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lunes, septiembre 10, 2007

EDITORIALISTAS DE LA JORNADA

México SA

Carlos Fernández-Vega
cfvmx@yahoo.com.mxcfv@prodigy.net.mx

En el hoyo

Con o sin reforma, resultados mediocres

Caramelos salen del micrófono oficial

Calderón le cumplió a Repsol

Preparaos, porque, tratándose de resultados económicos, 2008 será exactamente igual de raquítico que 2007, y éste con similar registro al que se ha reportado, en igual renglón, a lo largo y ancho de los últimos cinco lustros. Cierto es que nadie esperaba mayor cosa del llamado paquete económico para el próximo ejercicio fiscal (por aquello del fanatismo macroeconómico que rige a los neo científicos que van por su año 26 consecutivo en el gobierno), pero si en él se resume la promesa de campaña (“para que vivamos mejor”, Calderón dixit) y determina el alcance de miras de la “continuidad”, México está condenado a permanecer en el hoyo.

Con o sin “reforma” fiscal, en 2008 los resultados serían igual de mediocres que en el periodo referido: crecimiento económico de mentiritas, con tendencia a las mentirotas, sin desarrollo, con un gasto burocrático vergonzoso y una de las rebanadas más gruesas engullida por el servicio de la deuda pública, al que se destinará casi 12 por ciento del presupuesto de egresos del ejercicio. Para dar una idea, ese última proporción resulta siete veces mayor a los dineros públicos propuestos para la Secretaría de Desarrollo Social, y cuatro tantos superior a los que de canalizarían a la Secretaría de Salud. Además, a lo largo del próximo año la “continuidad” pretende contratar deuda adicional (interna y externa) por 21 mil 500 millones de dólares. Por cierto, el “problema de la deuda” se ha “resuelto” en dos ocasiones: Salinas en 1990 y Fox, durante el “cambio”.

En fin, la pregonada “reforma” fiscal calderonista no sirve para mayor cosa. De acuerdo con sus propias estimaciones, sin dicha “reforma” el producto interno bruto “sólo crecería” 3.5 por ciento en 2008. En cambio, de aprobarse, las puertas del cielo se abrirían para los mexicanos: en igual año, esa misma economía, ese mismo PIB, aumentaría 3.7 por ciento, esto es una abismal “diferencia”, entre una y otra posibilidad, de dos décimas de punto porcentual.

Tras presentar la “reforma” fiscal en sociedad, el 20 de junio pasado, han transcurrido alrededor de diez semanas, y durante ese lapso del micrófono oficial no ha salido más que caramelos y bombones: si la “reforma” se aprueba, la panacea, porque habría (para citar sólo unas cuantas virtudes, porque el inventario de ofertas es inagotable) crecimiento y desarrollo; pago de la deuda social; generación de empleo; incremento de la inversión; distribución de la riqueza y el ingreso; finanzas públicas mucho menos dependientes de los recursos petroleros; infraestructura social; tarifas eléctricas más justas para la población y más competitivas para la industria; supercarreteras; servicios más elementales para la población y un México más justo (Ya lo dijo Félix María de Samaniego en su cuenta de la lechera: “no seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna; que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro: mira que ni el presente está seguro”).Leer más...

León Bendesky
leon@jornada.com.mx

Engrudo fiscal

Cada vez que se propone una adecuación al marco fiscal se acaba generando una especie de engrudo económico y político. Llamarle “reforma” a las modificaciones tributarias que se han propuesto en diversas ocasiones a lo largo de las últimas tres décadas es exagerado.

Una reforma debería constar de medidas efectivas y aplicables progresiva y sostenidamente durante un periodo más bien largo. Ellas deberían ir saneando, de manera paulatina, pero sin reversiones, las finanzas públicas que están distorsionadas por las sucesivas intervenciones fallidas del gobierno y las resistencias que de manera muy efectiva logran imponer los grandes causantes, como se denomina a quienes deben pagar impuestos.

Esas fallas del gobierno se han dado cada vez que la economía ha pasado por periodos de expansión que han acabado, sin falta, en crisis. A finales de la década de 1970 ocurrió tras el auge petrolero que derivó en la crisis de la deuda externa y la nacionalización bancaria; a mediados de los años 80, tras el auge especulativo que reventó el mercado bursátil; en 1994 después de haber mantenido la expansión mediante la sobrevaluación del peso frente al dólar y el salvamento de los bancos que quedaron virtualmente quebrados.

Internamente la economía se ha expuesto a una atonía casi permanente al quedarse sin fuerza de arrastre; externamente se ha hecho más dependiente y vulnerable frente a lo que pasa con la economía de Estados Unidos. Los efectos favorables del fuerte aumento de las exportaciones se concentran en unos cuantos sectores y empresas, benefician sólo a una parte pequeña de los trabajadores y no han contribuido a un despliegue más equitativo de la actividad productiva en el territorio. Las posibles ventajas del libre comercio han quedado muy cortas. El mejoramiento del bienestar social sigue pendiente y hoy la disfuncionalidad de la economía se manifiesta a las claras en el mercado laboral y la expulsión de la fuerza de trabajo como migrantes..Leer más...


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