comportamiento de quienes protestan y de sus líderes ha sido notable; no ha habido un vidrio roto, ni siquiera un empujado. La disciplina ha sido ejemplar.
Por parte del gobierno, semanas atrás ocurrió el hecho bochornoso de la represión a varios diputados y ciudadanos. Pero hay que reconocer que, no obstante la tensión, por lo general ha habido prudencia. La hubo también en la reacción del presidente Fox frente a la toma de la tribuna en el Palacio Legislativo.

Ahora bien, en una situación de tanta tensión, donde los ánimos están encrespados, no basta con festinar que el conflicto hasta ahora no se ha desbordado. La pradera está demasiado seca como para que un cerillo no pueda prenderla. Se necesita redoblar los esfuerzos para que ello no ocurra en las próximas semanas.

Lo primero es que cada parte asuma un compromiso absoluto con la paz. Que gobierne a sus seguidores. Esto desde luego es determinante dentro del gobierno que tiene en sus manos la capacidad de coerción. Pero la responsabilidad también está para la oposición. La decisión del movimiento expresada por AMLO de no marchar el día 1 al Palacio Legislativo fue una decisión de mucha firmeza. Lo más sencillo, dado el estado de ánimo y las condiciones tan adversas en las que se han vivido en los campamentos, hubiera sido marchar. Sólo un liderazgo fuerte y plenamente legitimado podrá seguir conduciendo en paz la protesta.

Lo segundo es que la paz no se mantiene en condiciones de gran polarización exclusivamente por actos de contención. Se necesitan salidas políticas. El régimen desperdició las dos salidas que marcaba el sentido común frente a un conflicto de grandes proporciones: contar todos los votos o anular las elecciones. Si cualquiera de los dos se hubiera hecho, no habría de pensar en cómo cuidar la paz. La política se hubiera estabilizado en lo que toca a su conflicto principal.

Para el movimiento la siguiente escala es el 16 de septiembre. Es la Convención Nacional Democrática. La Convención será un momento importante para el rumbo y consolidación del movimiento que se estructuró en torno a la candidatura de AMLO. La Convención puede acelerar el conflicto o reconducirlo. Se podrá conducir, si la inconformidad y la energía acumuladas se encauzan hacia cambios de fondo en las instituciones del país. Aunque representará una presión adicional sobre las instituciones, puede también significar una oportunidad para hacer posibles los cambios que, de otra manera, nunca se llevarían a cabo. Puede terminar dando sustento a equilibrios políticos más amplios y sólidos.

Lo tercero es que la paz sólo se podrá mantener si hay una comprensión cabal de lo que cada parte vive y necesita. El viejo estilo de pretender aniquilar un movimiento con los métodos de la cooptación, la corrupción o la represión, está agotado. Sería contraproducente. La inmensa mayoría de los ciudadanos no quiere actos violentos ni represión. Condena las líneas duras de los extremos. Lo hace a tal punto de que, ahora, como en 1994, quien dispare el primer tiro perderá la guerra.

Gobernar lo de cada quien. Aumentar los niveles de comprensión de la realidad y de los intereses en juego. Construir salidas políticas grandes, no pusilánimes ni oportunistas. Esas son las condiciones de partida para cuidar la paz en un momento límite, en el que un cerillo prenderá la pradera, pero también la determinación de conducir el conflicto sin arriesgar la paz puede abrir una oportunidad verdadera de cambio.

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