LOS DEL PAN NO COMEN TORTILLAS.

Se ignoró la cultura del maíz

viernes, 09 de febrero de 2007

MEXICO, D.F., 8 de febrero (LA JORNADA).-El gobierno mexicano apostó por ignorar la cultura del maíz, la milpa campesina, y hacer a un lado la soberanía alimentaria a cambio de transformar este alimento básico en una mercancía, sujeto a las leyes del mercado y a los intereses de las empresas transnacionales, señalaron expertos reunidos en la mesa redonda Maíz y consumo popular: transgénicos y especulación. En la mesa organizada por la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, se abordó la problemática actual del maíz desde distintos ángulos, pero los expertos reunidos el miércoles por la noche coincidieron en la importancia cultural del grano para los mexicanos y que la solución no se dará con las importaciones. Es más, el anuncio oficial de que en abril se acabará el desabasto en el mercado nacional con la cosecha de Sinaloa, Hidalgo y Guanajuato no será realidad, ya que esa producción ya está vendida a las grandes comercializadoras y eso no garantiza que haya abasto en el mercado nacional, advirtió Antonio Turrent, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones, Forestales, Agrícolas y Pecurias (INIFAP). Destacó que el 95 por ciento de la semilla que se utilizó para esas siembras fue producida por consorcios transnacionales, las de origen nacional no se utilizan. Advirtió que en este momento el conocimiento público es una alternativa real al oligopolio. Explicó que el país tiene potencial para producir 53 millones de toneladas de maíz, 33 más de lo que actualmente se cosechan, si se da un manejo apropiado en las zonas de riego y si se cultivan 8 millones de hectáreas que encuentran en el sur y sureste del país, donde hay fuentes de agua y con la tecnología del INIFAP, con híbridos que no son transgénicos, se pueden cosechar ocho toneladas por hectárea, lo cual constituye una reserva probada de maíz. En este mismo tenor, Armando Bartra, especialista en temas del campo, sostuvo que los mexicanos importamos más de cien mil millones de pesos en alimentos, entre ellos una cuarta parte del maíz que consumimos y "desde la década de los 80 los tecnócratas renunciaron a la soberanía alimentaria, en nombre de las ventajas comparativas, con las cuales ven que es mejor exportar mexicanos e importar comida; si no hubiera dolor humano sería un buen negocio". Aseveró que el resultado ha sido la dependencia alimentaria y la migración, "pero a pesar de que el maíz es identidad, el alimento básico de la mayor parte de la población y tan importante en la historia, ha sido relegado por cuestiones racistas". Señaló que "el desprecio al alimento popular, a la cultura, no a la mercancía, y a los mexicanos se expresa en los periodos de crisis agrícola, cuando caen las cosechas del cereal, y es cuando se enfrentan dos posiciones: la de quienes reivindican importancia de recuperar la producción maicera campesina por razones económicas, pero también por justicia social y preservación de la cultura, y la visión de quienes reducen la cuestión a un asunto de mercado, apuestan a la importación, a la producción intensiva, empresarial y muchas veces transnacional". A su vez, Alejandro Espinosa, también investigador del INIFAP, se refirió a que como en ninguna otra especie en el maíz hay una amplia gama de variedades, desde híbridos, criollos, mejorados e híbridos no convencionales. "Cada variedad tiene una razón de ser, no se puede decir que se va a hacer un monocultivo en amplias extensiones, cuando hay 15 microambientes en el país para sembrar la gramínea y cada uno de ellos requiere maíces diferentes; por lo menos se requieren alrededor de 70 especies". Destacó que actualmente sólo el 25 por ciento de las semillas son mejoradas, pero lo grave es que el 92 por ciento de ellas está bajo control de esas empresas y apenas el tres por ciento corresponde a semillas del INIFAP, mientras que el resto es de otras instituciones. Dijo que este instituto tiene 246 semillas de maíz, y la desaparición de la Productora Nacional de Semillas dejó sin este insumo a los ejidos más distantes, no hay aprovechamiento de variedades y el comercio de semillas se convirtió en un negocio millonario para los corporativos. Por su parte, Daniel Piñero, experto del Instituto de Ecología de la UNAM, señaló de entrada que no es posible la coexistencia de cultivos transgénicos con no transgénicos y advirtió que por ahora no se deben hacer comercialmente estas siembras. Precisó que a diferencia de la ciencia, en la tecnología importa la motivación ya que está dirigida, hay objetivos inherentes a ella y existen consecuencias no previstas. Probablemente hay un beneficio social o ambiental, pero también un costo y esto se debe evaluar para saber qué hacer con esta tecnología. Señaló que las plantas tienen un gran flujo génico y el nivel de migración para que dos especies se entrecrucen puede ser pequeño. En su turno, Alejandra Covarrubias del Instituto de Biotecnología de la UNAM, recordó que el ser humano ha domesticado entre cien mil y 200 mil especies vegetales, de las cuales no más de 20 constituyen parte de la dieta de la mayor parte de la población mundial. En relación con los transgénicos, se refirió a que entre sus ventajas está que en algunos casos reduce la contaminación ambiental, porque disminuye el uso de insecticidas, mientras que entre las limitaciones están que aún se debe saber más sobre el flujo génico y sobre la eventual transferencia de un individuo a otro con el polen. Además, precisó, es difícil pensar que la resistencia a sequía se puede solucionar con la introducción de un solo gen.