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sábado, junio 10, 2006

FECAL, IRACUNDO E INTOLERANTE.

Benedicto Ruiz Vargas, escribe:

Secuelas del debate.

Lo más notable del debate o del encuentro que sostuvieron los candidatos presidenciables el martes pasado, fue la presencia de Andrés Manuel López Obrador.

Ninguno de los otros candidatos pudo eludir que en el foro, a diferencia del primer encuentro, estaba el rival más fuerte del que era necesario diferenciarse y a la vez atacar, con la sola excepción de Roberto Campa cuya presencia quedó diluida en una confrontación polarizada.

Lo mismo le ocurrió a Patricia Mercado, quien no tuvo la habilidad suficiente para marcar sus diferencias conceptuales y políticas de la corriente de izquierda que intenta representar. Su intervención expresó una postura correcta frente a muchos problemas del País, pero también su oportunismo y marginalidad en una contienda en que las fuerzas se han definido, justamente, entre los polos de la izquierda y la derecha.

Roberto Madrazo, consciente de esta polarización, buscó afanosamente el centro, con un discurso más articulado y con mayor sustento en sus críticas del gobierno foxista. Sin embargo, su cambio de estrategia es tardío y absolutamente insuficiente para recomponer la credibilidad de la que ha carecido a lo largo de la campaña política. Por más que se compartan algunas de sus propuestas y su cambio de actitud, su candidatura no deja de ser indefendible.

El candidato más predecible y acartonado hasta en su fingida sonrisa fue Felipe Calderón que, a pesar de lo que se diga por sus asesores mercadotécnicos, es un personaje elemental e infantil en muchas de sus actitudes y cuyo único propósito en el encuentro televisivo era tratar de golpear a López Obrador.

Su estrategia fue sorprendentemente la misma que siguió en el primer encuentro: Denostar a su adversario principal y, como segundo paso incluso más relevante, ganar en el postdebate con la trasmisión de sondeos hechos a modo y su ya clásica propaganda.Pero lo notable del encuentro es que ambas cosas no sucedieron.

En el debate, Calderón demostró ser un hombre iracundo e intolerante, a un paso de la pelea callejera y el calificativo fácil en la punta de la lengua, con una visión gerencial de los problemas del País, ofreciendo recetas desarticuladas entre sí y con un temple de voz que intenta reflejar conocimiento.

Su discurso llama a la concordia y a la lucha de “los pacíficos”, mientras que por debajo del agua atiza el fuego contra los adversarios, divide al país entre buenos y malos difundiendo el odio y el miedo entre los electores.

Él quiere salvar al País del caos, mientras lo promueve y lo incentiva para ganar la contienda presidencial. He aquí a una persona peligrosa.

El segundo paso en la estrategia del PAN y Calderón también falló al salir a relucir el caso del “cuñado incomodo”. Todo el montaje preparado por el panismo y una parte de los medios de comunicación para dar como ganador del debate al candidato blanquiazul, quedó eclipsado ante la fuerza de la denuncia que socava al candidato de las “manos limpias”, a los gobiernos de la honestidad y la honradez, de la transparencia y ajenos a la corrupción.

Ante las evidencias, Calderón se infantiliza de nuevo y emplaza a López Obrador para que en 24 horas compruebe su denuncia, mientras tanto niega todo y se esconde de los medios.

Sin embargo, mientras el PAN y Calderón urden una respuesta, el cuñado incomodo Diego Hildebrando Zavala admite públicamente que su empresa Meta Data obtuvo contratos por “adjudicación” directa en el sector público cuando Felipe Calderón fue secretario de Energía, entre ellos con PEMEX y otras dependencias públicas.

El punto del cuñado incomodo abre un escenario incierto y a la vez peligroso. Peligroso porque la denuncia de López Obrador confirma ante las clases privilegiadas que una eventual conquista de la presidencia por parte de él, significará en gran medida que éste puede dar a conocer las corruptelas y el tráfico de influencias en que muchas de ellas están involucradas, en este y en otros gobiernos.

Este temor puede incentivar en las próximas semanas una embestida truculenta, más de lo que hasta hoy hemos visto, para impedir el triunfo perredista.

Este temor que es en realidad la base en que está fincada la campaña negativa de Acción Nacional y de los poderes fácticos que están actuando con nerviosismo a medida que se acerca la fecha de la elección, es una fuente de inestabilidad que puede descarrilar el proceso electoral y que, por supuesto, puede dar lugar a hechos de violencia que desacrediten los comicios.

La pregunta más inquietante en este momento es: ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar tanto el panismo como otros poderes que actúan en la sombra para impedir a toda costa un eventual triunfo de AMLO?

¿Serán capaces de promover la violencia como último recurso para evitar un cambio político en México?

¿Serán capaces de seguir promoviendo el odio y el fanatismo entre la militancia y en otros grupos de la sociedad para evitar que los electores voten por López Obrador?

¿Por qué será que tienen tanto miedo y no les importa torcer los principios más elementales de la democracia?.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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