El planteamiento del ex presidente Carlos Salinas sobre la necesidad de mejorar las relaciones con Cuba es indiscutible. México debe mejorar no sólo sus relaciones con Cuba, sino también con Venezuela y con el resto de América Latina, y recuperar el liderazgo perdido durante el sexenio foxista. Sin embargo, dado los antecedentes de Salinas, se requiere indagar, como dice un funcionario cubano, “qué es lo que hay detrás” del planteamiento. Todo parece indicar que la sugerencia de Salinas es motivada por los cambios que se avecinan en Estados Unidos, no en Cuba.
Coinciden analistas, como Julia Sweig en Foreign Affaire, que la tan esperada “transición del poder” en Cuba ya ocurrió. El país es dirigido por Raúl Castro y un grupo de prominentes políticos que han establecido nuevas formas de tomar decisiones. Para sorpresa de los escépticos, con la salida de Fidel no ocurrió el tan vaticinado cataclismo político; el pueblo está tranquilo y sigue participando en la construcción de su país. Se prevé que esa tranquilidad continúe cuando Raúl deje el gobierno en un futuro no muy lejano. En este contexto, el problema de Estados Unidos es que no tiene forma de incidir en los procesos cubanos de transición, debido a que durante los últimos 45 años se ha autoaislado con su agresivo bloqueo político-económico. El gobierno de Bush ha llegado al extremo de restringir los intercambios académicos y las visitas a familiares en Cuba.
Tres son los factores principales que no han permitido la normalización de las relaciones con Cuba:
1. falta de incentivos en Estados Unidos debido al bajo poder adquisitivo de Cuba;
2. la fuerza política de los grupos anticastristas en Florida, que es clave para definir los desenlaces de las elecciones presidenciales, y
3. la necesidad geopolítica de impedir que los éxitos cubanos sirvan de ejemplo para impulsar modelos sociales alternativos en América Latina.
Con excepción del tercer factor, los primeros dos están desapareciendo. Con la comercialización de sus productos biotecnológicos, la prestación de servicios técnicos profesionales, el aumento de ganancias en las exportaciones de níkel y azúcar, la estabilidad del turismo, el fortalecimiento de las relaciones comerciales con China y Venezuela, y el descubrimiento de yacimientos de petróleo, se ha creado un futuro económico promisorio para Cuba. Su crecimiento económico durante 2006 fue el más alto de América Latina (entre 12.5 por ciento y 9.5, dependiendo la forma de calcularlo) y Cuba se colocó, mediante el uso de provisiones especiales del bloqueo, entre los países que más alimentos compran a Estados Unidos.
Es justamente este aumento en su capacidad de compra lo que ha generado que empresas multinacionales como Archer Daniels Midland y Cargill se sumen a los grupos de religiosos y de izquierda que promueven en el Congreso estadunidense la normalización de las relaciones. Este tipo de intereses comerciales, que también participan activamente en el comercio con México a través del TLC, son los que fomentaron en el pasado la normalización de relaciones entre Estados Unidos y países socialistas como China, la URRS y Vietnam. De igual forma, el apoyo ciudadano al bloqueo se ha venido mermando paulatinamente. La mayoría de los estadunidenses considera que se deben mejorar las relaciones, y en el corazón del anticastrismo en Miami 80 por ciento considera que el bloqueo ha fracasado.
En el primer mes primeras cuatro semanas de 2007 se ha generado una verdadera ola de iniciativas en el Congreso estadunidense para mejorar las relaciones con Cuba. Según Mavis Anderson y Claire Rodríguez, del Latin America Working Group, el dominio del Partido Demócrata en el Congreso presenta oportunidades reales de cambio. Hay iniciativas que permiten los viajes a Cuba, otra para permitir a cubanos jugar beisbol en Estados Unidos y otra que promueve el fin del bloqueo.
De ocurrir en Estados Unidos una apertura limitada hacia Cuba, México podría jugar un papel político-económico de vinculación útil para ciertos sectores estadunidenses que no pueden interceder en Cuba a través de su propio gobierno. Sin embargo, esto no sería posible si la política panista de confrontación continúa. Al parecer, lo que busca Salinas es que no ladren demasiado los cachorros del imperio.
Coinciden analistas, como Julia Sweig en Foreign Affaire, que la tan esperada “transición del poder” en Cuba ya ocurrió. El país es dirigido por Raúl Castro y un grupo de prominentes políticos que han establecido nuevas formas de tomar decisiones. Para sorpresa de los escépticos, con la salida de Fidel no ocurrió el tan vaticinado cataclismo político; el pueblo está tranquilo y sigue participando en la construcción de su país. Se prevé que esa tranquilidad continúe cuando Raúl deje el gobierno en un futuro no muy lejano. En este contexto, el problema de Estados Unidos es que no tiene forma de incidir en los procesos cubanos de transición, debido a que durante los últimos 45 años se ha autoaislado con su agresivo bloqueo político-económico. El gobierno de Bush ha llegado al extremo de restringir los intercambios académicos y las visitas a familiares en Cuba.
Tres son los factores principales que no han permitido la normalización de las relaciones con Cuba:
1. falta de incentivos en Estados Unidos debido al bajo poder adquisitivo de Cuba;
2. la fuerza política de los grupos anticastristas en Florida, que es clave para definir los desenlaces de las elecciones presidenciales, y
3. la necesidad geopolítica de impedir que los éxitos cubanos sirvan de ejemplo para impulsar modelos sociales alternativos en América Latina.
Con excepción del tercer factor, los primeros dos están desapareciendo. Con la comercialización de sus productos biotecnológicos, la prestación de servicios técnicos profesionales, el aumento de ganancias en las exportaciones de níkel y azúcar, la estabilidad del turismo, el fortalecimiento de las relaciones comerciales con China y Venezuela, y el descubrimiento de yacimientos de petróleo, se ha creado un futuro económico promisorio para Cuba. Su crecimiento económico durante 2006 fue el más alto de América Latina (entre 12.5 por ciento y 9.5, dependiendo la forma de calcularlo) y Cuba se colocó, mediante el uso de provisiones especiales del bloqueo, entre los países que más alimentos compran a Estados Unidos.
Es justamente este aumento en su capacidad de compra lo que ha generado que empresas multinacionales como Archer Daniels Midland y Cargill se sumen a los grupos de religiosos y de izquierda que promueven en el Congreso estadunidense la normalización de las relaciones. Este tipo de intereses comerciales, que también participan activamente en el comercio con México a través del TLC, son los que fomentaron en el pasado la normalización de relaciones entre Estados Unidos y países socialistas como China, la URRS y Vietnam. De igual forma, el apoyo ciudadano al bloqueo se ha venido mermando paulatinamente. La mayoría de los estadunidenses considera que se deben mejorar las relaciones, y en el corazón del anticastrismo en Miami 80 por ciento considera que el bloqueo ha fracasado.
En el primer mes primeras cuatro semanas de 2007 se ha generado una verdadera ola de iniciativas en el Congreso estadunidense para mejorar las relaciones con Cuba. Según Mavis Anderson y Claire Rodríguez, del Latin America Working Group, el dominio del Partido Demócrata en el Congreso presenta oportunidades reales de cambio. Hay iniciativas que permiten los viajes a Cuba, otra para permitir a cubanos jugar beisbol en Estados Unidos y otra que promueve el fin del bloqueo.
De ocurrir en Estados Unidos una apertura limitada hacia Cuba, México podría jugar un papel político-económico de vinculación útil para ciertos sectores estadunidenses que no pueden interceder en Cuba a través de su propio gobierno. Sin embargo, esto no sería posible si la política panista de confrontación continúa. Al parecer, lo que busca Salinas es que no ladren demasiado los cachorros del imperio.
Santana es catedrático de la UdeG
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