Hugo Carbajal Aguilar Este es un escrito que realmente me siento obligado a hacer. Hay ocasiones en que no se puede permanecer callado ante tantas enfermedades, epidemias que atacan a la sociedad y que -si las dejamos crecer- nos enferman.
Este es el caso singular del obispo Onésimo Cepeda que se ha atrevido en actitud muy propia de él, es decir, arrogante, vanidosa, farisaica, enferma, a demandar el pago millonario a un partido a causa de que el hablantín presidente de ese partido, lo injurió. Esto raya en la enfermedad, en la insania. Esto es un insulto a todos.
Preguntémonos:
¿Haber lastimado la "buena fama" de ese obispo se lava con dinero?
¿Una vez pagada esa cantidad queda a salvo el honor, la integridad, la probidad de ese obispo?
¿Si con 750 millones se lava esa afrenta no podríamos juntar otros 750 y volverlo a insultar?
Conocí a Onésimo en el seminario de Cuernavaca. El llegó a ese seminario única y exclusivamente a abusar de la nobleza de nuestro querido Señor Obispo Don Sergio porque -después lo supimos- de donde él provenía tenía dificultades para ser ordenado sacerdote. En una de sus primeras misas celebradas ante los seminaristas de entonces (fue en el monasterio benedictino de Ahuatepec) el recién ordenado sacerdote nos dijo: "Hubo gente que apostó a que yo no me ordenaba".
Junto con el P. José Luis Calvillo tuvo a su cargo la parroquia de Santa Catalina en la Col. Buena Vista donde empezó con sus misas de sanación propias del movimiento de renovación carismática. En esas misas -según las creencias de quienes participan- se logran curaciones casi o del todo milagrosas con la sola imposición de las manos del Padre y de los hermanos. Por cierto, el teólogo Raúl Vidales ofreció en el convento de la Catedral de Cuernavaca una conferencia sobre este movimiento al presbiterio todo de la diócesis que se reunía para reflexionar, para debatir, para acordar. Todo esto propiciado por Don Sergio que empujaba a sus curas a estar atentos a los problemas contemporáneos.
En esa charla, Vidales prácticamente evidenció la intención ideológica de los carismáticos. Movimiento nacido en EEUU que hace hincapié en el texto de los Hechos de los Apóstoles en el que se describe la venida del Espíritu Santo sobre todos ellos que, al momento, empezaron a hablar en lenguas. Recuérdese que la diócesis de Cuernavaca trabajaba en la línea de la Teología de la Liberación, de ahí que a Don Sergio y a sus sacerdotes más connotados los tuvieran en la lista negra.
Los carismáticos, al desviar la atención de los problemas centrales (hambre, marginación, desnudez, explotación...) que el Evangelio obliga a denunciar como consecuencias del pecado (según la Teología de la Liberación) se encierran en las prácticas de culto, entran en éxtasis, sanan milagrosamente, hacen oración y, totalmente enajenados e ideologizados con esa actitud justifican, en la práctica, todo un sistema socioeconómico injusto, cruel, inhumano. Por cierto, la llegada de los últimos dos Papas ha fortalecido esta tendencia y ha desacreditado y atacado a los teólogos de la liberación. Tómese en cuenta el caso de Leonardo Boff por citar un ejemplo.
Pues bien, a la salida de esa conferencia tuve esta charla con el P. Onésimo:
-No sé, dijo, si me quedo a comer con mis hermanos sacerdotes después de esto.
-Quédate, le dije, ¿por qué no?
-¿Qué no ves cómo me han atacado?
-No fue un ataque contra ti, fue un estudio de ese movimiento para que ustedes, los sacerdotes, formen su conciencia y actúen en consecuencia.
La charla subió de tono y ambos ya molestos entramos en franca discusión.
-Onésimo le dije, estuviste enfermo. ¿Dónde te fuiste a curar?
-A Suiza, me contestó.
-¿Y por qué no te curaste ahí, en tu parroquia? Tú (seguí ya en franco ataque) eres un advenedizo a esta diócesis. Has venido sólo a ordenarte abusando de la apertura de criterio de Don Sergio y todos sabemos que no vas a descansar hasta que consigas tu propósito, tu objetivo.
-¿Y cuál es mi objetivo según tú?
-Ser obispo, eso es todo.
Me alejé. Don Sergio estaba pensando en entregarme la dirección del periódico Correo del Sur, un semanario de reflexión y análisis que tuvo y gozó de aceptación en todo el Estado dando cuenta de acontecimientos relevantes con un punto de vista cristiano, es decir, parcial (a favor de los pobres) y -a la vez- objetivo (aunque parezca contradictorio). Esta es la razón de mi participación en esos eventos.
Creo -mi estimadísimo- que hay que desenmascarar a estos fariseos modernos, paradigmas del cinismo y la arrogancia. Creo que la Iglesia se ha comportado como una madrastra con sus mejores hijos y ha hecho crecer justo a aquellos que ofenden el mensaje evangélico dirigido a los pobres y cuidan las formas solemnes de los Escribas y Maestros de la Ley contemporáneos. Son los Fernández de Cevallos en el Senado; son los Cepeda en la Iglesia; son los Vega Galina, los Gómez Urrutia, los Gordillo Morales en los sindicatos; son los preciosos Marín y Estrada Cajigal en los gobiernos estatales...
Se impone un acto de contrición por parte de todos ellos. Algunos hasta se asumen como creyentes. Acto de contrición en el que reconozcan públicamente sus faltas, sus pecaminosos actos, sus mentiras, sus hipocresías.
Por parte nuestra se impone la organización, la participación. Se impone que entendamos a la democracia no sólo como el momento electoral sino como el acceso efectivo del pueblo a las decisiones económicas, políticas y culturales de este nuestro deshilachado país. Se impone que pensemos que los partidos son un medio no un fin y que la vía, la única vía -hoy por hoy- es la edificación de una sociedad socialista. |
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