Raúl Zibechi
Europa podría perder el tren latinoamericano.
La deslegitimación del modelo neoliberal y el declive de la hegemonía estadunidense abren una nueva coyuntura en América Latina en la que se intensifican los roces y conflictos entre potencias globales y regionales para ocupar un papel protagónico en el futuro inmediato del continente. La reciente trigésima sexta Cumbre Iberoamericana, celebrada en Montevideo, fue escenario de esas pujas en las que España procura posicionarse al frente de una comunidad iberoamericana, mientras Brasil busca hacer fracasar las pretensiones hegemonistas europeas en favor de la integración regional sudamericana.
En esta ocasión faltaron nada menos que ocho presidentes. La ausencia más resonante fue la de Luiz Inacio Lula da Silva, quien argumentó cansancio luego de la agotadora campaña electoral. Se le sumaron Hugo Chávez y el peruano Alan García, además de varios centroamericanos.
La prensa española consideró la cumbre un "fracaso" y acusó al gobierno brasileño de "despreciar" la reunión y a Lula de "fotografiarse en la playa en lugar de asistir a una reunión que fue cambiada de fecha exclusivamente para beneficiarle" (El Mundo, 6/11/06).
La derecha regional estimó que la ausencia de Lula se debe a que no quiere ocupar "un plano secundario", no está dispuesto a posicionarse en el conflicto por las papeleras entre Argentina y Uruguay, y porque no sería "buen momento para confraternizar con Evo Morales y Kirchner, y menos aún asistir en silencio a los shows de Chávez" (El Universal, 5/11/06).
Otros medios fueron más prudentes y recordaron que se trata de una disputa política, económica y comercial. Clarín, que no es nada inocente en esta disputa, puso el dedo donde duele: "España tuvo una acumulación de capital notable estos años; su PBI pasa del billón de dólares, lo que le permitiría estar en el G-8. Y Latinoamérica contribuyó a ese proceso, que abarcó a sectores como agua, petróleo, finanzas y telefonía" (6/11/06).
Lo cierto es que la diplomacia brasileña hizo su opción, y priorizó la cumbre de la Comunidad Sudamericana de Naciones, a realizarse en Bolivia 8 y 9 de diciembre, frente a una reunión iberoamericana destinada a fortalecer el papel español en el continente.
Diversos analistas sostienen que a raíz de la firma del TLC entre Canadá, Estados Unidos y México, la Unión Europea modificó su visión de las relaciones con América Latina. La pérdida del mercado mexicano y la posibilidad de que esa situación se extendiera al resto del continente, activó el apoyo de los estados europeos a sus multinacionales, que buscaron atenuar los acuerdos de libre comercio con referencias a la "concertación política, cooperación económica y asociación económica", como sostiene Braulio Moro en Los intereses de las trasnacionales europeas en América Latina.
Desde 1992 España realizó 50 por ciento de las inversiones europeas en América Latina, y se sitúa hoy como el segundo inversor luego de Estados Unidos. La inversión en nuestro continente forma parte del proceso de restructuración de los grandes grupos empresariales españoles para colocarse en mejores condiciones frente a la competencia.
La particularidad de estas inversiones es que se realizan prioritariamente en servicios (telecomunicaciones, energía y banca), a diferencia de las francesas e inglesas, que se asientan en manufacturas; que 85 por ciento se concentran en Argentina (que absorbe 42 por ciento de las inversiones totales españolas), México y Brasil, y que la banca privada es su infantería de asalto.
En efecto, entre Bilbao Vizcaya (BBVA) y Santander Central Hispano (SCH) controlaban, en 2002, 22 por ciento de los depósitos de la región, 40 por ciento de los fondos de pensiones y 15 por ciento de los fondos de inversión. Ahora van por más.
Crear una zona de libre comercio Unión Europea-Mercosur o América Latina es vital para la expansión del capitalismo europeo. Felipe González, el ex presidente español, parece haber comprendido que para la salud del capital europeo es imprescindible bombardear la incipiente integración regional.
En la conferencia anual del Club de Madrid, según recoge la Agencia Mega 24 (21/10/06), González dijo que el Gasoducto del Sur entre Venezuela y la Patagonia argentina, pieza clave de la integración energética, es "una broma", y aseguró que "no se va a realizar". En el mismo acto, el economista jefe de la petrolera Repsol YPF, Antonio Merino, criticó los "nacionalismos energéticos" porque dificultan los "procesos de inversión". Ambos señalaron su preocupación porque la integración regional puede poner en dificultades la continuidad de la acumulación del capital europeo.
Esa fue una de las principales preocupaciones que atravesaron el quinto Foro Iberoamérica, realizado a finales de octubre (días antes de la cumbre de Montevideo) en Cartagena de Indias, impulsado por Felipe González, al que asistió la flor y nata del capital europeo: Ana Patricia Botín, presidenta de Banesto, principal accionista del Santander, que es el segundo grupo financiero de Europa; Manuel Pizarro, presidente de Gupo Endesa, multinacional española de la electricidad, y Jesús de Polanco, presidente del grupo mediático Prisa, que edita El País, entre otros.
Asistieron también Carlos Slim Helú y Gustavo Cisneros, megaempresario mediático venezolano. Una de las principales preocupaciones de este "diálogo entre poderosos" fue, en palabras de Enrique Iglesias (presidente del BID), que América Latina debe convertirse en "una reserva energética alternativa" frente al inminente colapso de la economía basada en el petróleo.
Lula se negó a avalar con su presencia las pretensiones españolas, al igual que Chávez y Kirchner, quien estuvo apenas unas horas en Montevideo. En diciembre, en La Paz, Bolivia puede ingesar al Mercosur y la integración regional puede dar otro importante paso adelante.
/tr> |
viernes, noviembre 10, 2006
ESPAÑA NO QUIERE SOLTAR EL HUESO.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 11:52 a.m.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario