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martes, julio 11, 2006

ELECCIONES: LA ETICA Y EL DERECHO.

“Señores priistas: la trampa, el fraude, que es el aprovechamiento del engaño o del error del otro para obtener un beneficio –¡eso es fraude, también hay fraude electoral!– es la confesión pública que hacen ustedes de una derrota previsible. Porque si ustedes estuvieran seguros de ganar, no harían trampas. Porque si ustedes estuvieran tan seguros de ganar habría procesos incuestionables.”

En 1991– el diputado federal Felipe Calderón hizo una defensa encendida de la voluntad popular ante el priismo arbitrario.



Alvaro Delgado, escribe en Proceso:

México, D. F., 10 de julio (apro).-

Es urgente que haya claridad y escrúpulo: El proceso para elegir al presidente de la República sigue en marcha, desde el punto de vista jurídico, y Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón siguen siendo candidatos.

Al Instituto Federal Electoral (IFE), que ya cumplió controversialmente su cometido, no le corresponde constitucional ni legalmente declarar ganador, sino al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), previo desahogo de las impugnaciones y el cómputo final de los votos de los ciudadanos.Sólo entonces, de acuerdo con el artículo 99 de la Constitución, el TEPJF declara “en forma definidita e inatacable” la validez de la elección y se entrega la constancia al candidato que triunfó por la voluntad mayoritaria de la sociedad, así sea –efectivamente– por un voto.

De manera que no debe haber confusión: No existe, jurídicamente, un presidente de la República electo y las impugnaciones presentadas por quienes dicen sentirse afectados –acompañadas de pruebas– no deben alarmar a nadie, como tampoco el ejercicio de los derechos de manifestación, asociación y reunión que consagra la Constitución vigente.Tan sencillo como eso.

Pero esta obviedad constitucional y legal no es lo tanto ante el clima de distorsión que genera la propaganda partidista y oficial, así como de los poderes fácticos, y que incluye las solícitas felicitaciones de mandatarios extranjeros al candidato Calderón, quien –en congruencia con su formación de abogado, su historia y la de su partido– debería abstenerse de prohijar conductas que encajan en la ilegalidad.

De por medio está, ni más ni menos, que la estabilidad de la República y la unidad de sus habitantes, hoy más que nunca fracturados políticamente por la irrupción en las urnas del pluralismo.“El interés nacional es preeminente, todos los intereses parciales derivan de él y en él concurren”, establecía la Proyección de Principios de Doctrina del Partido Acción Nacional (PAN) en su fundación, de 1939, y que deberíamos recordar todos, no sólo los panistas, para, efectivamente, actuar en favor de la concordia.

Aludo al PAN sobre todo porque es el que se proclama como el partido de la legalidad y de la ética política, y –como ningún otro– establece en sus documentos básicos la guía de su comportamiento para honrar el sufragio efectivo de los ciudadanos, una lucha que inspiró su fundación. Tratándose de un procedimiento legal, como el que está en curso, nada deben temer el PAN y Calderón –y sus simpatizantes–, porque no es algo que no hayan exigido ellos antes, en todos los tonos y recurriendo a movilizaciones como las que promueve López Obrador.

Fox, para no ir más lejos, encabezó marchas, tomó edificios públicos y aun se propuso “deshacer” el Tratado de Libre Comercio en defensa del respeto al voto.En cumplimiento de su misión, también el PAN se ha comprometido a la estricta observancia de la Constitución y sus leyes, “sin aceptar pactos o acuerdos que lo subordinen a alguna organización del exterior, actuando con independencia de entidades o partidos extranjeros, y rechazando cualquier apoyo económico, político o propagandístico de entes jurídicos prohibidos por la ley”.En febrero se produjo un pronunciamiento de José María Aznar en favor de Calderón y las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores reconocieron que, por desconocimiento, violó la ley.

Ahora, con las felicitaciones de mandatarios extranjeros al candidato del PAN, no es posible alegar eso, salvo que deliberadamente se traicione el espíritu y la letra de los documentos del PAN, pero sobre todo la Constitución y las leyes.Al respecto cito lo que establece el Código de Ética del PAN: “Para Acción Nacional, la política es eminentemente ética. La ética rige a la acción política y al político tanto en su aspecto público como en el personal”.En ese sentido, conforme a su compromiso como organización política, la vigencia del sufragio efectivo es, ha sido y debe seguir siendo la lucha del PAN, salvo que –una vez más– haya sido ya depuesto y sustituido por otro propósito distinto, como la conquista y retención del poder a toda costa.

Entonces, es válido recordar otra guía de conducta de los militantes y simpatizantes del PAN: “Un fin éticamente valioso, no justifica la utilización de medios éticamente inadmisibles”.Congruente con su historia y sus documentos básicos, el PAN no tiene por qué oponerse al recuento de votos, tal como lo ordena la Constitución y la ley electoral, cuando –en 1991– el diputado federal Felipe Calderón hizo una defensa encendida de la voluntad popular ante el priismo arbitrario:“Señores priistas: la trampa, el fraude, que es el aprovechamiento del engaño o del error del otro para obtener un beneficio –¡eso es fraude, también hay fraude electoral!– es la confesión pública que hacen ustedes de una derrota previsible. Porque si ustedes estuvieran seguros de ganar, no harían trampas. Porque si ustedes estuvieran tan seguros de ganar habría procesos incuestionables.”En ese entonces, afirmó que el proceso electoral “no fue democrático”, porque se observó “la ausencia de varios elementos inherentes a toda democracia, como la igualdad de condiciones de competencia, la imparcialidad de autoridades administrativas y electorales, así como la transparencia en el uso de recursos. También la carencia de instrumentos eficaces inmanipulables para el ejercicio del voto y, sobre todo, la posibilidad del ejercicio del mismo de manera universal”, pues muchos electores se quedaron sin votar.

En esas elecciones federales de 1991, cuando ya existía el IFE, Calderón respondió a priistas que minimizaban las irregularidades por no afectar el resultado: “Es como decir: Sí hubo trampa, pero de todos modos te hubiéramos ganado”, y añadió: “La confesión más clara del fraude es que hacen trampa, independientemente de que haya sido determinante o no, y cuando ustedes reconocen la ilegalidad pero señalan que no es relevante, señores, están demostrando que la ética política la conocen de referencia, porque se es honesto o no se es”.

Remataba con un alegato que ahora rechazan el PAN y él mismo: “Entendemos que vengan a decirnos: ‘Aquí está la trampa, pero no encuadra en las causales del código. Aquí está la trampa, pero no es suficiente para cambiar el resultado’. Entendemos que lo digan en nombre del código, pero, señores, ¡no lo digan en nombre de la ética política! ¡No sean hipócritas!”.Así es.

Apuntes.
Si Vicente Fox jamás quiso ser presidente de todos los mexicanos, como lo ordena la Constitución, no tiene derecho tampoco a insistir en atizar el fuego tildando de “renegados” a los ciudadanos que lo cuestionan. Hay que ponerle el ejemplo de prudencia que él no tiene. Lo mismo al ciudadano candidato Calderón, quien llama a la concordia y al mismo tiempo condena “la opción de la violencia”… Por fortuna, la mala información que proporcionó la cancillería a los gobiernos que emitieron mensajes de felicitación al candidato Calderón ya mostró sus verdaderos efectos: reconocieron el fiasco, hasta este lunes por la tarde, George Bush y José Luis Rodríguez Zapatero. El vocero del PAN, César Nava, quiere minimizar esos golpes: “Felicitación dada ni Dios la quita…”. Una vez más, no es necesaria, sino urgente la prudencia entre adversarios, incluyendo las mensajes intimidatorios contra periodistas.

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