Victor Flores Olea escrib en el Universal:
Golpes de Estado.
E n algún texto anterior dijimos que los comicios de México tenían las características de una elección de Estado, o de una elección del sistema impuesta por los poderes económicos y políticos; algunos señalan incluso que se trata de una nueva forma de golpes de Estado que se consuma por la vía de las urnas, bajo apariencia legal.
Antes los golpes de Estado se consumaban por la intervención de los ejércitos y de algún general que encabezaba la rebelión en contra del orden establecido. (En América Latina hemos conocido infinidad de casos.)
Ahora han cambiado los procedimientos golpistas pero no su sustancia real. La globalización de los consorcios y de sus agentes políticos procede de otra manera: busca que no se modifique el orden de cosas vigente, que se respeten las "reglas" de la nueva economía y de la nueva política: reglas que son inalterables y que debe evitarse sean puestas en duda, y menos por las aspiraciones electoreras de ciertos políticos "subversivos" o "disidentes" con tentaciones de reforma (en México se les ha llamado con "vocación mesiánica").
Para los intereses económicos de México (los privilegiados), y también para los de la potencia continental, resultaba absolutamente imprescindible frenar a Andrés Manuel López Obrador en sus aspiraciones presidenciales. Sobre todo por el peso específico de México en la región. Y por el hecho de que para esos intereses políticos y económicos no ha sido muy feliz la experiencia latinoamericana última: Venezuela, Bolivia, Argentina, hasta Brasil, en que han arribado al poder mandatarios que no se ajustan a los imperativos de la globalización en marcha, manejada por las grandes corporaciones. No podía tolerarse en el continente otro desatino semejante.
No en los cuarteles sino en los despachos de los jefes empresariales y en las oficinas de los políticos a su servicio. En México comenzó la batida golpista y antidemocrática con la idea del desafuero, que todo indica -¡oh paradoja!- que fue finalmente frenado por los altos mandos de un Ejército todavía nacional e institucional, que no quería mancharse las manos con una represión que se veía inminente. Fox y asociados fueron entonces obligados a abandonar la peregrina idea y a buscar otros caminos.
Y los encontraron en la misma campaña y a través de los medios informativos que, con calculada eficacia, abrumaron a la ciudadanía con una propaganda perversa que atizó el miedo en contra de cualquier modificación de nuestra vida pública, por mínima que fuera. López Obrador fue presentado como "un peligro para México". En el entretiempo, y como agradecimiento por los servicios rendidos, presentes y futuros, la presidencia mexicana de la servidumbre hasta modificó la ley para confirmarles a las corporaciones mediáticas no sólo su posición actual, sino también la ampliación ulterior de sus poderes.
Por supuesto: en su compromiso de servidumbre el mismo Presidente se calzó las botas de campaña y saturó al país con sus críticas al candidato de la coalición Por el Bien de Todos, y con su militancia en favor del panista. Todo ello en la más bárbara violación de las disposiciones electorales del país y hasta del buen juicio que debiera tener un mandatario, que en este caso se convirtió en su contrario desorbitado, inmoral e ilegal.
Por supuesto, el PAN y su candidato contribuyeron rotundamente a este golpe de Estado de nuevo tipo, lanzando una de las campañas más indecentes y costosas en que se pueda pensar, con una andanada de spots que el IFE procuró frenar sólo hasta el último momento, y ya que el mal se había consumado. Una pregunta para la historia: ¿cuál fue el costo real de la campaña de Calderón y de dónde provino ese gasto multimillonario? Debemos decir, sin embargo, que el atraco no se ha cumplido, y que es imprescindible luchar por la revisión de los votos, casilla por casilla, o al menos de las 50 mil que reclama el PRD. Ahora, por supuesto, el PAN argumenta que legalmente no es posible esa revisión.
Enseñan pronto el cobre los abogados leguleyos de ese partido, y el propio Calderón. Bien se sabe que los tribunales de última instancia tienen también como función interpretar y perfeccionar la norma, sobre todo ante la gravedad de este caso, en que se juega el futuro de la nación. La Constitución es la norma suprema en la materia cuando manda que las elecciones en México han de ser legales, objetivas y transparentes, y por tanto legítimas. Tales son los valores esenciales que tutela la Carta Magna y resulta que coinciden con la demanda mayoritaria del pueblo mexicano.
Por lo demás, el movimiento social y político de izquierda generado en esta batalla electoral ha de permanecer, ampliarse y enriquecerse, más allá de los próximos desenlaces ante tribunales. Cualquiera que sea el resultado cuantitativo de las elecciones, naturalmente con su efecto consagratorio presidencial, la izquierda mexicana ha de buscar la madurez y amplitud necesarias para librar las duras batallas que de todos modos ha de enfrentar en el porvenir.
Escritor y analista político
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lunes, julio 17, 2006
LAS DURAS BATALLAS DE HOY Y DEL PORVENIR.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 1:59 p.m.
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