FOX Y EL SALTO DE RANA.

REFORMA.
Roberto Zamarripa.

Naufragios.

Último Informe de Gobierno. Un sexenio que pasó de la legitimidad política a la polarización y a la esperanza ciudadana la convirtió en frustración; ese sexenio no da frutos de concordia.La Presidencia fue ejercida no para ampliar la legitimidad sino para vulnerarla. Antes que convertirse en un Presidente de consensos, Vicente Fox fue un eficaz animador del disenso. Ahora, evidentemente, cosecha lo que sembró.

No fue líder de un equipo de gobierno sino promotor de los desentendimientos de sus secretarios de Estado. Si la promoción era la esposa, si ella decidía la política social, si los dígitos de erradicación de la pobreza eran acomodados para el spot mediático, para qué rendir cuentas de los secretarios de Estado en el mundo de la simulación.

Para muestra el botón del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación que al difundir los resultados de los Exámenes de la Calidad y el Logro Educativos (Excale), concluyó que "se ha mostrado que una cantidad considerable de estudiantes de sexto de primaria y de tercero de secundaria no han logrado adquirir las habilidades y los conocimientos de Español y Matemáticas que se consideran mínimos indispensables para aprender los contenidos curriculares subsecuentes y desenvolverse como ciudadanos" (Reforma, 25/08/06).

En enero del 2000, durante una visita al ITAM, Vicente Fox prometió en campaña ante la comunidad académica, que durante su mandato México daría un "salto de rana" en materia educativa. Nunca avisó que iba a cortarle las ancas de la rana.

Fox pasó de líder a político rijoso. Ahondó en la división de su gabinete en las promociones primero de su esposa y después de su amigo Santiago Creel. Confrontó al Congreso y persiguió a sus "enemigos".Fox fue un Presidente de odio dosificado. A Luis Echeverría lo castigó en lo oscurito, un día antes de la elección. Para Andrés Manuel López Obrador deparó el castigo mayor, dosificado desde la mitad de su mandato.

Nunca se amparó en la democracia para ampliar su legitimidad, para obligar a la rendición de cuentas del pasado, para promover la aplicación de la ley con vigilancia ciudadana.Cegado por el odio, suponiendo que hunde a su adversario, Fox preferirá el naufragio que la salvación de la nave.

Dos visiones, dos rutas, dos colisiones. Un locutor de Televisa Deportes dice -tartamudea- el pasado jueves por la noche en un segmento de noticias deportivas: "el Tribunal defiende mi voto, yo defiendo al Tribunal". La declaración de fe del comunicador sorprende a la hora de la información de los goles.Desde el presidente de la República hasta el locutor de noticias deportivas; desde la señora que compra las tortillas -según un spot televisivo- hasta los líderes de los organismos empresariales. La propaganda atosiga. O crees o crees: ¡la elección fue limpia!Para qué tanto spot estando el voto tan parejo.

Lo que a ojos de muchos debió correr de manera natural -la elección fue limpia- ahora al convertirlo en un machacón y sistemático mensaje mediático simplemente confirma la duda.¿El Tribunal pidió las porras o las porras buscan presionar al Tribunal?

Así del otro lado. Carlos Navarrete, coordinador de los senadores perredistas, afirmó ayer en el Zócalo: "Ya no sirve el régimen político mexicano, ya no sirve la forma de hacer elecciones, ya no sirven las alianzas en lo oscuro entre el poder económico y el poder mediático para tratar de impedir que una fuerza pueda ganar las elecciones, como pasó en esta campaña presidencial... Están, pues, destruidas las instituciones viejas...".De la democracia ejemplar a estas ruinas que ves.

Andrés Manuel López Obrador, líder del movimiento que impugna los resultados electorales, tradujo el dicho de Navarrete para advertir, en esa línea, que si el Tribunal Electoral reconoce la validez de la elección del 2 de julio "significaría una ruptura del orden constitucional y un golpe de Estado, lo cual es ofensivo e inaceptable para millones de mexicanos".

El reconocimiento por parte del Tribunal del triunfo de Felipe Calderón es, para millones, consecuencia de una decisión democrática, de instituciones que funcionan.Para otros -también para millones- esa decisión significaría una confirmación de la inoperancia y la obsolescencia de las instituciones.Acostumbrarnos a la inevitabilidad de la colisión de esas visiones es abonarnos al cinismo.

La violencia es evitable y el diálogo es posible.Crisis parecidas están en las páginas de la historia. Las presidencias metidas con calzador y las autoproclamaciones que se rebelan abundan en las efemérides mexicanas. Y tras de ellas, de igual forma, ha venido la violencia.No todos los naufragios son historias rosas. La tormenta obliga al cambio de ruta. Salvo que se haya impuesto una fascinación por los naufragios.