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lunes, julio 17, 2006

Crónica de la marcha (también en kaosenlared)

México:
Resistencia civil
Edgar González Ruiz

El domingo 16 de julio en la capital mexicana, al presidir la mayor manifestación política de la historia del país, ante más de un millón de asistentes, Andrés Manuel López Obrador convocó a la resistencia civil y pacífica para la defensa del sufragio mediante un recuento minucioso voto por voto y casilla por casilla.
En ese tópico insistió AMLO durante su discurso, y fue uno de los lemas coreados por muchos de los manifestantes. Se trata de una demanda popular que significativamente no quiere aceptar la derecha mexicana, pues el pasado 2 de julio perpetró en las urnas un fraude de proporciones gigantescas, evidenciado por pruebas que ha ido dando a conocer la izquierda, lo mismo que por numerosos testimonios personales de muchos de los votantes, y que han sido difundidos en bitácoras de Internet (por ejemplo: www.elsenderodelpeje.com; senderodefecal.blogspot.com), ya que la mayoría de los periódicos y los grandes medios electrónicos mexicanos han seguido una interesada línea oficialista de ataque sistemático contra la izquierda.
A pesar de que el PAN, el sector empresarial y muchos medios de comunicación aliados a la derecha han expresado su desdén hacia la expresión del sentir de millones de mexicanos, es de tenerse en cuenta que la cifra de manifestantes del domingo tan solo en la ciudad de México quintuplica al dudoso número de votos que Fecal alega como ventaja electoral, a la vez que se niega a que se verifique la validez del sufragio.
El fraude mismo fue anticipado por una guerra sucia contra AMLO, que ha continuado luego de las elecciones, y que pretende no sólo evitar a toda costa la llegada de la izquierda al poder, dando por un hecho consumado el supuesto triunfo del candidato derechista Felipe Calderón, Fecal, sino desviar la atención popular de los escandalosos episodios de corrupción protagonizados por la llamada familia presidencial encabezada por Fox y su exvocera Marta Sahagún, y de los numerosos fiascos del foxismo, que inició su vida con la bandera de la alternancia, luego de más de 70 años de gobierno del PRI, y la termina haciendo gala de represión contra los trabajadores y perpetrando un fraude electoral.
En la ciudad de México, la televisión usa todos sus recursos sofísticos para atacar al candidato de la izquierda, lo mismo que en algunos diarios como La Crónica de Hoy, de inspiración salinista, y en muchos programas de radio, a todas horas los corifeos del régimen vociferan insultos y descalificaciones contra AMLO a la vez que llaman “acarreados” a sus seguidores y cultivan entre sus oyentes una mentalidad derechista que pretende hacerlos sentir como potentados que desprecian a la chusma.
“No somos acarreados ni renegados, somos ciudadanos bien informados”; “A la prensa extranjera: no te contagies, la prensa mexicana está enferma de la mentira”; “Televisa te idiotiza”, “Fecal, una estrella más del canal de las estrellas”, son algunas de las reflexiones escritas sobre pancartas y mantas, con que mucha gente del pueblo da su refutación espontánea y sincera a la actitud de las cadenas televisivas, como Televisa, de usar su poder en defensa de la derecha.
Luego de la asamblea informativa popular del pasado 8 de julio, Vicente Fox calificó a los partidarios de la izquierda como “renegados” de México, por lo que el mote se ha convertido, en un sentido irónico, en una de las principales consignas contra la imposición derechista: “todos somos renegados”.
En algunos sectores como el de los taxistas, expuestos todo el día a la propaganda radiofónica, la guerra sucia contra AMLO capta algunos prosélitos, pero toda esa guerra sucia no ha podido evitar la lucha por la defensa del voto, que no es un proyecto personal de AMLO sino una lucha compartida por cientos de miles de mexicanos que saben por quién votaron, por qué, y que en muchos casos constataron que su voto no fue respetado.
“Deposité mi voto el 2 de julio, pero no aparece. ¿Se quedaría con él Hildebrando, el cuñado de Calderón”, reza una gran pancarta que sostiene un señor vestido de traje y sombrero tejano, aludiendo al papel del cuñado de Fecal en la preparación del fraude electoral (“Los negocios de Hildebrando” en kaosenlared.net), mientras que otra pancarta dice “IFE=Televisa” y una adolescente muestra la frase “Fue mi primer voto y quiero que se respete” y otra joven exhibe: “Alto al fraude en nombre del amor” y un hombre de edad madura muestra su consigna: “Nadie nos robará la esperanza de que el pueblo sea gobernado por el pueblo” y otra pancarta proclama: “si dicen más mentiras, gritaremos más verdades”.
La lucha encabezada por AMLO es resultado también de la unidad popular en torno a un proyecto de nación centrado en la defensa de la justicia social, de la soberanía y del estado laico.
A pesar del inmenso aparato político y mediático que se ha lanzado contra él, ha bastado la sola convocatoria de López Obrador, lanzada en la anterior asamblea informativa, del sábado 8 de julio, para generar la espontánea organización de la gente, para producir la impresionante movilización popular que es producto, también, de un carisma que se explica por la identificación de AMLO con valores del pueblo mexicano contrarios al egoísmo que promueve la sociedad capitalista.
A la marcha de este domingo acudieron miles de personas provenientes de otros estados de la República, sorteando las distancias e incluso las presiones y agresiones por parte del aparato gubernamental y empresarial. Hay denuncias de contingentes de simpatizantes a los que por consigna de autoridades federales se les negó el transporte para trasladarse a la capital, e incluso de agresiones físicas contra gente que manifiesta su apoyo a la izquierda o que usa la cinta tricolor, distintivo de la lucha por el respeto al voto. Pese a ello, no sólo en la ciudad de México, sino en otras poblaciones de organizaron movilizaciones con ese objetivo, e incluso en ciudades del extranjero.
En la concentración había personas que expresaban su afecto hacia AMLO con lemas, pancartas y camisetas que llevaban impresas leyendas como “Se busca para presidente”, bajo un retrato de AMLO, “No estás solo”, “Obrador, eres valiente, estoy contigo”, o “AMLO a la silla (presidencial)”. Un letrero escrito a mano, que porta una señora de clase media dice: “Obrador demostró lo que se puede y se debe hacer con el dinero del pueblo”. El comentario hace referencia a medidas de beneficio social instauradas por el gobierno de AMLO en la capital, como los bonos de ayuda a los ancianos, así como la edificación de escuelas publicas.
Ideológicamente, el proyecto de nación que enarbola AMLO se opone el sustentado por la derecha, cada vez más neoliberal que católica, que sustenta como único valor el afán de lucro, y que pregona el elitismo y la falta de escrúpulos morales, así como la agresión contra aquellos a los que desde su óptica considera como “inferiores”, o como “nacos” (“cholos”, suele decirse en otros países).
“Para el PAN el pueblo no es otra cosa que una bola de nacos, revoltosos y renegados que sueñan con tener un país más equitativo, ignorantes que no entienden que el dinero, el poder y los privilegios solo son para los grandes empresarios”, es la consideración que un ciudadano expresa en una cartulina contra la propaganda sucia de los medios.
Detrás del enfrentamiento entre el pueblo que se expresa en las calles y el poder derechista empeñado en que el tiempo desgastará el entusiasmo popular, y los acuerdos convenencieros entre políticos derrotarán la inconformidad, hay una pugna por el futuro de México, similar a la que se vivió cuando Benito Juárez derrotó a los conservadores y a la intervención francesa.
Como ha sucedido en Irak y en Venezuela, los recursos naturales y en especial petroleros están en el trasfondo de esa disputa por la nación, pues AMLO propone usarlos en beneficio de la sociedad mexicana, mientras que Calderón pretende la privatización para favorecer a intereses extranjeros y a las élites mexicanas que pretenden instaurar una tradición monárquica.
Los actos populares en apoyo de AMLO han seguido un patrón creciente, superando incluso los convocados el año pasado con motivo del desafuero que contra él quería perpetrar el gobierno privándolo de sus derechos ciudadanos para evitar que compitiera en las elecciones. Todas ellas han sido concentraciones pacíficas, donde ha estado presente una espiritualidad popular, marcada por el resurgimiento de una idea compartida del bien que trasciende los intereses económicos.
En esos actos la gente se saluda, se reconoce, tiene atenciones con los demás, comparte una conciencia cívica. “Los estudiantes murieron en el 68 por el bien de todos, los revolucionarios también dieron su vida por las nuevas generaciones, y nosotros también vamos a luchar por los que vienen”, me dice una señora que espera la llegada de López Obrador en las inmediaciones del Zócalo.
La izquierda, que promueve una política de apoyo a la cultura y a la educación pública tiene el apoyo de un importante sector intelectual, de tal suerte que la marcha del domingo coincidió con la apertura de una muestra de artistas plásticos, caricaturistas y otros creadores en defensa de la democracia. En el museo de Arte Moderno, en Chapultepec, de donde partió la marcha hacia la plaza principal de la ciudad, se repartieron pósters elaborados por pintores que sumaron sus esfuerzos a la defensa de la democracia y del bienestar popular.
“El único y verdadero poder es el de la razón”, es la frase de Cristina Pacheco que leemos en una de las mamparas colocadas en la céntrica avenida Juárez, y la reflexión evoca el hecho de que la lucha cívica que se desarrolla en México es también contra una derecha que en sus orígenes revindicó la intolerancia clerical contra la libre expresión de las ideas y de la creación artística.
“Cuando los grandes poderes se confabulan contra un candidato, ¿dónde está la equidad?, ¿dónde la democracia?”; “La cultura es responsabilidad de todos, la democracia también”, son otras de las frases de intelectuales que se muestran en esos espacios.
Un aspecto importante y más soterrado de la pugna actual por la nación es la reivindicación de la historia y de la cultura ante una ideología neoliberal que adopta como uno de sus principales postulados la negación de la historia, incluso su eliminación de los programas escolares. En contraste con su desprecio hacia los que considera “inferiores”, “fracasados” y “nacos”, es decir, la gente que no centra su vida en los beneficios económicos o que no tiene acceso a ellos, muchos de los partidarios radicales de la derecha exhiben una asombrosa falta de cultura, cuya adquisición puede ser para muchos la dimensión más fundamental de la vida humana.

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