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miércoles, octubre 25, 2006

RECETA PARA COCINAR UNA ELECCIÓN.

25-10-2006
Receta para cocinar una elección

Greg Palast
Yes! Magazine
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Un pequeño secreto sucio de la democracia USamericana es que, en cada elección nacional, tiran simplemente a la basura votos. A la mayor parte los llaman “estropeados” supuestamente ilegibles, dañados, no válidos. Simplemente no los cuentan. Este “estropeo” ha ocurrido durante decenios, pero alcanzó niveles sin precedentes en las últimas dos elecciones presidenciales. En la elección de 2004, por ejemplo, más de tres millones de votos nunca fueron contados.
Ocultan casi del mismo modo el secreto de que hay gente que hace algo al respecto. En Nuevo México, activistas ciudadanos, disgustados por la sistemática desaparición de votos, exigieron el cambio – y lo obtuvieron.
En Ohio, durante la elección presidencial de 2004, tiraron simplemente 153.238 votos – más que el margen de “victoria” de Bush. En Nuevo México los votos no contados fueron cinco veces más elevados que el supuesto margen de victoria de Bush de 5.988. En Iowa, el triunfo de Bush de 13.498 quedó abrumado en comparación con los 36.811 votos rechazados. La cifra oficial es suficientemente mala – 1.855.827 votos depositados no contados, según la Comisión de Asistencia a las Elecciones del gobierno federal. Pero los federales carecen de datos de varias ciudades y estados enteros demasiado embarazados para informar sobre los votos no contados.
Con una corrección por esa falta de informes, la cantidad de votos depositados pero jamás contados asciende a 3.600.380. ¿Por qué no dice nada el gobierno de USA al respecto?
Pero sí, lo hace. Está ahí, negro sobre blanco, en un anuncio del Buró del Censo de USA, publicado siete meses después de la elección – en una nota al pie. La tabulación de votantes que participaron en la carrera presidencial de 2004 “difiere,” dice, de los votos contados por el encargado de la Cámara de Representantes en 3,4 millones de votos.
Es el recuento presidencial oculto que no ha sido publicado, con la excepción de la nota al pie susurrada por el Censo. En el negocio de la votación, la mayoría de esos votos perdidos son llamados “estropeados.” Los estropeados, no los votantes, eligieron a nuestro presidente. Por desgracia, no es todo. Además de los tres millones de votos no contados por “fallas imprevistas” técnicas, millones más se perdieron porque se impidió que los votantes depositaran su voto, para comenzar. Este grupo de no-votos incluye a votantes a los se negó ilegalmente el registro o que fueron erróneamente purgados de los registros.
La historia dice que José Stalin, dijo: “Lo que cuenta no es la gente que vota; es la gente que cuenta los votos.” Podrá haber sido verdad en la antigua Unión Soviética, pero en USA, el juego es mucho, mucho más sutil. El que asegura que no se cuenten los votos es el que decide quienes serán nuestros vencedores.
Durante la preparación para la contienda de 2004, millones de USamericanos se sintieron, no sin razón, asustados por las máquinas electrónicas de votación. Abundaron las imágenes de un malvado hacker genial en el búnker de Dick Cheney que reescribía los códigos y suprimía los totales. Pero lo que sucedió fue algo diferente.
El temor a los ordenadores fue el McGuffin, el detalle falso utilizad por los magos para distraer tus ojos y que no mires a sus manos. El medio principal del atraco a la elección – la anulación de votos – no fue denunciado, no se informó al respecto, y lo que es más importante, no fue corregido y quedó listo para ser utilizado en mayor escala en el futuro.
Como una unidad forense de investigación de la escena del crimen, podemos realizar una autopsia, comenzando con la exhumación de más de tres millones de votos no contados:


Votos provisionales rechazados. Una especie totalmente nueva de voto debutó en todo el país en 2004: el “voto provisional.” Fueron cruciales para la victoria de Bush. No porque los republicanos hayan ganado este voto “provisional.” Ganaron al rechazar los votos provisionales que fueron emitidos en su abrumadora mayoría en distritos demócratas. La suma de los “no contados” es sorprendente: 675.676 votos perdidos en los condados que informaron al gobierno federal. Si se suman las jurisdicciones faltantes, el no-voto asciende a más de un millón: 1.090.729 votos provisionales tirados al aire.

Votos estropeados. Votas, supones que van a contar tu voto. Piénsalo de nuevo. Tu “x” fue demasiado ligera para que una máquina la lea. No perforaste con suficiente fuerza la boleta así que “metiste la pata.” Por ello, tu voto no fue contado y, crucialmente, nunca lo sabrás. La Comisión de Asistencia Electoral sumó casi un millón de votos emitidos, pero no contados. Si se suman los Estados demasiado esquivos para informar a Washington, el total “estropeado” salta a unos pútridos 1.389.231.

Votos de ausentes no contados. La cantidad de votos de ausentes se ha quintuplicado en muchos Estados, y la cifra de rechazados por razones técnicas baladíes aumentó a más de medio millón (526,420) en 2004. En Estados ambivalentes, la destrucción de votos de ausentes fue pandémica.

Votantes excluidos de la votación. En esta categoría podemos encontrar una combinación de incompetencia y de argucias que impide que los votantes tiren de la palanca en primer lugar. Existe la purga de votantes “felones” que sigue eliminando a miles cuyo único crimen es VSIEN – Votar Si Eres Negro. Incluyó juegos sutiles como eliminar recintos electorales en distritos seleccionados, creando líneas imposibles. Nadie puede pretender que pueda calcular un número fijo de todos los votos perdidos de esta manera, igual como no puedes encontrar cada fragmento de bala en un cuerpo mutilado. Pero se puede afirmar con seguridad que la cifra llega a los cientos de miles de votantes excluidos de la cabina de votar.

La cocina de prueba
¿Pero afectan realmente la elección estos no-votos? Los votantes de ambos partidos utilizaron los votos de ausentes y provisionales, y las máquinas no pueden determinar si el que metió la pata es demócrata o republicano, ¿verdad? No es así. Para ver cómo funciona, fuimos a Nuevo México.
Fíjate en esto: En noviembre de 2004, durante la votación anticipada, en el Precinto 13, Taos, Nuevo México, John Kerry recibió 73 votos, George Bush tres. El día de la elección, 216 en ese precinto votaron por Kerry, 25 por Bush, y salió tercero.
¿Tercero? En segundo lugar en ese precinto, con 40 votos, no había nadie.
O, por lo menos, es lo que dijeron las máquinas.
El precinto 13 es mejor conocido como Taos Pueblo. Todos los votantes en el lugar son nativos USamericanos o están casados con uno.
El precinto 13 no fue un caso único. En tierras navajo, la indecisión impactó en una escala epidémica. Entraron, no votaron. En nueve precintos en el condado McKinley de Nuevo México, que es navajo en un 74,7%, menos de un votante de 10 escogió a un presidente. Los que votaron anticipadamente con boletas de papel o estaban ausentes, sabían a quién querían (Kerry, abrumadoramente), pero los votos contados por máquina dijeron que los indios simplemente no pudieron decidirse o que sólo no les interesaba.
En promedio, en todo el Estado, las impresiones de las máquinas dicen que un 7,3% - uno de doce votantes – en los precintos con mayoría nativa no votó en la elección de presidente. Es tres veces el porcentaje de votantes blancos que se presentó para abstenerse. En un pueblo tras otro, en reserva tras reserva en todo USA, la historia fue la misma.
En el ámbito nacional, uno de cada 12 votos emitidos por USamericanos nativos no contenía un voto para presidente. Miles de indios fueron a la estación electoral, entraron a la cabina electoral, dijeron, “¿A quién le importa?” y salieron sin votar por un candidato a presidente.
Así que llegamos a Taos, precinto 13. El pueblo “viejo” es viejo de verdad – construido hace entre 500 y mil años. En estas construcciones de adobe agrupadas como condominios de barro, no se permite ni electricidad ni agua corriente – ni a republicanos, según los documentos. Richard Archuleta, un hombre macizo con coletas grises y largas, y manos tan grandes como inmensos bifes, es el encargado de turismo del pueblo. Richard no acepta la teoría de indecisión del no-voto nativo. Los indios estaban preocupados por las subvenciones del Buró de Asuntos Indios, sus licencias de juego, y las condiciones de trabajo de su otro gran empleador: las fuerzas armadas de USA.
En los muros de ladrillos de barro del pueblo, había varios letreros pintados a mano que anunciaban reuniones del Partido Democrático, ninguno de los republicanos. ¿Indecisión? Los indios son demócratas. Caso concluso. El color que cuenta. No fue simplemente que los USamericanos nativos parecían no poder escoger a un presidente. En todo Nuevo México la indecisión fue pandémica… por lo menos, es decir, entre la gente de color. O por lo menos es lo que dijeron las máquinas. En todo el Estado, los precintos con gran mayoría latina registraron un voto de un 7,1% por nadie para presidente.
Pedimos al doctor Philip Klinkner, el experto que dirigió las estadísticas para la Comisión de Derechos Cívicos de USA, que considerara los datos de Nuevo México. Su sólido análisis estadístico descubrió que si eres latino, la probabilidad de que tu voto no sea registrado por la máquina es un 500% superior que si fueras blanco. Para los nativos, va más allá de lo calculable. Los votos latinos y nativos no son despreciables. Cada décimo habitante de Nuevo México es USamericano nativo (un 9,5%) y la mitad del resto de la población (un 43%) es mexicano-USamericano.
Nuestro equipo condujo por una hora a lo largo del alto desierto de la Reserva Taos a Española en el condado Río Arriba. Según las cifras oficiales, precintos enteros de mexicano-USamericanos registraron pocos o cero votos para presidente en las dos últimas elecciones. Española es donde viven los trabajadores de Los Álamos, no los doctores con sus delantales blancos de laboratorio, sino las mujeres que limpian las salas y los hombres que entierran las toxinas. No es país de Bush, y la gente que encontramos, incluyendo los dirigentes de las operaciones de salgan-a-votar, no conocía latinos que hayan insistido en esperar en el recinto electoral para emitir su voto por “nadie para presidente.” La inmensa mayoría de los mexicano-USamericanos, especialmente en Nuevo México, y una aplastante mayoría de nativos (más de un 90%) votan demócrata.
¿Y si esos votantes no hubieran sido indecisos; si hubieran perforado su selección y si no fue registrada? Hagamos un cálculo. Como los votantes de la minoría emitieron un 89% de los 21.084 votos blancos del Estado, quiere decir que faltan 18.765 votos minoritarios. Considerando las preferencias de otros votantes en esos pueblos y barrios, esos 18.765 votantes de color deberían haber arrasado la “mayoría” de 5.988 votos de Bush con votos por Kerry. Pero para eso hubiera sido necesario que esos votos fueran contados.


El complejo electoral-industrial
La Secretaria de Estado de Nuevo México, Rebecca Vigil-Giron, pareció curiosamente poco curiosa respecto a los precintos latinos y nativos donde casi uno de diez votantes no llegó a preocuparse por elegir un presidente.
Vigil-Giron, junto con el gobernador Bill Richardson, no sólo paralizó todo intento de un recuento directamente después de la elección, sino exigió que se limpiaran todas las máquinas. Esto no sólo ocultó evidencia de un fraude potencial sino la destruyó. En 2006, la Corte Suprema de Nuevo México decidió que la tarea de limpieza de las máquinas de la Secretaria de Estado fue ilegal – demasiado tarde para cambiar el resultado de la elección, desde luego.
¿Pero quiénes somos para criticar a la Secretaria Vigil-Giron? Después de todo, es una personalidad importante, actual presidente, nada menos, de la Asociación Nacional de Secretarios de Estado, los peces gordos entre todos nuestros funcionarios electorales.
Vigil-Giron, después de detener el recuento, en lugar de decidirse a salir a investigar los votos faltantes entre las iguanas y los navajos, dejó el Estado para oficiar en una cerna en Minneapolis para su asociación nacional. Fue realizado en un barco-restaurante. La cuenta del viaje a la luz de la luna fue pagado por el fabricante de las máquinas de votar por toque de pantalla, la corporación ES&S. El desayuno, por si te interesara, fue servido por al fabricante de las pantallas, Diebold Corp.
Mientras escribimos estas líneas, Vigil-Giron está ocupada planificando la próxima gran confabulación de proveedores y funcionarios estatales – esta vez en Santa Fe, la “ciudad diferente.” Pero aparte de que Wal-Mart firma como patrocinador, no hay gran diferencia cuando se trata del funcionamiento interno del complejo electoral-industrial.
Excepto en una cosa.


¿Dónde pasa algo?
Mientras Vigil-Giron saluda a sus pares Secretarios y de paso les presenta a los proveedores de este año, probablemente mantendrá silencio sobre algunas cosas. Voter Action, un grupo de ciudadanos motivados, algunos de los cuales se lanzan al activismo por primera vez, demandó al Estado de Nuevo México en 2005 por las malas máquinas y por no haber contado los votos. Los activistas realizaron una campaña pública con sus revelaciones sobre la democracia quebrantada en Nuevo México. El año pasado, Voter Action invitó a nuestro equipo de investigación a presentar nuestras conclusiones a inmensas reuniones de ciudadanos en Albuquerque y Santa Fe. Pronto, todo el horrible juego de pérdidas de votos apareció en la radio comunitaria y en estaciones de televisión locales. Dio resultado.
El gobernador Richardson, que evitó el tema durante tres años, y su Secretaria de Estado, antes abiertamente hostil a la reforma, tuvieron que ceder ante la protesta pública. En febrero de 2006, Richardson firmó una ley modelo que exige que toda votación en el Estado tenga lugar en máquinas nuevas de boleta de papel, con sistemas de tabulación. Richardson ahora pretende colocarse el manto de líder de la campaña de reforma electoral.
Voter Action, exitosos en Nuevo México, presenta ahora demandas en siete Estados para impedir que los Secretarios de Estado adquieran sistemas electrónicos de votación con antecedentes de inexactitud, riesgos de seguridad, y que han demostrado que no se puede confiar en ellos.
En Nuevo México aprendimos, una vez más, que el precio de la libertad es la vigilancia eterna. Para proteger tu derecho a voto, debes saber lo que sucede en tu Estado – antes, durante y después del Día de la Elección – y estar dispuesto a hacer responsables a tus dirigentes.
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Greg Palast es autor del bestseller del New York Times: “Armed Madhouse: Who's Afraid of Osama Wolf?”, “China Floats Bush Sinks, the Scheme to Steal?” “08, No Child's Behind Left” y otros “Dispatches from the Front Lines of the Class War” del que se ha adaptado este informe. Matt Pascarella, escritor e investigador que trabaja con Palast, contribuyó la puesta al día a este informe.


Vea su trabajo en www.GregPalast.com
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=90&ItemID=11247

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