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lunes, agosto 07, 2006

LA RESISTENCIA DE LOS RENEGADOS.





Ocho kilómetros y medio de resistencia pura. “Civil y pacífica”, dicen ellos, aunque para una parte de los habitantes de una ciudad ya caótica de por sí, el plantón permanente de los seguidores de Andrés Manuel López Obrador ha puesto al límite su tolerancia. Algunos miles están y viven ahí, creando una pequeña ciudad dentro de otra, convocados por sus propias certezas. Pasan frío, soportan los aguaceros vespertinos o las tormentas al anochecer; se cobijan unos a otros, comparten discursos y defienden sus convicciones. Protestan.Y desquician el tráfico, desquician a los capitalinos, a los intelectuales que los siguen, desquician la “equilibrada” locura cotidiana de la urbe.Son los habitantes de Ciudad-Bloqueo, la que se ha edificado en instantes y seguramente tendrá una vida efímera, pero no tanto como para que no haya quedado claro que no será fácil disipar la polarización social producto de una elección salpicada por dudas, cuestionamientos e incertidumbres.

Por Pedro Díaz, Jacinto R. Munguía y Alejandro Almazán.

eme.equis.com

I.-LA VIDA EN CIUDAD BLOQUEO...

Es una pequeña ciudad dentro de otra.Y están ahí convocados por sus propias certezas. Pasan frío, soportan estoicamente los aguaceros vespertinos o las trombas al anochecer; se cobijan unos a otros, comparten discursos y defienden sus convicciones. Protestan. Y también es cierto, desquician, aunque no con la exagerada visión de lo irreparable, pero sí para que el caos en el que siempre está convertida esta ciudad marque nuevos decibeles.

Pero más desquicia el miedo de que, sin serlo, pues ellos no lo aceptan, los conviertan en perdedores, o de sentirse engañados. La resistencia de los renegados, como ya se llaman con humor negro a sí mismos, está ahí, en esta pequeña ciudad dentro de otra.En esta microurbe, en donde una serie de veladoras colocadas sobre hojas de papel marca el sentido de sus desvelos.

Sobre cada una de las hojas ha sido escrita la razón por la que se mantienen en vilo, desplegadas las tiendas de campaña sobre el asfalto, sobre la plancha del Zócalo, sobre esas calles que hoy son bandera y símbolo de sus reclamos.Reclamos de quienes las tienen en su poder y afirman que la calle es de quien la trabaja, de quien la ocupa, de quien la hace suya para exigir el voto por voto, casilla por casilla.

Pero también de quienes se exaltan desde la tele, desde la banqueta, desde las páginas de periódicos o micrófonos de radio. De quienes reclaman su derecho a circular, de los que se que quejan por el “estrangulamiento de la ciudad”, de quienes no pueden llegar a sus trabajos.Calles de ollas plenas de alimentos y cocinas que despiden una mezcla de aromas desde los camellones de Paseo de la Reforma hasta el Zócalo.

“Porque deseo un mejor futuro para mis nietos, que aquí me acompañan”; porque “creo en el triunfo de AMLO y el robo de Feli-pillo”, porque “no te dejaremos solo”, porque “yo si amo, amo a Andrés Manuel”, rezan cientos, miles de cartelones, mantas, cartulinas.Las maceteras de avenida Juárez, parte del nuevo mobiliario urbano, son ahora pilares para que no se caigan las tiendas de campaña.

No cederán tampoco las quimeras hacia un mejor futuro.Es el nuevo panorama de la ciudad de los Palacios un majestuoso performance. Hay que escuchar las canciones siempre contestatarias del grupo Nuevo México. Detenerse unos segundos a firmar grandes cartulinas con mensajes solidarios al líder que hasta aquí los ha traído. Sumarse a los gritos de apoyo a las consignas, o subirse a los juegos de la feria. Azorarse con los crucificados, personajes que, inamovibles, protestan amarrados a la cruz del calvario electoral.Y mirar con cierto encanto este teatro de fatalidades que se vislumbra en las paredes contagiadas de sarcasmo, en las caricaturas de los moneros y en el sentido del humor siempre agudo de la banda: “voto por voto sacaremos a este joto”, se lee a media calle en Juárez y Balderas, al lado de la imagen del blanco-de-casi-todos-los-ataques: el hombre de las siglas azules al que en este territorio conocen como Fecal.

En esta pequeña ciudad se busca por “delincuencia electoral” a Luis Carlos Ugalde, los retretes son bautizados como las “oficinas” del candidato del PAN y a los botes de basura se les denominada con el apellido Calderón.En esta pequeña ciudad todo está permitido. Está hecha de impugnación, descontento, crítica, inconformidad.Por eso se difunden uno tras otro los traspiés del presidente Vicente Fox, en una crestomatía (a través de una televisión a la altura de la calle de Lafragua) que recuerda que sus viajes fueron “de poca”, o se escucha nítida su voz evocando a “Jorge Luis Borgues”. Finalmente, los campamentos apostados en Reforma no son sino la representación real de una buena parte del ánimo que envuelve a este país desde mucho antes del 2 de julio.Quejas, protestas, peticiones y exigencias, ya a viva voz o ya plasmadas en leyendas de nunca acabar. Kilómetros de tinta militante.

•••En esta ciudad dentro de otra también existen las fronteras.Son los cruces de aletargados automovilistas que penetran por segundos en su presencia todo lo posible: lo mismo se juega futbol, se escuchan conferencias de intelectuales, se recorre el sendero en bicicleta o se pita sin cansancio el vo-to por vo-to, ca-si-lla por ca-si-lla.

En los límites territoriales de esta población flotante, pues nadie sabe dónde duermen algunos de sus líderes, justo en los linderos con la vida real, habrá perredistas con mantas tratando de establecer un diálogo con los ciudadanos en un tono de “Disculpe las molestias, estamos construyendo la democracia”, pero aunque reciben numeroso apoyo incondicional, también hay quien, molesto, los rechaza.

Un hombre de tez morena, hosco el gesto y afilada la mirada, increpa a los automovilistas en el cruce de Insurgentes con Reforma. –Estoy aquí porque soy mexicano, porque no me gustan las mentiras y porque creo en la fuerza ciudadana. Yo no soy traidor, ¡como otros!No se quedan callados los automovilistas, parte importante en el entramado de tanques de gas, mantas y tiendas de campaña, a lo largo del corazón citadino, y devuelven la refriega con la única arma disponible: a bocinazos.“¡Taaa…ta…taaa..taa..taa!”

Las mentadas de madre, entonces, surgen de ambos bandos en esta fragorosa guerra civil de las ideas. Justo a unos metros de la embajada de Estados Unidos se encuentra la nueva radio ciudadana:Construyendo la Nación. Una estación tan local que se difunde por altavoces a lo largo de los camellones de Reforma. Inicia sus transmisiones con lectura de periódicos desde muy temprano, para sortear las horas con música folclórica, el espacio ciudadano, la proyección de documentales, la hora intelectual y, para noctámbulos, el infaltable cineclub.

Amanece y los campamentos poco a poco se desperezan. Pululan a todas horas ávidos espectadores de una obra teatral inédita que se representa en más de ocho kilómetros y que muestra el lado combativo de una sociedad que no se deja: “En el 88 nos faltó líder y nos faltaron huevos; en el 2006 nos sobra líder y nos sobran huevos”.

Llueve. Con toda intensidad. Y todos, visitantes, ciudadanos y turistas, que los hay, por supuesto, tratan de guarecerse bajo las enormes e innumerables mantas que brotaron sobre la arteria principal la misma noche del llamado a este singular bloqueo.En la zona delimitada para la delegación Tláhuac se erige el cementerio. Una serie de tumbas anuncia que ahí yacen La Democracia, el PAN, el IFE, Televisa, los Salinas, los hijos de la señora Marta, por supuesto su marido, Diego Fernández de Cevallos y todos los diputados panistas en la historia; el ausente es Roberto Madrazo, pues de él pocos se acuerdan.

•••Aquí, en Ciudad Bloqueo, se habla de la colecta entre legisladores perredistas; que aportaron cada uno 60 mil pesos, y se dispusieron entonces 210 mil para la renta de equipo de sonido, 350 mil para pantallas y 400 mil más para sillas, templete, estructuras metálicas, vallas y lonas.El plantón, llamado también por su convocante “Asamblea Permanente”, tiene pensado instalarse durante un mes, hasta que las autoridades del Tribunal Electoral acepten el recuento de cada sufragio y hasta que exista oficialmente en el país un presidente electo.

Mientras, también hay clases de aerobics para deportistas renegados, y la romería se vuelve el centro ideal para la venta de playeras, banderines, vasos y todo souvenir del momento histórico que vive México. Lo mismo se ofrece el video de Luis Mandoki que se disfruta del penetrante timbre de una mujer cuyo canto náhuatl arrebata los sentidos.

Para todo hay tiempo en la pequeña ciudad dentro de otra; varias parejas muestran en La Alameda el verdadero ritmo que se puede imponer a una salsa y sus movimientos son tan perfectos y atrevidos que llaman al aplauso generalizado.Protestar a todo grito y de cualquier forma. Es el bloqueo que todo lo pinta de amarillo.

Como parte de este teatro del ensueño, sus visitantes disfrutan de la exposición, voto por voto, foto por foto, con algunas imágenes de los mejores reporteros gráficos que tiene México.Las venerables estatuas de Reforma sirven para el proselitismo y de ellas penden banderas y cartelones con mensajes claros y directos: “Calderón, toma tu Presidencia; atentamente, El Pueblo”.

Viven en las calles que tomaron en apenas unas horas: desde el lunes 31 de julio, una multitud hizo eco de la convocatoria e instaló la pequeña ciudad dentro de otra.Están ahí, en pleno centro de la capital, son sus medios mitos y sus medias realidades. Porque no se trata, en efecto, de una marcha espontánea, es decir, no es la gente volcada ante el llamado.

Sí las hay, familias enteras convencidas, pero sobre todo es un generoso y organizado grupo de militantes, con sus propias banderas, con sus propias luchas, como la que clama vivienda digna. Y en este sentido, acaso muchos de los asistentes se la pasen mejor aquí que en sus hogares: en esta breve ciudad en las entrañas de la otra, no faltan techo, comida y sustento.

Todo pedazo de papel les sirve para plasmar sus ideales; y no se irán, hasta que su líder lo disponga. Están ahí, agazapados bajo cobertores, cuando llega la noche. Y ya pasan los días; se habla de liberar algunas arterias; de liberar las laterales. De la posibilidad de que sí, de que le den la Presidencia a su candidato.Aquí se respira un impregnado olor a esperanza.Se debate cuáles podrían ser las nuevas acciones para la resistencia: ayunos, cese al pago de servicios, toma de medios de comunicación, el bloqueo a la entrada de la Bolsa Mexicana de Valores, la intromisión violenta al aeropuerto, o, a manera de queja, una muy improbable renuncia de diputados y senadores del PRD a asumir sus cargos.

Los medios electrónicos de comunicación “destrozan” el movimiento. Las voces en la gran ciudad a las afueras de esta pequeña, se levantan en contra de López Obrador. Las quejas de automovilistas son airadas como nunca y los estudiosos prevén la baja en el apoyo al candidato de la Coalición Por el Bien de Todos.Y en avenida Juárez y Bucareli, la esquina de la información estrena reporteros: en una mínima casa de campaña un par de jóvenes coloca su bandera: “Aquí duermen los que sí saben escribir; aquí estamos los que escribimos de-a-de-veras”.

Crece el malestar por los incómodos habitantes de Reforma. Se habla de pérdidas millonarias, de tráficos desquiciados, de turismo que abandona. De posibles demandas legales. No afectan los rumores. En este México que duerme en el asfalto, lo que existe es la convicción de que habrá que contar voto por voto. Se apostaron y seguirán ahí. No están dispuestos a la derrota y tomarán el rumbo que la historia les depare. Cierto de su verdad, un numeroso grupo pasa frío, digiere las mentadas, soporta trombas y protesta, convencido, en una inédita metamorfosis en la que una ciudad es engullida por la otra..

II.-VOTO POR VOTO...
MENTADA POR MENTADA.

En este momento, esta crónica entra al cruce exacto de Sevilla y Reforma.Un fragmento de este plantón, de esta resistencia civil que ha caído como un machete rajando de tajo toda la columna vertebral de la ciudad y que ha venido a romper la “equilibrada” locura cotidiana de la urbe.Si eso de por sí afecta a muchos citadinos, quizá lo que más duele es que los pobres, los jodidos, los sucios, en síntesis, los renegados, se hayan venido a meter a un mundo que mira hacia la globalización y hacia los mercados.

Es el espacio de los grandes edificios, de las transnacionales, de los banqueros, donde se acostumbra mirar hacia arriba, hacia el cielo, hacia el poder. Y tener que mirar al piso, a estos necios, duele y molesta.Estos son los renegados que durante una semana le han inyectado altos grados de adrenalina a toda la ciudad. Y es que siendo rigurosos, basta y sobra con que una maldita mosca se pare a la mitad de un crucero para que haga enloquecer a esta urbe.

Ahora resulta, y que me perdonen muchos de los adictos al volante, que el plantón les vino a afectar su siempre estable sistema nervioso.Pero ahora los responsables son estas centenas –miles para no irritar a los perredistas– de renegados como se han dado por llamar los seguidores a muerte, textual, de López Obrador, el líder al que más de un analista ha ubicado en los límites del líderazgo, el mesianismo y la locura.Esta vez el odio, la furia, la desquiciada existencia de quienes habitamos esta ciudad pudo materializar al enemigo, al culpable.Catarsis colectiva que en otros días no tiene salida, que no tienen una válvula de escape y que mienta la madre a nadie, a lo invisible.

Esta vez, las mentadas, el odio pudo escupirse sobre unos miles que a cada ofensa se escudan en lo que los justifica: ¡voto por voto, casilla por casilla!Veamos si no esta ruta cargada de símbolos, paradojas y contradicciones. En el mismo cruce de Sevilla y Reforma, donde un grupo de universitarios y perredistas de la delegación Álvaro Obregón cuelgan sus alegatos a favor del conteo de votos y cartulinas que rezan “Perdone la molestia, democracia en construcción”, ahí, a un lado, se construye uno más de los edificios símbolo de esta época, el Hotel St. Regis que también se conocerá como la Torre Libertad.

Y es que si algo incomoda a esta zona, es que les hayan venido a irrumpir sus espacios con sus héroes del siglo pasado que para muchos solamente significan retroceso y antimodernidad.Sobre Sevilla, del lado norte de Reforma, los seguidores de López Obrador han establecido sus propios medios de comunicación alternativos, verdaderas afrentas a las costumbres de la zona.

Una inmensa sábana de papel reproduce la mítica figura de Emiliano Zapata, con en esa eterna actitud de reto al destino. En otros pliegos, con destacadas letras negras se enuncia “DE QUÉ NOS VAN A ACUSAR”. Los argumentos de autodefensa que esgrimen no le causan ninguna gracia a esos tres jóvenes perfectamente vestidos, perfectamente peinados, perfectamente lustrados: “…Que el Fobaproa… que las causas indígenas… que los pobres… Qué es eso”, dicen entre sí y se alejan exhalando el humo de sus cigarrillos.

Aunque también en uno de estos días, en este punto y en plena mañana, se puede escuchar la caída del agua y observar a mujer como esta, de falda, medias y zapatillas negras, el prototipo de la secretaria ejecutiva, cruzar sobre Sevilla llevando con natural armonía su imagen para deseo inalcanzable de los renegados. Bueno, ni tanto, porque con su mezclilla y tenis, las chicas de la izquierda también cargan con sus haberes estéticos y algo más.Uno podría seguir los pasos de esta mujer si no fuera porque de golpe el claxon de un automóvil receta otra certera mentada de madre a quien corresponda.

Es la realidad. Estamos parados en las delgadas líneas de las expresiones sociales, en las divisiones explícitas de una sociedad que de pronto se metió en todos los rincones, y encontró en las calles uno de sus mejores espacios de confrontación.Esta será la constante en la ruta de la serpiente amarilla que comienza en el Zócalo y atraviesa toda la columna vertebral llamada Paseo de la Reforma. Elementos que chocan, como mucha gente que un buen día amaneció y se dio cuenta de que el vecino, el familiar, el compañero de trabajo, era su “enemigo” político. Es este espacio el lugar en que se reproducen las distancias, las grietas que en algunos casos son verdaderas heridas que difícilmente se cerrarán.

•••Desde este lugar, Sevilla y Reforma, arranca una carrera de contrasentidos. Planeado o no por los estrategas de López Obrador, este tercer fragmento de plantón, que va de la Diana Cazadora a la Fuente de Petróleos, al filo del Periférico, está cargado de símbolos que cruzan el tiempo, que retan a la historia.En este pedazo de tierra se han asentado estos renegados, como calificara el presidente Vicente Fox a quienes se resisten a aceptar la ventaja electoral del candidato panista Felipe Calderón.

Siguiendo el corredor hacia la zona de Chapultepec, ahí también se encuentran y separan los tiempos y los espacios. A esta altura, la serpiente amarilla es custodiada por militantes de la delegación Tlalpan, por cierto, con un número reducido de seguidores, por lo menos en los primeros días. Uno de los momentos en que más se notaron fue el grupo Salario Mínimo llegó la tarde-noche del martes a poner sabor de merengue y son cubano. Por ahí andaba Carlos Ímaz, moviendo la cabeza al ritmo de “el cuarto de Tula / le prendió candela / se quedó dormida / y no apagó la vela…”.

Eso sí, es uno de los más socorridos para la catarsis social contra el plantón pues por ahí atraviesa una de las rutas vehiculares más transitadas, Parque Lira. No hay minuto, al menos durante las horas que ahí pasamos, que no se escuchara el mensaje urbano de los ciudadanos en rechazo al plantón. Bueno, son tan apabullantes e insistentes las mentadas de madre, sobre todo en las horas de mayor movimiento de ciudadanos, que los perredistas colgaron del puente un mensaje para ellos mismos que advertía: “No acercarse ni asomarse para evitar molestias y violencia”.

Para la mañana del miércoles, el rechazo al plantón iba más allá de los bocinazos. Les habían pegado a los perredistas las voces y las cartas, sobre todo la firmada por Carlos Monsiváis, Rolando Cordera y Jenaro Villamil, rechazando el plantón en el arroyo vehicular. Les había pegado que Monsiváis, uno de los intelectuales que ha apoyado a Andrés Manuel, cuestionara públicamente su decisión.

Esa carta sería material inflamable para los medios de comunicación antiperredistas y antiplantón y antitodo lo que huela a izquierda o se relacione con el nombre de Andrés Manuel. Otro frente de confrontación se había abierto y pegaba en los campamentos. Les había dolido que Monsiváis cuestionara la viabilidad del plantón. Con esa pregunta me acerco a uno de los hombres, me dice que se llama Ángel de la Torre y le digo que su movimiento estaba desquiciando también a los intelectuales, que los estaba asustando.

No me deja terminar la idea: “…No mi estimado, esos intelectuales tienen miedo porque creen que las revoluciones y los movimientos sociales se hicieron desde los pupitres, desde las universidades norteamericanas y europeas y que solamente se entienden y se explican desde los epitafios, los análisis teóricos y los libros… que vengan, que analicen al ras del suelo, que sientan la realidad…”, me rebate con vehemencia rodeado de cartulinas y un tapiz de pegotes con una leyenda contra Televisa y Joaquín López Dóriga, encargado del principal noticiero de la televisora: “Digan la verdad… Tienen el Valor o Les Vale”, en alusión a uno de los spots de esa empresa que buscan reactivar valores morales y éticos como la verdad y la honestidad.


•••En la cola de la serpiente amarilla, o la cabeza, depende como se vea, nuevamente los contrastes, las contradicciones, los choques culturales. Es el final de la columna, o el principio como dicen los representantes de la delegación Azcapotzalco, encabezados por la delegada Laura Velásquez, quien los alienta a seguir con dignidad, pues “ya han ganado un lugar en la historia”.

III.-LOS RENEGADOS DE LOPEZ.

Hace 15 años, en el patio de su casa en Villahermosa y con la camisa desabotonada, Andrés Manuel López Obrador preparaba el Éxodo por la Democracia. Una temeraria caminata de Tabasco al DF. Y cuando lo hizo, pareció una locura, ocurrencia de un maniático. Pero muchos, entonces, lo escucharon y lo siguieron.No es difícil concluir entonces que es un hombre que se opone al poder en los términos más duros posibles.

Por eso ahora que se ha mudado al Zócalo en una tienda amarilla, con una mesa replegable y un catre, a unos 30 metros frente a Palacio Nacional, a Andrés Manuel no le hace falta nada, salvo repelente para los violentos mosquitos.Quienes lo conocen sostienen que Andrés Manuel no está jugando. Y eso lo saben el desdentado Carmen Morales, el viejo Uldárico Sánchez, el miope José Selván y el dicharachero Pompeyo Godínez. Ellos caminaron con López Obrador durante 52 días en aquel primer éxodo de 1992, ese que pedía el reconocimiento del triunfo perredista en cuatro alcaldías tabasqueñas.

También lo acompañaron en el segundo intento, el de 1995, que protestaba contra el fraude electoral y exigía echar del Palacio de Gobierno de Tabasco a Roberto Madrazo.“Cada paso, cada sufrimiento, cada gota de sudor, cada lágrima y sangre son cadenas que le colgamos a Madrazo y lo arrastrarán al precipicio”, recuerda Carmen las palabras que decía Andrés Manuel entonces. “Y hoy se las estamos colgando a Calderón, creo que también se va a chingar”.

Quince años siguiendo a López Obrador es un récord.Llagas en los pies, tendones atrofiados, hambre, pechos para encarar la vida, lamparillas de aceite para alumbrar y fuerza para intentar vivir son lo que estos cuatro hombres han conseguido en las caminatas con Andrés Manuel.Pompeyo dice que ha valido la pena. “Quizá yo me muera y no vea el fin de esta lucha democrática, pero sé que mis hijos lo van a disfrutar”, dice este hombre al que, salvo una enfermedad que aparezca en un sobresalto, le quedan muchos años por vivir.

En aquellos plantones del 92 y del 95, recuerda Uldárico, la mayoría los tachó de “güevones, comunistas, enemigos de la paz” y hubo quien deseó que los llevaran a la cárcel. Hoy es parecido. Entre los capitalinos hay quienes piden lo mismo que ayer. Pero lo que sí ha cambiado es que el PRD gobierna el DF y no los van a desalojar.Alejandro Encinas está comiendo jabón: ¿reprime a sus compañeros o apoya lo que a él mismo le parece una causa justa?.

Que eso lo decidan en Gobernación y en Los Pinos, él no va a mover un dedo aunque le cueste la remoción.“López Obrador tiene muchos güevos, no se raja”, dice ahora Pompeyo. “Ya lo extrañábamos”.Quizá Andrés Manuel también se extrañaba.“Andrés está bien feliz y no sé por qué”, dice uno de sus colaboradores que ha tenido que cambiar su cama matrimonial por una colchoneta para dormir cerca de la casita de acampar que montó Marcelo Ebrard y su esposa Mariagna Prats, ahí pegada a la de López Obrador.

Curiosa pareja la de Ebrard y Prats, que lo mismo duerme en el Zócalo (sólo lo hizo la primera noche) o aparece en la portada de la revista Caras. “Moda y pueblo”, diría Fito Páez.Ricardo Monreal, uno de los pocos colaboradores de López Obrador que sí duerme en el campamento, podría despejar la duda sobre por qué el candidato está feliz: “Andrés está en su mero mole. Sus adversarios no lo conocen, subestiman que él se curtió en plantones”.

Aunque cite al primero en sus discursos, no es Gandhi ni el ayatollah Jomeini, pero lleva las cosas al filo de la navaja.Sus adversarios en la política y en los medios ya están diciendo que no aprendió nada, que sigue siendo un rudimentario hombre del trópico que todo lo quiere solucionar estirando la cuerda. Pero sus seguidores, como el desdentado Carmen, creen que López Obrador está luchando para saldar una injusticia y no lo van a doblar.“Si nuestras convicciones y principios están cimentadas sobre rocas, entonces somos indestructibles”, llegó a decirle López Obrador durante el éxodo a Carmen, un comerciante que otra vez dejó casa y esposa para tumbarse sobre unos cartones y esperar las instrucciones de su líder:En Tabasco pidió que no se pagara la luz, que se abstuviera la gente de cubrir los impuestos. Carmen y sus amigos saben que en esta ocasión su fuerza radica en el número de manifestantes y en su determinación.En esta ocasión Carmen supone que su líder no llegará como en 1991 a decirles que se conforman con la alcaldía de Cárdenas. Hoy es la Presidencia. Y no se negocia.

Y mientras estos tabasqueños leen los diarios que alaban o golpean a López Obrador (es un hombre al que la prensa no le concede términos medios), éste lee libros de historia en su campamento y diseña las estrategias.Tumbado en el catre, él es el centro de la información. Ahí le cuentan que el Tribunal ha decidido estudiar la posibilidad de contar voto por voto. Le avisan que Gobernación quiere la cabeza de Encinas. Le comunican que va consolidándose la teoría de que Elba Esther Gordillo operó el fraude. Le dicen que los panistas están diseñando una estrategia para neutralizarlo. Le reportan que en los campamentos sobre Reforma hace falta gente…


•••Cuando Andrés Manuel habla, sus brazos descansan en el atril. Inclina la cabeza, pero permanece erguido, no dobla ese cuerpo que sus simpatizantes creen que fue formado de una sola vez y para siempre. Frunce el ceño y levanta las cejas. Su voz tiene matices y las estridencias rompen el ritmo uniforme y lento. El sonido es débil pero se puede captar el sentido de sus palabras porque todo mundo aguza el oído:“Se van a amolar”, dice amenazante.“Un demócrata no tendría miedo al conteo voto por voto, el que nada debe, nada teme”, reitera cada vez que puede.

Y Calderón suele responder desde su casa de campaña:“El voto ya fue contado, gané en las calles y en las urnas”.El cuento de nunca acabar.La mirada de Andrés Manuel se pasea sobre el mar de cabezas, mide la profundidad de la Plaza de la Constitución, la distancia entre sus extremos y sigue efectuando su detallado repaso como si buscase a alguien en particular.Pero si en lugar de quedarse en su campamento (protegido por infranqueables hombres duros) o de visitar los distintos plantones sobre Reforma o sobre Madero, bajara a la plancha del Zócalo, que parece una sartén caliente, seguramente vería a 31 estados y sus detalles:Aguascalientes: con su irreverencia talentosa que crea carteles de un Juan Pablo II llorando y una leyenda al margen en la que el papa está pidiendo voto por voto, casilla por casilla.

Hidalgo: con su sacerdote, Álvaro Sierra, ofreciendo una ceremonia con sotana y pidiéndole a Dios por Andrés Manuel y la resistencia, comparando al candidato con Jesucristo.Baja California: con gente como el profesor Miguel Banda que no extraña al enloquecido sol de Mexicali, que cree que Calderón no tomará posesión y que ha fijado la única regla en su campamento: no aceptar las cámaras de Televisa.

Morelos: con ese pasto artificial entre las casitas de acampar para no olvidarse de la eterna primavera, o con esa empresaria de Temixco, Rosa María Orihuela, que se quedó a darle forma al campamento y por teléfono controla su negocio.

Veracruz: con su alegría de cantar y bailar y con su pitonisa que prevé que Fox tendrá que ponerle la banda presidencial a Andrés Manuel.Tabasco: con su gente luchona, decidida a cualquier cosa, y con Alberto Pérez Mendoza, el hermano no biológico de Andrés Manuel, al que culpan los lopezobradoristas de no haber cumplido su misión: tener representantes en el ciento por ciento de las casillas. Hay quienes piensan que de haberlo logrado, López Obrador no estaría aquí tendido en un campamento, estaría alistándose para Palacio Nacional.

Nuevo León: con un número reducido de manifestantes, igual de ausentes como los representantes de casilla en ese estado.Guanajuato: los vapulearon en las urnas, les metieron votos de más, pero aquí están con su muñeco gigante de un López Obrador con la banda presidencial.Tlaxcala: pequeño como el estado, pero comandado por la que en su momento fue la Hillary mexicana, María del Carmen Ramírez, la ex candidata a la gubernatura de ese estado.

Sinaloa: con su arte culinario exquisito, con sus mujeres guapas y sus hombres entrones.Si no se cuidara tanto, Andrés Manuel vería a todos esos López que llegan a regalar cobijas, garrafones de agua, bolillos, naranjas, costales de frijol, de arroz, latas de sardina y atún, chiles en escabeche, tortillas. Vería a esos médicos que sacrifican consultas de 300 pesos o ciudadanos que se transforman en cocineros.Vería a esos oaxaqueños cuya fortuna es una bolsa de viaje y una cobija. Observaría a todos esos que toman la palabra en los micrófonos que han colocado alrededor del plantón. Todos quieren expresar sus ideas.Se nota que el hecho de hablar en público reviste para ellos singular importancia.

Aquí puede venir cualquiera a soltar vituperios contra Fox, Calderón, Ugalde, Elba Esther y Marta Sahagún. Esa es la causa de que nunca falte gente y de que el lugar siempre rebose.Independientemente de que el Tribunal Electoral le dé la razón o no a Andrés Manuel, este país ha cambiado.La gente es otra en este trozo de México desparramado por el Zócalo, donde empiezan o acaban (cuestión de enfoques) los 8.5 kilómetros de resistencia pacífica. Unos 8.5 kilómetros cubiertos con carpas y que, vistos desde el cielo, semejan un gusano blanco que bifurca a la ciudad en dos.Así como está el país.

•••Justino es un hombre de Zacazonapan, Estado de México. Cuando marcha rodeando el Zócalo junto con otros simpatizantes uno no puede calcular cuánta esperanza hay en él. Camina porque espera algo, porque cree que solucionará algo. Está seguro de mejorar su destino. Y mientras camina, piensa: si López Obrador es el Presidente nadie volverá a tratarnos como perros.—¿Y si no es Presidente?—Ni madres, armamos una revolución.

Escribió el periodista polaco Ryzard Kapuscinski:“El poder es quien provoca la revolución. Su estilo de vida y su manera de gobernar acaban convirtiéndose en una provocación. Esto sucede cuando entre la elite se consolida la sensación de impunidad. Todo les está permitido, lo pueden todo. El pueblo permanece en silencio, se muestra paciente y cauteloso. No siente su fuerza, pero al mismo tiempo contabiliza minuciosamente los abusos cometidos contra él, y en un momento determinado, hace la suma. Concluye que el poder ha abusado de la paciencia. Las revoluciones son el último cartucho, y cuando el pueblo decide echar mano de él es porque una larga experiencia le ha enseñado que no queda otra salida”.Sería grave pensar que fallen todos los demás intentos de Justino.

•••No hace falta repetir que López Obrador está llegando a Madero. Todos quieren verlo, estrecharle la mano. Y todos se sienten con derecho a un encuentro con el que se ha proclamado Presidente, igual que Calderón.En la calle reina un ambiente de euforia, de éxtasis. Andrés Manuel se regodea, se envalentona aún más con los gritos de: ¡No estás solo!... ¡Presidente!...

La gente se empuja para por lo menos rozarlo.Madero ha prestado su suelo a los renegados, ha provocado creativas consignas, ha dado un nuevo trazado al Centro Histórico. Los nuevos habitantes de la calle han acarreado consigo noches de guitarra, muros de papel para las lamentaciones, al compa de Tepito que regala palomitas, lamparillas de aceite para iluminar a los santos, fragmentos del himno nacional, ánimos para rejuvenecer la rabia.

Han traído ejemplares de La Jornada, trapos para fregar el adoquín, la percepción de los hechos antes de los actos, suerte para el ajedrez, hip hop para restregarle a Calderón que la música también protesta, periódicos murales para recordar que en 1991 Fox pedía el voto por voto, mentadas de madre, torteros que se las ingenian para advertir que esas de jamón fueron aprobadas por Andrés Manuel, clases de migajón, instructoras para mostrarles a los varones cómo se coloca un condón.

Han llegado ancianas con rebozos o muletas, mujeres de la Roma y la Condesa con sus fragancias perdurables, pulgas, niños con los dientes cariados y sonrisas francas, fotógrafos brutos que no saben de disciplina, souvenirs de López Obrador.A esta fila de 8.5 kilómetros ha llegado hasta Dolores Padierna, quien desde aquel 3 de marzo de 2004 (cuando Bejarano fue exhibido en un video) no había estado tan cerca de Andrés Manuel.Son los días poselectorales. Los de las mentadas de ida y vuelta. Los de las cartas y la neurosis en la televisión. Son los días de la espera, del polémico plantón-bloqueo. Pero sobre todo, son los días de quienes hoy se han apoderado del corazón político del país: la resistencia de los renegados.

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