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sábado, marzo 10, 2007

CONJETURAS.

Llegó la hora de enjuiciar y destituir a un Presidente PDF Imprimir E-Mail
sábado, 10 de marzo de 2007

Por Alvaro Cepeda Neri

Prólogo Político

I.- La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, a la que se quiere reformar e incluso abolirla para darnos una nueva, no ha sido del todo llevada hasta sus últimas consecuencias. Es posible hasta la destitución de un Presidente en funciones por causa grave (volverse loco de atar como lo fue Fox) y por traición a la patria. Una tercera posibilidad es la de que el pueblo ejerza su derecho "inalienable" para alterar o modificar la forma de su gobierno.

II.- Esto supone desde una revuelta civil hasta un levantamiento revolucionario, cuando sus instituciones, en este caso el Congreso, no actúan como representantes de la sociedad en el contexto de la democracia indirecta. No se diga, como excusa perdonavidas, que el pueblo no está preparado ni sus instituciones para hacerle frente, con el mecanismo constitucional de nombrar presidente provisional e interino, a una destitución del Presidente en turno o llevar a juicio político a un ex presidente.
III.- Máxime cuando éste se encuentra, como Fox mismo, dentro del término del año posterior al final del encargo, para que responda de sus fechorías. Si alguna reforma, en términos de adición, necesita nuestra actual Ley Fundamental, es la de introducirle el mecanismo para destituir a un Presidente en funciones. Esto para que nunca más tengamos que soportar que un presidente del montón que hemos tenido, cause más daños de los que son suficientes para echarlo a la calle y llevarlo a juicio político y a juicio penal para que responda de sus actos y omisiones.
IV.- Actualmente todavía tenemos que aguantar a un Presidente en funciones durante todo el período y luego dejarlo ir amparado en el tríptico: corrupción, encubrimiento e impunidad. Si alguna, pues, adición, enriquecimiento, requieren los contenidos o fines constitucionales, es la de introducirle cómo y cuándo un Presidente en funciones o un ex presidente, deban ser enjuiciados para que den cuenta y razón de su conducta en un cargo donde hacen y deshacen.
V.- Y continúan con esa conducta de abusos porque saben que más que presidentes son reyes preconstitucionales por un sexenio y que ni siquiera, como aquellos monarcas por derecho divino, que metafísicamente daban cuenta y razón a Dios, pero los reyecitos a la mexicana ante nadie, absolutamente ante nadie, responden ni de sus actos y menos de sus omisiones, sean cuales fueran las consecuencias de ellos.
VI.- Actualmente la figura del juicio político es un adorno constitucional y ni siquiera juega un papel de potencial Espada de Damocles. Está jurídicamente en vigor, pero es ineficaz para juzgar conductas de funcionarios. Nadie ya le teme, porque saben que "todos coludos" tienen cola que les pisen y mejor se hacen de "la vista gorda". Cuando mucho han desempolvado el juicio político como amenaza no cumplida o para asustar a los enemigos.
VII.- Nuestra, por eso, elemental democracia y pobrísimo republicanismo, han permanecido incompletos. La nación, que siempre será el pueblo y, como tal, también la sociedad civil, debe aguantar las devastaciones económicas de la corrupción y las malas decisiones administrativas y políticas, porque todavía no hemos destituido a un Presidente en turno o enjuiciado a un ex presidente. Van y vienen sexenios y cuatrienios, desde Guadalupe Victoria (1824) hasta lo que va del de Calderón, sin ejercer esa medida del juicio político.
VIII.- Solamente Benito Juárez ha sido la excepción, en casi dos siglos, quien sometió a juicio político al tránsfuga de Antonio López de Santa Anna. Otros presidentes han sido renunciados; otros se han mandado matar entre sí; el grueso de ellos han permanecido, como presidentes del montón, sin que nadie ni nada les finque responsabilidades y les imponga sanciones. La impunidad política impera como regla general.
IX.- El caso es que ya no podemos esperar más o en una de esas la democracia indirecta, el pueblo, ejerce su derecho constitucional a destituir o enjuiciar presidentes por la vía social de la violencia, la opción que le han dejado quienes, más que pensar andan creyendo que la nación permanecerá indiferente por los siglos de los siglos. Vienen los centenarios de la Independencia y la Revolución (200 años de una y 100 de la otra), motivo suficiente de inspiración popular para hacerse justicia por su propia mano, si no hay un viraje histórico.
X.- Ese viraje histórico es el de poder enjuiciar a un Presidente en funciones y llegar a destituirlo mediante el juicio político y poder, también, llevar ante el tribunal legislativo del Congreso General (en calidad de una cámara acusadora y la otra resolutiva) a los ex presidentes. Se trata de que los representantes, en una democracia indirecta, actúen o la democracia directa del pueblo ejerce, colectivamente sus derechos, cuando no se gobierna en su beneficio y se le causan severos daños.

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