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jueves, enero 31, 2008

EDITORIALISTAS DE LA JORNADA

Adolfo Sánchez Rebolledo

El tabú y la privatización

Convencido de su estrategia, el gobierno estimula la especulación en torno a la reforma energética pero se abstiene de dar cualquier explicación concreta o hacer una formulación propia sobre cuáles serían los objetivos deseables. Prefiere que sus aliados y algunos voceros oficiosos tomen la responsabilidad de calar qué tanta privatización aceptará la sociedad a las puertas de una nueva recesión. Del sueño guajiro de abrir sin trabas la explotación del petróleo al capital global, raíz y razón de la oleada privatizadora, ya se habla menos. Nadie, aseguran, quiere matar a la gallina de los huevos de oro. Por ahora, se dice, es urgente devolverle vida, eficacia, competitividad, a Petróleos Mexicanos (Pemex), aceptando que los campos petrolíferos se agotan y no hay recursos suficientes –ni tecnología disponible– para explorar y explotar otros ricos yacimientos. Sin embargo, el debate no estriba en si es necesaria o no la reforma de Pemex, asunto en el cual parecen existir amplias coincidencias; el tema, repito, es si se puede modernizar la industria sin violentar, como ya se hizo en el pasado, las disposiciones de la Carta Magna mediante el expediente de modificar las leyes reglamentarias.Leer mas...

John Saxe-Fernández

Energía: ¿cábalas privatizadoras?

Hace poco un diputado del PRI acusó al gobierno de propiciar en el Congreso “un debate clandestino” a favor de privatizar y extranjerizar Pemex, y agregó: “estaríamos ante un acto de insensatez, cuando los demás países guardan y cuidan su petróleo, porque sirve de instrumento de desarrollo, 90 por ciento del petróleo a nivel mundial está controlado por los Estados, estaríamos actuando a contracorriente” (emequis, 21-I-08, p. 37). Y es que las cábalas privatizadoras se propagan de Washington a Madrid y de “Baja” a Tabasco, en proporción directa al ascenso de la tasa de ganancia del sector petroeléctrico: uno que se posiciona como nodal en México y en el mundo del siglo XXI, que ya enfrenta límites geológicos y ambientales en torno a la disposición y quema de combustibles fósiles baratos y de fácil acceso.

En una atmósfera de impunidad, a pocos asombra que el Ejecutivo y el PAN actúen, por la vía de una “reforma energética”, como “cabilderos” de consorcios nacionales y extranjeros, que andan tras el sector de energía del país –sometido ya a una ilegal privatización de facto–. La iniciativa “privatizadora” (término que no le gusta a Rubén Camarillo, que impulsa en el Senado esos intereses bajo la rúbrica de la “modernización”) fue endosada por el senador Francisco Labastida, del PRI, presidente de la Comisión de Energía, adoptando términos y argumentos usados por el Banco Mundial en los sexenios de Salinas, Zedillo y Fox.Leer más...

Octavio Rodríguez Araujo

Legisladores de antes y de ahora

Los diputados y senadores de hoy parecen más torpes que los de antes. Esto es cierto y no, a la vez. Lo que ocurría en el pasado era que los legisladores no legislaban, y entonces nadie se preocupaba de seguirles la pista de lo que aprobaban, reprobaban o mandaban al congelador. El Ejecutivo era el principal legislador y las cámaras del Congreso de la Unión lo único que hacían, en el mejor de los casos, era corregir la sintaxis y la ortografía, y no siempre. Digamos que estábamos acostumbrados a que las leyes se nos impusieran y lo único que nos quedaba por hacer era buscarles la vuelta si acaso no estábamos de acuerdo. México es uno de esos países donde no se acaba de aprobar una ley y ya se está buscando cómo burlarla, como el sistema de virus y antivirus en las computadoras, pero sin el negocio de las empresas fabricantes de los antivirus.

En el presente, y desde que el Congreso de la Unión dejó de ser monopolio del Revolucionario Institucional, el Ejecutivo sigue enviando proyectos de leyes, pero ahora no se aprueban en automático. Y, a diferencia del pasado, cuando incluso se rechazaban las iniciativas emanadas de los mismos diputados o senadores (por consigna presidencial), en la actualidad los legisladores sí tratan de legislar, sobre todo los de la oposición, quienes suelen hacerlo sin buscar el visto bueno del Presidente del país. Este es un avance notable que no se ha apreciado suficientemente, como también lo es el hecho de que estemos, los ciudadanos, más pendientes de lo que hacen los diputados y los senadores que antes, cuando sólo eran levantadedos. Pero…

El problema es que, al igual que en el pasado, en el presente se aprueban leyes mal hechas, llenas de agujeros, con fisuras legales que provocan controversias y hasta gazapos que se vuelven motivo de burlas cuando son descubiertos. La diferencia es que ahora sí las vemos, las analizan los juristas, las atacan los que no están de acuerdo y las defienden los que sí. Es decir, se discuten entre la opinión pública y no sólo en las cámaras, aunque frecuentemente esas discusiones no sirven de nada porque ahora también tenemos que soportar a diputados y a senadores que no son independientes y que funcionan por consigna. Y aquí también hay otra diferencia: antes el presidente de México daba consigna a los líderes de ambas cámaras, siempre del PRI, y todos los priístas –la absoluta mayoría– aceptaban esa consigna, con muy raras excepciones. Ahora el Presidente del país trata de hacer lo mismo, pero con los diputados de su partido (el PAN) por medio de la intervención del dirigente panista (Germán Martínez), quien ordena a sus diputados respaldar las políticas de Calderón (La Jornada, 29/01/08). La diferencia, no siempre positiva, es que los demás legisladores, también con excepciones, reciben consignas, en este caso de sus partidos (práctica común en muchos países), que anulan en los hechos su independencia, su libre albedrío y su compromiso con los ciudadanos (que debiera estar por encima de su compromiso partidario).

Lo que ha ocurrido con la elección de los consejeros electorales es sintomático. Se supone que el Instituto Federal Electoral, como órgano estatal autónomo, debería estar compuesto por consejeros ciudadanos no comprometidos con ningún partido. Sin embargo, los mismos diputados de todos los partidos, por someterse a éstos, han partidizado (valga la expresión) sus posibles selecciones de los consejeros del IFE. La lógica que han seguido es la siguiente: si un ciudadano, cualquiera, es propuesto por los diputados de una bancada partidaria, automáticamente ese ciudadano se convierte en un simpatizante de ese partido, independientemente de que lo sea. A partir de ahí se dan las negociaciones, los cabildeos y quizá también los convencimientos mediante promesas no siempre éticas. Búsqueda de consensos, le han llamado. El resultado no sólo ha sido la posposición de la elección de los sustitutos de los tramposos que avalaron los fraudes de la elección presidencial de 2006, sino que ya se les hizo bolas el engrudo. Estos diputados se han burlado de sus mismos plazos legales y, peor aún, de sus propios procedimientos para elegir a los consejeros. Les hicieron exámenes, revisaron sus currículos, los entrevistaron y luego los calificaron, y al final “dice mi mamá que siempre no”. ¿Han actuado como personas inteligentes, libres de presiones, que no sean las de los ciudadanos ahí representados? No. Han actuado en función de intereses partidarios y, ¿por qué no decirlo?, hasta han lesionado la imagen pública de varias decenas de personas honorables y especialistas en asuntos electorales, poniendo en entredicho su autonomía por la única razón de que han sido propuestos por los diputados de un partido. ¿Y quién más podría proponerlos, si la mayoría de los diputados actúan como militantes sumisos de los partidos que los llevaron a la Cámara? Círculo vicioso que será difícil romper.

Bueno sería que ahora, cuando los ciudadanos nos interesamos en lo que hacen los legisladores (interés que no existía antes), los diputados y los senadores actuaran como personas sensatas, inteligentes y dignos representantes de la nación y no de sus partidos. Fueron votados, supuestamente, por su identificación con el partido que los propuso como candidatos. Esto está bien, pues brinda a los ciudadanos la posibilidad de escoger, digamos, entre la derecha, la centro-derecha y la centro-izquierda, tres posiciones políticas más o menos diferenciadas. Pero nadie les dio un cheque en blanco para que subordinen la representación de la nación que tienen por la representación de sus partidos. El papel de los partidos es escoger a sus candidatos, no convertirlos en robots controlados como quieren hacer, explícitamente y como en los viejos tiempos, el presidente del PAN y Calderón.

PAN y PRI amenazan con mayoritear la elección de consejeros electorales

Con o sin el PRD habrá una decisión el 7 de febrero, advierte el priísta Gamboa Patrón. Leer más...

Este México nuestro tan vapuleado, yo pregunto: ¿Que autoridad moral puede tener ese insano sujeto de apellido Gamboa Patrón?. Todos oimos la grabación donde su cómplice en la red de pederastas Kamel Nacif le dice: "Dale pa trás papá". De todo mundo es sabido los nexos que Gamboa Patrón tuvo con el oscuro y nefasto Miguel de la Madrid. ¿Y en manos de estos sujetos está el destino de la República?. Hasta cuando, México.

Una razón mas para apoyar al PEJE y a la Resistencia Civil Pacífica.

México SA

Carlos Fernández-Vega
cfvmx@yahoo.com.mxcfv@prodigy.net.mx

Que siempre sí

El “navío de gran calado” se tambalea

Slim no quiere perder su primer sitio en Forbes

Que la economía mexicana siempre no es un “navío de gran calado”; que la perspectiva recesiva en Estados Unidos siempre no nos hace lo que el viento a Juárez; que siempre no “los riesgos” se convirtieron “en oportunidades”; y que al inquilino de Los Pinos siempre no le “emociona un poquito” el “escenario preocupante” ni su especialidad es “navegar contra corriente”, o lo que es lo mismo, que siempre sí fue real lo que de tiempo atrás todos advirtieron y que el gobierno de la “continuidad” reiteradamente negó.

Vicenlipe Foxderón, toma dos: tal cual le sucedió a su antecesor, el de las ideas cortas y la lengua larga, al actual inquilino de Los Pinos la recesión estadunidense (la segunda en seis años) lo agarra con el micrófono activo y los dedos en la puerta. Allá por mayo de 2001, cuando todo el mundo había tomando providencias para enfrentar la sacudida estadunidense (la primera de baby Bush) Felicente Caldefox sonreía porque “el futuro se ve brillante, se ve próspero”, el país “está en marcha”, la economía “va caminando” y “estamos alentando el desarrollo y las acciones productivas”, todo ello en medio de recortes al presupuesto federal y la advertencia del Banco de México sobre el “crecimiento cero” de la economía mexicana.

Seis años después, Vicenlipe Foxderón se burló de aquellos que pronosticaban (entre ellos algunos funcionarios de Hacienda) una nueva ola recesiva en el vecino del norte, y a cambio repartió cualquier cantidad de dichos ocurrentes (entre ellos los citados) para evadir el tema, porque, como decía su antecesor, la economía mexicana “está muy sólida”. Por cierto en este segundo round, algunos funcionarios del Banco de México no fueron tan precisos como en 2001, como en el caso del director de Análisis del Sistema Financiero de esa institución, quien en agosto pasado descartó “algún riesgo de contagio” por la crisis hipotecaria estadunidense, porque, decía, “está muy acotado”.

Pues bien, el “navío de gran calado” se tambalea, y el inquilino de Los Pinos mandó a su secretario de Hacienda, Agustín Carstens, y éste a sus subsecretario, Alejandro Werner, a dar la cara y reconocer que, “haiga sido como haiga sido”, siempre sí pegará fuerte la recesión del vecino del norte, ergo comenzaron los recortes y el relativo al ritmo de crecimiento económico en primerísimo lugar.Leer más...




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