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miércoles, mayo 24, 2006

LOS DERECHOS HUMANOS DE FOXILANDIA.

El editorial de la Jornada:

Editorial.

¿Derechos humanos, o relaciones públicas?.

El gobierno que está por terminar llegó al poder con la promesa, entre muchas otras, de garantizar el pleno cumplimiento de los derechos humanos en el país. Como ocurre con el resto de sus compromisos iniciales, en este tema el foxismo deja, en vez de metas así fuera parcialmente cumplidas, una catástrofe: los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez no sólo no se detuvieron, sino que la epidemia de feminicidios se extendió a otras entidades y las víctimas y sus familiares siguen a la espera de justicia; los indígenas siguen siendo sujetos de discriminación, opresión y marginación; la tortura es, como hace cinco o seis años, práctica habitual; los campesinos que defienden su entorno y sus tierras suelen acabar en la cárcel, víctimas de procesos amañados; el sistema judicial sigue siendo importante fuente de violaciones a los derechos humanos; fue un fracaso el esclarecimiento y el castigo de los crímenes cometidos en décadas pasadas contra movimientos populares desde el poder público; el gobierno no ha mostrado el menor interés por defender las garantías y la integridad de los mexicanos que acuden a trabajar a territorio estadunidense; la procuración de justicia inventa culpables y es usada, desde el Ejecutivo federal, para hostilizar a adversarios políticos, como ocurrió en el intento de linchamiento judicial de Andrés Manuel López Obrador; se cometen ejecuciones extrajudiciales a manos de los cuerpos de seguridad del Estado.

Tal es el panorama de algunas de las violaciones a los derechos humanos bajo el foxismo, según se aprecia en el informe anual de Amnistía Internacional, divulgado ayer en diversas ciudades del mundo. El documento, referido al periodo 2005, enumera también los "pocos avances" en la materia: "se inició un Programa Nacional de Derechos Humanos, pero al parecer tuvo poco efecto; México ratificó el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional y resistió las presiones para que firmase un acuerdo bilateral ilícito de inmunidad con Estados Unidos; también ratificó el Protocolo Facultativo de la Convención de la ONU contra la Tortura (...)

Desempeñó, asimismo, un papel positivo en la promoción de la reforma de la ONU para fortalecer la protección de los derechos humanos (...) El Congreso reformó la Constitución y el Código de Justicia Militar, aboliendo la pena de muerte para todos los delitos; se iniciaron importantes reformas con respecto a la justicia de menores".


El documento de Amnistía Internacional, que ratifica y consolida el trabajo realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y por diversas ONG, se refiere al periodo del año pasado y no incluye, por ello, el inicio de la violencia represiva, cuyos antecedentes más inmediatos son los atropellos cometidos contra altermundistas en Guadalajara (2004) y Cancún (2005).

No menciona, en consecuencia, la brutalidad policial y el patrón de violaciones a los derechos humanos observado en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las Truchas, y confirmado después, como lineamiento y estrategia, en Texcoco y Atenco. Tampoco señala el "logro" de este año: la inclusión de México en el nuevo Comité de Derechos Humanos de la ONU, ni el ejercicio de la presidencia de esa instancia.

Como puede verse, los logros son mayoritariamente de papel, de diplomacia o de relaciones públicas. Pero las prácticas inveteradas de violación de derechos humanos siguen presentes, y fortalecidas en algunos casos, con la complacencia de gobiernos "amigos" ­el de Washington en primer lugar­, dispuestos a guardar silencio ante el desastre del foxismo en materia de derechos humanos, y hasta a promoverlo como un régimen que ha dejado atrás la barbarie y se ha inscrito en la plena normalidad democrática.

Estos ejercicios de simulación ­los locales y los foráneos­ contribuyen a la impunidad y a la reiteración de conductas violatorias de los derechos humanos, ámbito que, al igual que la economía, el desarrollo social y el acontecer político, tiene una representación en el país de las maravillas construido por el discurso oficial y que el ingenio popular conoce como Foxilandia.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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