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jueves, abril 27, 2006

LA DECLINACIÓN DEL FOXISMO.

Lorenzo Meyer en el Reforma:


Lorenzo Meyer.

La declinación del foxismo.

Hoy hace falta corregir la desviación del foxismo para hacer de México una nación realmente democrática, con legalidad y un desarrollo eficaz.

De la grandeza posible a la mezquindad confirmada Pudo haber dejado una huella grande y positiva en la historia mexicana. Sin embargo, por fallas de carácter más una cadena de decisiones tomadas desde muy temprano, la huella que dejan Vicente Fox y el foxismo está terminando por ser innecesariamente pequeña y no particularmente valiosa. Lo de menos es el desperdicio de la oportunidad personal, lo lamentable es el desperdicio, una vez más, del tiempo histórico de México.

La hazaña política del 2 de julio del 2000 -ganar la Presidencia en las urnas a un partido antidemocrático que había permanecido en el poder por 71 años ininterrumpidos- abrió a un grupo que se dijo comprometido con un cambio sustantivo una de esas puertas que conducen a la gran coyuntura de una época y que la historia sólo franquea a unos pocos de tarde en tarde.

Sin embargo, por razones sin duda complejas -personales, de grupo y de clase-, Fox y los suyos decidieron no invertir su energía vital en el cambio prometido para, finalmente, dedicarse sólo a administrar y disfrutar del poder conquistado. Al no empeñarse en un combate frontal contra los grandes males colectivos heredados -una estructura social distorsionada, corrupción omnipresente, inseguridad, ineficiencia administrativa, mediocridad educativa, crecimiento económico insuficiente, entre otros muchos- el foxismo finalmente se deslizó por senderos conocidos y trillados por las inercias de los intereses creados hasta que desaparecieron de su horizonte las metas originales.

Del 7 al 1.9 por ciento.
Los indicadores de la degradación del proyecto foxista son varios y, a riesgo de ser prosaico, se puede empezar por el económico. De prometer un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) ligeramente superior al que México tuvo en la época del "milagro económico" de los 1950 y 1960, del 7 por ciento anual, lo único que logró entre 2001 y 2005 fue uno del 1.9 por ciento.

De ser la novena economía mundial en el 2000 México ha bajado cinco peldaños -uno por año- y hoy estamos en el lugar 14. Nuestro papel dentro de las economías emergentes es totalmente secundario: mientras el PIB chino crece hoy al 10.2 por ciento, el nuestro no llega al 4 por ciento.

El gobierno foxista festeja que la inflación es muy baja -4 por ciento- y que las reservas internacionales son altas -70 mil millones de dólares-, pero la inflación china es mucho más baja (1.3 por ciento) y sus reservas multiplican por 10 a las nuestras. El gobierno "de empresarios y para empresarios" resultó una decepción hasta en lo económico.

De Atenco a Lázaro Cárdenas.
En el arranque del primer gobierno de la etapa democrática, el Presidente y los suyos cometieron un error que entonces pudo atribuirse no a la arrogancia sino a la inexperiencia. Para iniciar un gran proyecto de obra pública -la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México- los foxistas decidieron, sin negociar con los propietarios de los terrenos afectados, expropiar a varias comunidades de larga historia, ofreciéndoles una compensación ridícula: siete pesos por metro cuadrado.

Los comuneros, en particular los de San Salvador Atenco en el estado de México -cuya historia de choques con el gobierno data, por lo menos, del siglo XIX-, opusieron al discurso de la "estricta legalidad" del gobierno otro donde el sentido de justicia tenía precedencia, sosteniendo que una legalidad injusta es ilegítima.

La sangre no llegó entonces al río porque tras las primeras confrontaciones entre la autoridad y unos comuneros armados de machetes -instrumento de trabajo con larga historia como arma- el Vicente Fox del 2002 prefirió pagar el costo de recular que sostener por la fuerza una posición que, de origen, tenía una falla de legitimidad. Fue, al final, la mejor salida.

Cuatro años más tarde y en relación al sindicato minero, el foxismo tomó el rumbo opuesto. Empujado quizá por los grupos Minera México y Villacero, el gobierno federal decidió desconocer y proceder legalmente contra Napoleón Gómez Urrutia, un líder minero de muy mala fama, como muchos otros de su especie, al que originalmente había reconocido y aceptado como interlocutor a pesar de que el gobierno anterior se había resistido a hacerlo.

Además, la Secretaría del Trabajo le dio el reconocimiento sorpresivo, inesperado, a otro personaje, Elías Morales, cuya base de apoyo entre los mineros es pequeña pero grande entre empresarios del ramo minero. El resultado final fue una huelga en el gran complejo de Sicartsa, en Michoacán, huelga calificada como "paro loco" por la autoridad laboral, un intento fallido de los gobiernos local y federal por quebrarla usando la fuerza pública, dos mineros muertos, heridos y, finalmente, un fracaso político mayúsculo.

La posición de fuerza del foxismo en el conflicto minero tiene una legitimidad muy débil por buscar imponer a un líder sindical "suyo" al trillado estilo del viejo régimen, y por lo selectivo de su embestida contra el sindicalismo corrupto, pues hasta hoy mantiene una buena relación con personajes tan similares a Gómez Urrutia como Elba Esther Gordillo y su SNTE o Carlos Romero Deschamps del STPRM. En materia sindical el foxismo terminó pareciéndose al priismo.

El 32.
Una de las promesas y premisas lógicas del foxismo era que el nuevo régimen pondría fin a un rasgo central del régimen autoritario priista: la simbiosis entre gobierno y partido. Obviamente hoy ya no hay partido de Estado, pero tampoco hay la separación tajante entre gobierno y partido que Vicente Fox le demandó a Ernesto Zedillo en vísperas de la elección del 2000.

En efecto, desde que concibió la peregrina idea de que su esposa podría aspirar a la Presidencia, Fox se empeñó en acabar con las posibilidades de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pudiera sucederle en la Presidencia. El fallido intento de desaforar a AMLO en el 2005 ha sido seguido por otro donde el Presidente, mandando a la basura su papel de jefe de Estado, se comporta como un activo militante de la campaña electoral.

La revista Emeequis (24 de abril, 2006) ha documentado muy bien la "cruzada personal" de Fox para, desde la Presidencia, descalificar sistemáticamente a AMLO y apoyar ya no a Marta Sahagún sino a Felipe Calderón: 32 referencias en el discurso presidencial fueron dedicadas a ese doble propósito entre el 7 de enero y el 26 de marzo. A estas alturas, las referencias ya pueden haber sobrepasado al medio centenar.Pero no es sólo en el discurso, sino en el uso del dinero público, del gasto social, de los programas contra la pobreza, como el gobierno foxista parece dispuesto a seguir los pasos del antiguo PRI para influir en el resultado del 2 de julio.

El Consejo Consultivo de Desarrollo Social (CDS) de Sedesol elaboró un estudio en torno al uso entre 2004 y 2005 de cinco programas sociales en contextos electorales -de Oportunidades al programa para Adultos Mayores- en el estado de México, Nayarit, Tlaxcala y Veracruz. El estudio concluyó que estos programas tienen la debilidad de poder ser usados para inducir el voto de entre 2 y 4 millones de pobres. El documento final estuvo listo a tiempo, desde fines del año pasado, pero Sedesol, y según ha denunciado desde uno de los organismos responsables del estudio -Fundar, Centro de Análisis e Investigación-, simplemente decidió no darse por enterada de las recomendaciones del CDS para impedir el uso electorero de los programas sociales el 2 de julio.

Hoy, esos millones de votos de pobres tienen el potencial de decidir la elección y lastimar seriamente su legitimidad.

En suma .
La enorme autoridad moral del inicio de la primera Presidencia democrática no se invirtió en lo fundamental: en dar forma a un nuevo estilo de gobernar y a un gran y auténtico proyecto nacional democrático. No se usó para llevar ante la justicia a los grandes corruptos o represores del pasado o para atacar a los intereses creados que impiden acabar con las inercias que fomentan la corrupción en los cuerpos de seguridad pública, evitar la degradación del medio ambiente o mejorar de manera decidida la calidad de la educación y de la ciencia y la tecnología, entre otras.

De manera irresponsable dedicó los grandes recursos recibidos por el petróleo al gasto corriente y dejó a Pemex seguir en su anemia en espera de que su crisis inevitable obligue a su privatización.Todo principio es determinante. Vicente Fox y el foxismo no estuvieron a la altura de las circunstancias. En buena medida el inicio del nuevo régimen se desperdició y eso hace doblemente importante enmendar el camino para poder transitar hacia la consolidación de una nación más justa, dinámica y democrática.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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