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miércoles, marzo 28, 2007

CUESTIÓN DE SEMÁNTICA.

Petróleo, privatización y semántica PDF Imprimir E-Mail
miércoles, 28 de marzo de 2007

Por Juan José Morales
Escrutinio

Felipe Calderón dijo, en su discurso conmemorativo de la expropiación petrolera, que Pemex no se privatizará. Y eso me dejó preocupado. Yo hubiera preferido que dijera claramente que no se privatizará la industria petrolera. No por cuestión semántica, sino porque con sus palabras dejó abierta la posibilidad de que con nuestra industria petrolera suceda lo mismo que con la eléctrica. Es decir, que aunque la Comisión Federal de Electricidad no ha sido privatizada, se han abierto las anchas puertas de la producción de electricidad a las empresas privadas extranjeras, en condiciones tales que hacen la parte más fácil del trabajo -la generación de fluido-, se llevan la parte del león al vender a los grandes consumidores, y le dejan a la CFE las dos tareas más difíciles, complejas y menos redituables: llevar hasta los grandes usuarios la electricidad que producen esas compañías privadas y abastecer a millones de pequeños consumidores dispersos en infinidad de pequeñas poblaciones a todo lo largo y ancho del país.

En efecto, al amparo de normas introducidas subrepticiamente por los gobiernos del PRI y del PAN durante las últimas dos décadas, se ha venido privatizando silenciosamente la industria eléctrica, aunque formalmente siga en manos del Estado. Grandes transnacionales como EDF International, Unión FENOSA, Iberdrola, Transalta, Mitsubishi y Calpine, han instalado plantas generadoras pero no redes de distribución. Oficialmente, y para simular que se cumple con la ley, se dice que son plantas para fines de autoabastecimiento -es decir que la electricidad que producen se destina al consumo en industrias u otros negocios de los mismos empresarios que la generan-, pero en realidad venden a terceros mediante el sencillo expediente de hacerlos socios -aunque sea muy minoritarios- de ellas.
Como decíamos, esas empresas solamente generan la electricidad que venden. No la distribuyen. Las líneas y subestaciones necesarias para ello las construye, mantiene y opera la CFE, y por el servicio de conducción y distribución les cobra tarifas tan escandalosamente bajas que se niega a revelarlas alegando que los contratos incluyen una “cláusula de confidencialidad”. Ni siquiera la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados ha podido obtener esa información.
Las empresas que poseen concesiones para autoabastecimiento y cogeneración ya se han apropiado de más de medio millar de los principales usuarios de la CFE, que representan casi la cuarta parte de los ingresos de la paraestatal. Resulta así que la política de los cuatro últimos gobiernos, desde el de Salinas de Gortari hasta el actual, ha sido no solamente privatizar la industria eléctrica, sino arruinar económicamente a la CFE y de ribete sangrarla para subsidiar a las propias transnacionales que compiten con ella. A la CFE se le van dejando solamente los pequeños consumidores, especialmente aquellos a los que, por su ubicación geográfica, resulta muy costoso llevarles electricidad. Pues bien, mucho me temo que con Pemex se utilice la misma triquiñuela. Es decir, que la empresa siga en manos del Estado pero mediante diversos procedimientos -como los famosos contratos de servicios múltiples- se deje a las empresas privadas la parte más productiva del negocio y que sean subsidiadas a través de Pemex.
Ya está demostrado hasta la saciedad que, contra lo que se dice, Petróleos Mexicanos es una empresa tan rentable que ha podido soportar décadas de latrocinios sin cuento. Pero deliberadamente se ha dejado que vaya hundiéndose. Las instalaciones son obsoletas, no hay suficiente trabajo de exploración y desde hace un cuarto de siglo no se construye una refinería, a pesar de que durante los últimos cinco años hubo ingresos extraordinarios, del orden de 70 mil millones de dólares cuando menos, debido a los altos precios del petróleo. Y ahora nos quieren hacer creer que nuestra industria petrolera solamente podrá salvarse si se le abren las puertas a las transnacionales.
Por eso digo que hubiera sido mejor que en lugar de prometer que Pemex no se privatizará -lo cual es muy fácil de cumplir- Calderón garantizara que no se privatizará la industria petrolera. Pero eso, evidentemente, no está dispuesto a garantizarlo, sino todo lo contrario.

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