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jueves, septiembre 14, 2006

LA DEMOCRACIA DE ELLOS, NO LA DEL PUEBLO.

Opinión México.

Algunas lecturas de la elección del 2006

Por: Julio Pomar
(especial para ARGENPRESS.info)
(Fecha publicación:12/09/2006)

Las elecciones de este año, cuyo proceso total está aún en curso de desarrollo, han dejado algunas lecturas preliminares que las fuerzas de la democracia y el pueblo debieran tomar en cuenta.

La primera de esas lecciones es que la oligarquía, el gobierno de los pocos, y muy ricos por añadidura, jamás estará dispuesta a soltar el poder que conquistaron cuando el PRI perdió el horizonte social, popular y nacionalista que le dio sustento por siete décadas, que al final de esa etapa estaba muy menguado por la acción combinada durante esa etapa de los mismos derechistas fuera y dentro del ex partidazo, y de los intereses plutocráticos internacionales, esto es, las fuerzas del imperio.

Principal responsabilidad histórica y política en la caída real del PRI la han tenido unas dirigencias partidarias muy “pragmáticas”, cada vez más enredadas en complicidades con las fuerzas de la regresión interna. Que ahora viajan a la cola del PAN, en acecho para conquistar pequeñas parcelas de poder, perdido ya el gran aliento político, social y popular que tuvo este partido en la post Revolución, verdadera alianza de las fuerzas populares de entonces.

Ya lo han dicho los panistas desde el comienzo del sexenio de Vicente Fox Quesada, personero de ellos y, sobre todo, de la alianza entre grandes empresarios, alto clero y fuerzas externas del imperio. Ellos se quedarán en el poder por décadas. Ese es su designio y a ello han convocado a todas las clases y sectores sociales que de alguna forma les son afines, en algunos casos alienadamente, como cierto segmento de las clases medias que marcha al revés del reloj de la historia, esto es, conservadora o reaccionariamente.

Hasta hoy la derecha real, la de los poderes fácticos, ha tenido éxito, pero si ha vencido, no ha convencido más que a esos adherentes habituales, a su clientela normal, la que siempre ha estado en contra de los avances populares y nacionales, pero que ha crecido desde que el viejo partido de Estado, el PRI, abandonó sus trincheras populares y nacionalistas.

Para todos ellos no hay más potencia en el mundo que la estadunidense. En muchos de esos sectores priva la pretensión de una suerte de anexión de México por Estados Unidos. Se dicen pragmáticos, pues. Y predican: si no puedes con el enemigo, únete a él. Que en este caso significa “sométete a él”, entra a su servicio.

En la frontera norte, y en algunas extensas zonas del norte, sectores poderosos de la burguesía local, que frecuentemente es también nacional (Monterrey, por ejemplo), junto con segmentos de las clases medias, hace muchos años piensan que a México “le iría mucho mejor” si fuera anexionado por los Estados Unidos.

De ahí el éxito de Carlos Salinas (1988-1994) en estas zonas norteñas, quien les “llenó la pupila” con su prédica de que con él ingresábamos ya al “Primer Mundo”.

La izquierda no ha sido capaz de competirle con eficacia a la derecha en esta vasta zona del país, pese a que en materia de desigualdad social no escapan a las lacerantes realidades que se dan en otras regiones.

Pero también en el centro católico -los Estados de Guanajuato, Querétaro, partes de Jalisco y Michoacán, y Colima, que integran lo que se conoce como el Bajío, ruta histórica de la plata novohispana y entonces granero del país- con gran peso económico y una influencia poderosa de la iglesia integrista y ultra, existe si no la tendencia a ser anexionados por Estados Unidos, pues están muy alejados de la frontera, sí a servirles de punto de apoyo para el dominio interior coaligado (de lo cual es muestra más que fehaciente Fox, ex empleado de angora de la Coca Cola).

Aquí tampoco la izquierda ha podido articular y ejercer una política popular que se oponga a los latrocinios sociales que cometen las clases privilegiadas.En parte porque el control clerical en esta parte del país es asfixiante.

No en balde el primer presidente de derecha, no priísta, ha sido Vicente Fox, precisamente surgido de Guanajuato, de padres extranjeros -él estadunidense avecindado en la zona y ella española, aunque de ascendencia gitana- y más concretamente de una de las cunas del sinarquismo, o fascismo rural y provinciano que surgió como resultado excrecente de la Guerra Cristera de fines de los 20 del siglo pasado, o sea, la ciudad de León, también llamada Sinarcópolis.

Lemas y emblemas cristeros fueron seguidamente ostentados por Fox tanto en su campaña electoral como en los primeros tiempos de su presidencia, junto con el desprecio y atentado a lemas y emblemas del liberalismo juarista.

Y no en balde una de las regiones más empobrecidas de México está en estos estados, con particular énfasis en Querétaro y en Michoacán, entidad ésta última gran expulsora de mano de obra, pese a la existencia de un cardenismo romántico -referido al expresidente agrarista y expropiador del petróleo (1936-1940)- que se expresa en apoyos populares a los dos Cárdenas vivientes -Cuauhtémoc y su hijo Lázaro, actual gobernador- quienes no se sumaron enérgicamente a la candidatura de López Obrador, aunque tampoco abjuraron de ella, y ahora se han apresurado a reconocer al panista Calderón como presidente electo de México y dan por bueno el dictamen encubridor del fraude de Estado del Tribunal Electoral que ungió al espurio, instando a todos los mexicanos a aceptar este resultado.

La oligarquía, encaramada por hoy en el poder presidencial, no tiene ninguna intención de soltarlo. Ahora se escuda en un torcido respeto a la legalidad, a las instituciones y al llamado Estado de Derecho.

Mañana quien sabe qué harán. Sobre todo si se entiende en lo que vale el mensaje calderonista, del doble lenguaje inveterado del PAN, donde a la vez que convoca a la concordia de todos los mexicanos, enarbola la prédica de que con él “los pacíficos” vencieron a “los violentos”, lo cual es un anticipo de la “mano dura” (“firme”, dice él) que habrá de aplicar, junto con las voces ultras que desde el gobierno (Abascal) y el PAN (Héctor Larios) amenazan con “quitarle” el registro de partido al PRD y lanzarlo a la ilegalidad y a la proscripción.

Esa es la primera gran lectura que las fuerzas populares y democráticas deben y pueden tener del proceso electoral del 2006. La derecha y la oligarquía no dejarán el poder de manera fácil, por más que se rasguen las vestiduras por la democracia. O sea, por “su” democracia, que no es la del pueblo ni de la nación.

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