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lunes, julio 17, 2006

COLUMNA ACTORES Y ESCENARIOS

MANIQUEÍSMO 17 de julio del 2006

Por Luis Gabriel Osejo
www.aye.com.mx

¿Por qué no pensar, mejor, que quienes creemos que debe contarse voto por voto de las casillas impugnadas, lo único que pretendemos es legitimar al próximo presidente, que se cumpla el principio constitucional de certeza que es superior a la ley?

Coincido plenamente con lo expuesto por el Doctor en Derecho Constitucional Santiago Nieto Castillo en su artículo “Los caminos del Tribunal Federal Electoral” publicado la semana pasada en el sitio de Internet que se nombra al final de esta columna.

El joven jurista queretano hace una analogía con la frase inmortal de Voltaire (“Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero daría hasta mi vida por defender tu derecho a decirlo”) y dice que la gente puede estar o no estar de acuerdo con Andrés Manuel López Obrador y con su forma de actuar, “pero no podemos negar, bajo ninguna circunstancia, que tiene el derecho constitucional, inviolable de acudir ante los órganos jurisdiccionales para proteger sus derechos. Ese derecho tiene que ser respetado por todos nosotros si queremos portar con orgullo el gafete de demócratas”.

En lo que por supuesto no coinciden quienes, previo al dos de julio, calificaron a Andrés Manuel como un peligro para México; a quienes lo compararon, y lo siguen comparando, con el dictador venezolano Hugo Chávez; a quienes desde un cargo público le pidieron a los electores que no cambiara de caballo y, finalmente, a quienes clamaban la continuidad del modelo económico.

Ellos que son los mismos que ahora, de una manera más radical y con todo el apoyo -ahora sí- abierto y descarado de las televisoras y de muchas empresas nacionales y trasnacionales, le recuerdan al tabasqueño que cumpla con su compromiso de aceptar su derrota electoral, así fuera por un sólo voto.

No les importa que antes, durante y después de la jornada electoral se generaron las causas suficientes, y hablo tan sólo de las estrictamente precisadas en la ley, para dudar de que las del dos de julio fueron elecciones limpias, transparentes y justas.

(Los mil 400 millones de pesos que Fox gastó en espots de radio y televisión de enero a abril donde subliminalmente y directamente pedía el voto para la “continuidad” que representada por Felipe Calderón Hinojosa. En Querétaro: la indiscriminada entrega de despensas, ropa usada, material para la construcción, entrega de obra pública que jamás fue suspendida y los “errores” aritméticos donde sin “querer queriendo” se le agregaban 200 votos a la cuenta del candidato oficial y se le quitaban otros 100 a la del perredista).

Lo que no dicen, o evitan decir, o dicen veladamente quienes han continuado con esa guerra sucia llamada eufemísticamente “negativa”, es que el Partido Acción Nacional, en pleno uso y disfrute de su derecho constitucional, también ha demandado que se abran y se vuelvan a contar unas mil urnas en las que, sospechan, pudiera haber alguna suerte de trampa que pudo afectar la contabilidad de Calderón. Por el contrario, esas mismas voces también alertan que debido a la impugnación legal de AMLO, no la de FCH, la sociedad mexicana se está dividiendo en dos grandes bloques con un gran riesgo de que, tarde o temprano, estalle la violencia. “Lo que será responsabilidad del perredista” advirtieron la semana pasada dirigentes del PAN.

Lo que tampoco dicen es que nuestra Nación ya estaba dividida desde mucho tiempo atrás; es más desde su misma fundación. Aquí no existen dos o tres bloques, hay cientos, tal vez miles de bloques más que hemos logrado convivir sin ningún problema. Hoy somos muchos Méxicos: está el de los “perfumados” y el de los “jodidos”; el de los “nacos” y el de los “fresas”; el de los “gays” y el de los “hetero”; el de los “mochos” y el de los “libertinos”; el de los “gueros” y el de los “prietos”; el de los “indios” y el de los “españoles” (por cierto hace un par de años esta “polarización no electoral” sino más bien racial causó un enfrentamiento a cinturonazos entre dos diputados locales en un conocido restaurante queretano).

Ese no es el problema.El problema surge cuando toda esa gente (divida cultural e idiosincrásicamente de por sí) es enfrentada entre sí como parte de una estrategia de comunicación maniquea donde los que impugnan las elecciones son los malos y los que no las impugnan son los buenos; todo ello con la finalidad de encontrar un motivo lo suficientemente fuerte para pedirle a Andrés Manuel que desista de su derecho constitucional (“No dividas a México, acepta el resultado y deja te paso otra vez el video donde dijiste que ibas a aceptar tu derrota”).

Aquí pasa lo mismo que con el fútbol: todo mundo sabe y comprende, eso sí, que el clásico América-Chivas generalmente deriva en una tremenda zacapela en las tribunas gracias no tanto a la pasión que se vive en la cancha sino gracias a la manipulación mediática que se ha dado previo al encuentro.

Esa pasión inflada cual “urna mágica” del distrito 03 por muchos medios y voces del “Poder”, ha enfrentado entre sí a los amigos, a los compañeros de trabajo, a los vecinos e incluso a las familias que han dejado de darse los buenos días y han comenzado a mirarse sospechosamente (“tú haz de ser uno de los flojos de AMLO” y “tú haz de haber embarazado la urna”) lo que jamás debió de habernos ocurrido.

Por eso también coincido con Santiago que al final de su artículo pretende unir lo que ha sido dividido no por los candidatos sino por las campañas mediáticas. Como él me pregunto si en lugar de pensar que queremos imponer a la fuerza en la presidencia a nuestro candidato “¿Por qué no pensar, mejor, que quienes creemos que debe contarse voto por voto de las casillas impugnadas, lo único que pretendemos es legitimar al próximo presidente, que se cumpla el principio constitucional de certeza que es superior a la ley?”.

www.aye.com.mx

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