Las últimas mentiras de Elba
Ricardo Raphael
La credibilidad de la profesora Gordillo Morales es una de las más devaluadas en México. ¿Quién le creyó el miércoles de la semana pasada cuando anunció que se retiraría como dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación?
Mientras inauguraba el congreso de la sección 36 del SNTE, en su discurso aseguró que partiría por la puerta grande y también convocó a las nuevas generaciones para que armaran los relevos dentro de su sindicato.
No se trata de su primera despedida. Hace casi trece años, en el mes de mayo de 1995, le ofreció al periodista Arturo Cano una entrevista donde hizo declaraciones muy parecidas: “yo no tengo madera de cacique, ni tampoco de líder moral … Mi intensión es retirarme. El camino está abierto … estoy preparada para irme”.
Posteriormente a estas afirmaciones Elba Esther Gordillo dejaría, en efecto, la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE. Pero solo para mantenerse como un poder tras el trono y regresar, 9 años después, a ocupar formalmente el cargo de presidenta de ese órgano de dirección sindical. (Puesto que, por una oscura maniobra suya, el día 8 de julio de 2007 alcanzó estatura vitalicia).
Si el sentido inverso entre las cosas que se dicen y las cosas que se hacen suele ser costumbre en la política gordillista, resulta bastante predecible lo que en el futuro le espera al magisterio después de estas declaraciones.
Varios son los significados políticos en los que vale la pena reparar a propósito del evento del miércoles 5 de marzo:
El discurso pronunciado por Gordillo Morales ocurrió durante la inauguración del Congreso que dio cauce a la sucesión en la dirigencia de la sección 36 del Valle de México. Una sección conflictiva donde la maestra —a la edad de 32 años— comenzó a jugar en las grandes ligas sindicales. Fue en 1977 que Carlos Jonguitud hizo a un lado a dos viejos compañeros suyos para colocar al frente de esta sección a su joven protegida.
Al igual que ahora lo propone Elba Esther Gordillo Morales, la idea que en su día tuvo Jonguitud fue la de renovar generacionalmente los mandos del sindicato.
En nada tenía que ver entonces aquella iniciativa con la democratización de la representación magisterial. La apuesta real era por despresurizar, que no por democratizar al SNTE; por abrirle espacios a las nuevas generaciones, pero no por cambiar las autoritarias reglas del gobierno sindical.
Ni en 1977, cuando la joven Elba Esther Gordillo se hizo de la secretaría general de la sección 36 del Valle de México, ni en 1989 cuando —por instrucciones del presidente Carlos Salinas de Gortari— ocupó el mismo cargo en el Comité Ejecutivo Nacional, esos ascensos políticos de la maestra representaron un momento de mejoría en la democracia del gremio magisterial.
Más bien ocurrió lo contrario. La sangre joven le terminó inyectando energía y vitalidad a los viejos arreglos políticos. Con el tiempo, el autoritarismo y la conducción vertical de los asuntos de los docentes fue dramáticamente robustecida.
Otro hecho simbólico relacionado con el acto público del pasado miércoles está ligado con la situación del actual secretario general del CEN del SNTE: el profesor Rafael Ochoa Guzmán.
Debe recordarse aquí que Rafita, como le dicen sus allegados, antes de ascender por los elevados escalones de la cúpula sindical fue también, por obra de Gordillo Morales, dirigente de la sección 36 del SNTE. Y hasta muy recientemente se había tratado de su delfín; uno de los líderes magisteriales más leales a la profesora y por tanto más queridos por ella.
Sin embargo, los días de Ochoa al frente del SNTE parecieran estar contados. Vale la pena leer entre líneas: la profesora fue al territorio que ahora es del actual secretario general para anunciar, justo ahí, la urgencia del relevo generacional. De paso señaló también que ella no tolerará la corrupción de aquellos dirigentes del sindicato que se atreven a vender plazas o a hacer negocios encubiertos tras sus cargos sindicales.
Tengo para mí que a Rafita se le ha pintado ya la cara de chivo expiatorio. Es probable que en breve lo veamos salir de la secretaría general del SNTE. Y si este alfil gordillista se descuida, también podría terminar siendo acusado como responsable por las corruptelas que su jefa, él y sus subordinados hayan cometido durante todos estos años.
Cuatro son los nombres que hasta hoy circulan en los corrillos de la cúpula del SNTE para perfilar el relevo. Se habla de Sanjuana Cerda Franco, hoy en día quizá la más diestra operadora de la profesora Gordillo Morales. Igual participa ella en los operativos electorales del magisterio, que en la distribución premios económicos para los profesores obedientes o en la repartición de castigos para los disidentes.
El atributo que diferencia a la profesora Cerda Franco del resto de sus competidores es que no pertenece a la familia de Gordillo Morales. Los otros tres nombres, en contraste, sí forman parte del círculo íntimo de la máxima líder magisterial.
Por un lado está la hija mayor de la maestra, Maricruz Montelongo Gordillo. Ella juega desde hace ya más de diez años en las grandes ligas de la cúpula magisterial. Por el otro está su hermana y rival, Mónica Tzasna Arriola Gordillo; más joven pero no menos ambiciosa hija de la maestra que actualmente es legisladora y dirigente del Panal.
También en la puja aparece el esposo de Maricruz, Fernando González Sánchez. Él es por ahora subsecretario de Educación Básica del gobierno federal. Se dice que la profesora le tiene una confianza ciega.
Con sólo estas cuatro cartas bajo su manga, ¿quién puede creer en la sinceridad de los ánimos renovadores de la maestra Gordillo Morales? Se trata de hipocresía pura. De hipocresía parecida a la de siempre.
Si un conductor se extraviara en el desierto y la única persona a quien pudiera pedirle consejo fuera a esta líder del magisterio, mejor sería que se siguiera de largo.
En el SNTE no habrá cambios mientras este sindicato siga manejándose como un vulgar estanquillo de barrio. Es una lástima que 24 millones de menores dependan tanto de su futuro.
La credibilidad de la profesora Gordillo Morales es una de las más devaluadas en México. ¿Quién le creyó el miércoles de la semana pasada cuando anunció que se retiraría como dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación?
Mientras inauguraba el congreso de la sección 36 del SNTE, en su discurso aseguró que partiría por la puerta grande y también convocó a las nuevas generaciones para que armaran los relevos dentro de su sindicato.
No se trata de su primera despedida. Hace casi trece años, en el mes de mayo de 1995, le ofreció al periodista Arturo Cano una entrevista donde hizo declaraciones muy parecidas: “yo no tengo madera de cacique, ni tampoco de líder moral … Mi intensión es retirarme. El camino está abierto … estoy preparada para irme”.
Posteriormente a estas afirmaciones Elba Esther Gordillo dejaría, en efecto, la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional del SNTE. Pero solo para mantenerse como un poder tras el trono y regresar, 9 años después, a ocupar formalmente el cargo de presidenta de ese órgano de dirección sindical. (Puesto que, por una oscura maniobra suya, el día 8 de julio de 2007 alcanzó estatura vitalicia).
Si el sentido inverso entre las cosas que se dicen y las cosas que se hacen suele ser costumbre en la política gordillista, resulta bastante predecible lo que en el futuro le espera al magisterio después de estas declaraciones.
Varios son los significados políticos en los que vale la pena reparar a propósito del evento del miércoles 5 de marzo:
El discurso pronunciado por Gordillo Morales ocurrió durante la inauguración del Congreso que dio cauce a la sucesión en la dirigencia de la sección 36 del Valle de México. Una sección conflictiva donde la maestra —a la edad de 32 años— comenzó a jugar en las grandes ligas sindicales. Fue en 1977 que Carlos Jonguitud hizo a un lado a dos viejos compañeros suyos para colocar al frente de esta sección a su joven protegida.
Al igual que ahora lo propone Elba Esther Gordillo Morales, la idea que en su día tuvo Jonguitud fue la de renovar generacionalmente los mandos del sindicato.
En nada tenía que ver entonces aquella iniciativa con la democratización de la representación magisterial. La apuesta real era por despresurizar, que no por democratizar al SNTE; por abrirle espacios a las nuevas generaciones, pero no por cambiar las autoritarias reglas del gobierno sindical.
Ni en 1977, cuando la joven Elba Esther Gordillo se hizo de la secretaría general de la sección 36 del Valle de México, ni en 1989 cuando —por instrucciones del presidente Carlos Salinas de Gortari— ocupó el mismo cargo en el Comité Ejecutivo Nacional, esos ascensos políticos de la maestra representaron un momento de mejoría en la democracia del gremio magisterial.
Más bien ocurrió lo contrario. La sangre joven le terminó inyectando energía y vitalidad a los viejos arreglos políticos. Con el tiempo, el autoritarismo y la conducción vertical de los asuntos de los docentes fue dramáticamente robustecida.
Otro hecho simbólico relacionado con el acto público del pasado miércoles está ligado con la situación del actual secretario general del CEN del SNTE: el profesor Rafael Ochoa Guzmán.
Debe recordarse aquí que Rafita, como le dicen sus allegados, antes de ascender por los elevados escalones de la cúpula sindical fue también, por obra de Gordillo Morales, dirigente de la sección 36 del SNTE. Y hasta muy recientemente se había tratado de su delfín; uno de los líderes magisteriales más leales a la profesora y por tanto más queridos por ella.
Sin embargo, los días de Ochoa al frente del SNTE parecieran estar contados. Vale la pena leer entre líneas: la profesora fue al territorio que ahora es del actual secretario general para anunciar, justo ahí, la urgencia del relevo generacional. De paso señaló también que ella no tolerará la corrupción de aquellos dirigentes del sindicato que se atreven a vender plazas o a hacer negocios encubiertos tras sus cargos sindicales.
Tengo para mí que a Rafita se le ha pintado ya la cara de chivo expiatorio. Es probable que en breve lo veamos salir de la secretaría general del SNTE. Y si este alfil gordillista se descuida, también podría terminar siendo acusado como responsable por las corruptelas que su jefa, él y sus subordinados hayan cometido durante todos estos años.
Cuatro son los nombres que hasta hoy circulan en los corrillos de la cúpula del SNTE para perfilar el relevo. Se habla de Sanjuana Cerda Franco, hoy en día quizá la más diestra operadora de la profesora Gordillo Morales. Igual participa ella en los operativos electorales del magisterio, que en la distribución premios económicos para los profesores obedientes o en la repartición de castigos para los disidentes.
El atributo que diferencia a la profesora Cerda Franco del resto de sus competidores es que no pertenece a la familia de Gordillo Morales. Los otros tres nombres, en contraste, sí forman parte del círculo íntimo de la máxima líder magisterial.
Por un lado está la hija mayor de la maestra, Maricruz Montelongo Gordillo. Ella juega desde hace ya más de diez años en las grandes ligas de la cúpula magisterial. Por el otro está su hermana y rival, Mónica Tzasna Arriola Gordillo; más joven pero no menos ambiciosa hija de la maestra que actualmente es legisladora y dirigente del Panal.
También en la puja aparece el esposo de Maricruz, Fernando González Sánchez. Él es por ahora subsecretario de Educación Básica del gobierno federal. Se dice que la profesora le tiene una confianza ciega.
Con sólo estas cuatro cartas bajo su manga, ¿quién puede creer en la sinceridad de los ánimos renovadores de la maestra Gordillo Morales? Se trata de hipocresía pura. De hipocresía parecida a la de siempre.
Si un conductor se extraviara en el desierto y la única persona a quien pudiera pedirle consejo fuera a esta líder del magisterio, mejor sería que se siguiera de largo.
En el SNTE no habrá cambios mientras este sindicato siga manejándose como un vulgar estanquillo de barrio. Es una lástima que 24 millones de menores dependan tanto de su futuro.
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