Ricardo Monreal Avila Decía el canciller alemán Otto Von Bismarck que la política exterior de un Estado es la continuación de su política interior, así como "la diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios". La guerra que el PAN, el anterior gobierno de Vicente Fox y el actual de Felipe Calderón han declarado contra el "populismo", la han llevado del plano nacional electoral al plano diplomático internacional. Con todos los riesgos y peligros que ello implica. Entre otros, el convertir la política exterior de Estado, que prestigió a México en el plano internacional no hace muchos años, en una política exterior de Establo, por la visión cerril y facciosa que la inspira. Decía el canciller alemán Otto Von Bismarck que la política exterior de un Estado es la continuación de su política interior, así como "la diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios". La guerra que el PAN, el anterior gobierno de Vicente Fox y el actual de Felipe Calderón han declarado contra el "populismo", la han llevado del plano nacional electoral al plano diplomático internacional. Con todos los riesgos y peligros que ello implica. Entre otros, el convertir la política exterior de Estado, que prestigió a México en el plano internacional no hace muchos años, en una política exterior de Establo, por la visión cerril y facciosa que la inspira. En menos de una semana hemos tenido tres ejemplos lamentables de esta especie de "guerra santa" contra el populismo. Primero: Al asumir la presidencia de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), el dirigente nacional del PAN, Manuel Espino, anunció que su prioridad será "la recuperación de los gobiernos en toda América Latina para la causa demócrata cristiana", para lo cual "apoyaremos a todos los partidos integrantes de la ODCA para que lleguen al poder en sus naciones y para ello compartiremos estrategias y experiencias". ¿Qué implica esto? "Ofreceremos a todos los partidos asociados servicios en materia de comunicación, capacitación técnica, tecnología y métodos de trabajo para campañas electorales". Es decir, exportarán el modelo utilizado por el PAN y el gobierno en la pasada elección presidencial, donde se puso en riesgo la estabilidad política según el Tribunal Electoral, a países como Cuba, Costa Rica, Brasil, Chile, Ecuador, Perú, República Dominicana, Bolivia, Venezuela y seis más donde gobierna actualmente la izquierda. Hablamos del 49% de la población del continente americano y del 80% de los habitantes de Centro y Suramérica. Segundo ejemplo: Al reaparecer en la escena pública en calidad de conferencista, en la ciudad de Los Angeles, el expresidente Vicente Fox arremetió igualmente contra el populismo, en su versión de "dictadura perfecta", con uno más de sus dislates característicos: "América Latina debe huir de la `dictadura perfecta', como lo dijo el Nobel colombiano Mario Vargas Llosa". Así como Vargas Llosa no es colombiano ni premio Nobel, así debemos concluir que tampoco existen las "dictaduras perfectas" en América Latina, más que en la fantasía política de quien sí fundó y gobernó un país imaginario llamado "Foxilandia". El año pasado, en su calidad de presidente en campaña y de coordinador real de las actividades del candidato presidencial panista, Vicente Fox aludió en más de una decena de piezas oratorias al tema del populismo. El más mareador de ellos fue el del 21 de febrero del 2006: "En este gobierno ¡vomitamos el engaño, vomitamos la demagogia, vomitamos el populismo!". Tercer ejemplo: La cruzada santa contra el populismo llegó a Davos, Suiza, en el Foro Económico Mundial, en la voz del señor Felipe Calderón. En un (des)encuentro público con el presidente Lula Da Silva, de Brasil, el gobernante mexicano abrió fuego en términos similares a como lo hicieron Manuel Espino y Vicente Fox. "Sin decir nombres..., América Latina debe cuestionarse si es capaz de avanzar o retroceder, si apostamos por la democracia o permitimos que regresen dictaduras vitalicias". A lo que el Presidente brasileño reviró, poniendo nombre al innombrable: "El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fue elegido tres veces, todas de la forma más democrática posible, con presencia internacional, y defendiendo sus proyectos energéticos". Un día después, en Gran Bretaña, Felipe Calderón volvería al tema: "En México estamos blindados contra el populismo, en México no hay ni habrá expropiaciones", en alusión a las medidas adoptadas recientemente por los presidentes Evo Morales, de Bolivia, y Hugo Chávez, de Venezuela. La guerra santa de la derecha mexicana contra el "populismo" no preocuparía mucho si se redujera a su dimensión cómica. Sonaría divertida, entretenida y hasta quijotesca. Pero sucede que tiene una dimensión trágica, costosa e inconstitucional. De entrada, el titular del Ejecutivo federal no puede dirigir la política exterior de México conforme a los humores de su partido o conforme a una cruzada ideológica como la anunciada por la OCDA. El artículo 89, fracción X, de la Constitución ordena expresamente que "en la conducción de tal política (exterior), el titular del Poder Ejecutivo observará los siguientes principios normativos: la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de las controversias; la proscripción de las armas o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y la lucha por la paz y la seguridad internacionales". La adjetivación de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos como "populistas", "dictaduras perfectas", "dictaduras vitalicias" o cualquier otra calificación valorativa, así como el anuncio de una cruzada política para rescatar desde México a esos gobiernos, atenta por lo menos contra dos de los principios constitucionales de nuestra política exterior: la autodeterminación de los pueblos y la no intervención. Por otra parte, el señor Felipe Calderón es el menos indicado para cuestionar la legitimidad democrática de un mandatario en América Latina o en cualquier otra parte del mundo, ya que él mismo es producto de un modelo de imposición y usurpación electoral que ahora se busca exportar. Si alguien carece de autoridad moral para juzgar la calidad democrática o la actuación de algún otro mandatario, es nuestro gobierno. La actitud injerencista de los señores Calderón, Fox y del PAN en los asuntos políticos de otras naciones latinoamericanas es ilegal e ilegítima. Ponen en riesgo la política exterior de México basada en criterios constitucionales y abren irresponsablemente la puerta a que otros gobiernos intervengan recíprocamente en nuestros asuntos internos. El señor Calderón había ofrecido ser puente con América Latina, pero está actuando como punta de lanza o "cabeza de playa" contra América Latina. Ofreció apegarse a Derecho, pero ha terminado por plegarse a la derecha. Esta política exterior de establo, no de Estado, tendrá un alto costo para México. |
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