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miércoles, julio 12, 2006

LA MANIPULACION ELECTORAL:UN GRAVE ATENTADO A NUESTRA SEGURIDAD NACIONAL.

Modesto Suarez escribe en el Reforma:


Una prueba para nuestra democracia.

En nuestro país el voto sigue sin ser respetado. La consolidación de la democracia exige cuentas claras y despejar las dudas.

Estoy absolutamente preparado para ir hasta donde los ciudadanos quieran, mediante la resistencia civil, activa, pacífica... Como sea: con plantones, mítines, meterme a Los Pinos, a donde sea; ir a deshacer el Tratado de Libre Comercio...Vicente Fox, 1991.

Mientras otros pueblos alcanzaron la democracia en un lapso relativamente breve, México ha requerido de una lucha muy dilatada todavía inconclusa. En nuestro país, la falta de respeto al voto ha sido la regla, no la excepción. El fraude electoral ha sido algo tan común y corriente como sentarse a comer.

La historia previa a la elección presidencial de 2006 muestra la existencia de una profunda animadversión abrigada desde el poder hacia Andrés Manuel López Obrador. Este político fue objeto de numerosos ataques con el claro propósito de cerrarle el paso hacia la Presidencia. El ejemplo más extremo fue el juicio de procedencia aprobado por la Cámara de Diputados el año pasado.

En la historia del México independiente, éste es sin duda alguna uno de los casos en donde el encono del poderoso hacia un adversario ha sido mayor; posiblemente, porque antes a los enemigos se les eliminaba del escenario político de la forma más expedita: mediante la corrupción, el exilio o el asesinato.

Por otro lado, la elección de los actuales consejeros ciudadanos del Instituto Federal Electoral fue hecha del modo menos apropiado: éstos fueron aprobados por el PRI y el PAN -sin la concurrencia del PRD- con base en recomendaciones políticas.Dados estos antecedentes -la animadversión hacia un candidato y la parcialidad en los nombramientos de los consejeros ciudadanos-, difícilmente podían estar garantizadas la certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y objetividad de las pasadas elecciones presidenciales.

Durante meses, el presidente Vicente Fox aprovechó los recursos que tenía a su disposición para hacer una incansable campaña a favor del candidato de su partido, descalificando las políticas económicas propuestas por el enemigo a vencer.

Meses también duró la guerra sucia electoral en contra del mismo adversario político a quien se trató de presentar ante los ciudadanos como "un peligro para México".

Finalmente, en la última etapa de la campaña electoral, el Consejo Coordinador Empresarial irrumpió en el escenario político con anuncios televisivos a través de los cuales pretendía reforzar la imagen negativa de ese mismo candidato de oposición.

Todo esto sucedió sin que el IFE interviniera con convicción y firmeza para preservar la equidad del proceso electoral.No solamente el Instituto Federal Electoral no cumplió a cabalidad con su deber durante la pasada campaña electoral; tampoco fue escrupuloso al presentar el Programa de Resultados Electorales Preliminares y el conteo distrital. En ambos casos se generaron dudas muy razonables sobre la posibilidad de una manipulación de los resultados de dichos recuentos a favor del candidato de Acción Nacional.

Ironía de la vida es que, al parecer, el consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, tiene afición a la prestidigitación y realizó estudios de mago profesional.

Cerrar los ojos a nuestra historia rica en fraudes electorales y sostener que hemos llegado a un estadio equivalente a la ilusión propuesta por Francis Fukuyama como "el fin de la historia", donde la democracia ha sido finalmente alcanzada y por lo tanto cualquier cambio en la orientación del poder es innecesario, sería engañarnos a nosotros mismos.

Si queremos que nuestra débil democracia no retroceda y por el contrario crezca y se consolide, todos los mexicanos deberíamos de preocuparnos por aclarar los resultados de la última elección presidencial, pues de haberse manipulado los resultados electorales estaríamos ante un grave atentado a nuestra seguridad nacional.

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