MAS BIEN ES LA FECALCRACIA.

Acabar con la democracia a nombre de la democracia

sábado, 03 de febrero de 2007

Por María Teresa Jardí En cualquier lugar del mundo que aspire a ser algo más que el más bananero de los países habría bastado la contratación del hermano de la mujer del candidato Calderón para que el IFE se hubiera renovado dos días después de la cuestionada elección. Pero por estos días los intelectuales a modo del sistema han orquestado una campaña en defensa de la permanencia de los consejeros del IFE, incluyendo evidentemente a su notoriamente impresentable presidente. En México no se respeta el Estado de Derecho porque nunca hemos vivido en un Estado de Derecho y no sabemos lo que significa esa forma de vida civilizada. En nombre de la democracia, que tampoco conocemos, porque México no es una democracia y lejos de acercarse a esa figura, aunque fuera de manera formal como era la apuesta ciudadana en 2000, el IFE nos alejó definitivamente de esa posibilidad con el fraude que el IFE encabezó el 2006. En nombre de la democracia defienden a los impulsores del fraude que acabó con la democracia. Tramposos hasta en el manejo del lenguaje los intelectuales a modo del sistema. Fraude reconocido incluso por el TRIFE hablando de "inconsistencias", en tanto se forraban los bolsillos con pagos millonarios los magistrados del tribunal electoral. Fraude borrado de un plumazo, incluso en sus "inconstancias", por los intelectuales al servicio del Poder. Al servicio del Poder en turno, digamos, porque siempre están al servicio del que manda y ni siquiera es que tenga que ver con ideologías o con militancias partidarias. Más allá de minucias, como el pago de la costosísima boda de Ugalde con dinero del erario, olvidan en el cajón de los recuerdos --indeseables, supongo-- el hecho de que el cuñado de uno de los candidatos haya sido el contratado para dar los resultados de una elección cuestionada por treinta millones de ciudadanos convencidos de que no ganó a quien el cuñado le levantó la mano como ganador. Contratación inmoral, amén de ilegal, aunque hubiera ganado el candidato al que se le robó la elección. Y esa ilegalidad es suficiente para que el IFE se convierta en un instituto no confiable para millones de ciudadanos y eso sólo bastaría en el más elemental Estado de Derecho para que se renovara el IFE de los pies a la cabeza. Dejar a los consejeros y muy en particular al impresentable presidente de ese instituto hasta 2010, da, al contrario de lo que los intelectuales aseguran, al traste con el IFE de manera definitiva. Claro que a lo mejor eso es lo que buscan de cara a favorecer que el monopolio del poder siga en manos de unas cuantas familias mafiosas que hoy en México dictan todas las reglas del juego evidenciando el fin del sistema político a base de corrupción inaudita de la clase política.