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lunes, agosto 28, 2006

¿LEGITIMIDAD? ¿EN UN SISTEMA CORRUPTO?.

Legalidad y legitimidad.

Víctor Flores Olea.
28 de agosto de 2006.

L o más agudo del conflicto presente, en su versión electoral, está centrado en los términos del título de este artículo, aunque tal vez debiera decir, con mayor exactitud, "legalidad versus legitimidad", que son los extremos en que se han situado las partes.

Cuando Andrés Manuel López Obrador argumenta que, en caso dado, Felipe Calderón sería un presidente sin legitimidad, por las tremendas irregularidades del proceso electoral en su conjunto, no le falta razón y razones.
A nadie le quedan dudas de que en la jornada del 2 de julio y días siguientes se cometieron irregularidades en el depósito y conteo de los votos (y el muy probable fraude cibernético), aunque yo prefiero subrayar que esta elección se envileció sobre todo en la etapa anterior a esa fecha, por la perversa participación del Presidente de la República y de los recursos del Estado en favor de un candidato y en contra del otro. Y por una publicidad ilegal del candidato del PAN (y de la iniciativa privada), que sólo se frenó relativamente por el IFE en los últimos días de la campaña, y esto ante el escándalo público que había provocado tanto cinismo.

Se repite con machacona frecuencia: "Los mexicanos debemos respetar las instituciones que nos hemos dado", pero no se dice que las instituciones han de respetar los derechos de los mexicanos, ya que fueron precisamente construidas para servirlos. Se dice lo primero como si las instituciones operaran en el vacío, no manejadas por hombres y mujeres con intereses, y que muchas veces han sido corrompidas y puestas al servicio de inconfesables intereses. Se trata de un uso mistificado de las palabras, que sólo tine un propósito: defender la situación imperante, impedir que se modifique (y mejore) aun sea en un ápice.

Se ha dicho recientemente que en la tradición judeo-cristiana se sostuvo que "el sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado"; es decir, la ley se hizo para servir a la sociedad y no para exigirle a la sociedad una pleitesía que no necesariamente se merecen la ley y las instituciones. O se ha recordado que Sócrates enseñó que las leyes de Atenas eran justas, pero que fueron injustos los jueces que lo condenaron a muerte (Enrique Dussel, La Jornada, 22/08/06). Casos en que la legalidad no coincide con la legitimidad.

En otros términos, la "legalidad" en abstracto y el reconocimiento de las instituciones no están desvinculados de su legitimidad, es decir, de su efectivo y recto funcionamiento. Desde muy antiguo en la sociedad se ha sostenido que el ideal político y social es que coincidan legalidad y legitimidad, pero esa es precisamente la lucha de siempre no sólo para alcanzar un auténtico estado de derecho, sino para hacer efectiva una real democracia en provecho de la sociedad. En muchos aspectos la derecha desconoce esa lucha antigua y arraigada, y simplemente sostiene que ha de atenderse el mandato de la "legalidad", haciendo caso omiso de su legitimidad.

Tal es el núcleo del conflicto actual, y hasta donde es posible verlo, el corazón de la lucha que lleva a cabo la coalición Por el Bien de Todos, en una situación extremadamente difícil.

La afirmación de la legalidad en abstracto es la debilidad mayor del partido de la derecha, porque antes la violentó descaradamente y ahora exige que se cumpla sin chistar. En cambio, la fuerza crítica de la coalición consiste en señalar la ausencia de legitimidad en el triunfo del candidato de la derecha, aunque su debilidad, en el mundo real de las relaciones políticas y sociales, es que "parece" escapar de la formalidad actual (asumiendo una posición "subversiva"), ya que la derecha, y cantidad de miembros de la sociedad civil, que no tienen a la mano estos razonamientos, prefieren simplemente que se atienda el mandato de los "jueces", sin preguntarse sobre la legitimidad de sus órdenes y conclusiones.

Más allá de los muy complicados eventos que seguramente aún vivirá el país en los próximos días, la cuestión de la izquierda en México está más presente que nunca. La cuestión de una sólida izquierda capaz de ir más lejos de la circunstancia de cada elección y de cada "alianza" que impone la coyuntura. Como ha aspirado siempre la izquierda, ser el partido de la inteligencia y efectivamente del "bien de todos". Sobre todo en un tiempo en que resulta abrumadora la alianza de las fuerzas de la derecha, no sólo a escala nacional sino mundial, para impedir que la izquierda ocupe puestos de poder que pudieran hacer variar, así sea en lo mínimo, la dirección neoliberal no únicamente de la economía sino de la política, de la cultura, de las ideas.

Sólo ganando al menos por un 5% ó 6% López Obrador hubiera sido reconocido como indiscutible triunfador. No obstante, en efecto, la izquierda avanzó en estos últimos tiempos como posiblemente nunca antes en la historia del país, y esto debe ser aprovechado para las luchas que próximamente vendrán. Sobre todo para esas luchas cruciales del futuro en que el pueblo de México buscará que coincidan plenamente legalidad y legitimidad.

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