Opinión
Desde México
Mercado libre, pueblo esclavo Por: Gerardo Fernández Casanova (especial para ARGENPRESS.info) (Fecha publicación:11/01/2007) |
“Que el fraude electoral jamás se olvide”
Una vez más, el dios mercado hace una mala jugada a los mexicanos; esta vez tocando una fibra extremadamente sensible para el bienestar popular: el precio de la tortilla de maíz linda en los 10 pesos por kilo, y amenaza con alcanzar los 15, casi un tercio del salario mínimo diario recién ajustado; 500% más que hace diez años. La noticia no pasaría de ser un dato estadístico más sobre el comportamiento de los “mercados”, si no fuera por el hecho de tratarse del elemento básico de la alimentación popular, cuyo encarecimiento fatalmente significa hambre. Es importante analizar las causas de tan nefasta noticia.
Sin demérito de los incrementos de precios de varios insumos para la producción de la tortilla (entre ellos el del gas combustible) el factor determinante es el precio del maíz, que registra un alza de más de 90% en el mercado internacional, principalmente provocada por el aumento de la utilización del grano para la elaboración de etanol, destinado a sustituir las gasolinas de combustión automotriz; esto, a su vez, como resultado de los altos precios del petróleo. El proceso seguido es una muestra casi perfecta del natural comportamiento del mercado y la libre competencia, incluso en beneficio de la conservación ecológica (más útil que el Protocolo de Kyoto). Es también una excelente demostración de la perversidad que significa someter el bienestar social a los designios del mercado, especialmente para el caso de los países menos desarrollados.
El caso mexicano es verdaderamente patético. En aras de una modernidad ilusa, los regímenes neoliberales, desde el de Miguel de la Madrid, pero enfáticamente el de Salinas de Gortari, optaron por el desmantelamiento del estado interventor para dejar que fuesen las fuerzas del mercado las que, en su libre juego, impulsaran y caracterizaran el desarrollo nacional. Presionados por la deuda externa e inspirados en sus convicciones tecnocráticas, hicieron propias las instrucciones del FMI, insertaron a México en la OMC (antes GATT) y firmaron el TLC. Entre las medidas cuya aplicación se aceptó destaca, en relación al tema que hoy nos ocupa, la correspondiente a eliminar toda suerte de regulación del mercado del maíz, en términos de alinear el precio nacional del grano con el internacional, así como de establecer un programa de 14 años para la total liberación de las importaciones (2008) entre tanto se establecía una cuota creciente de importaciones libres durante el proceso. Hasta antes de tales medidas operaba en
México un sistema regulatorio que, sin estar exento de la consabida cuota de corrupción, protegía eficazmente al consumidor y al productor mediante el sistema de subsidios operado por la CONASUPO. Todo eso se eliminó.
El famoso alineamiento de precios al nivel internacional desestimuló la producción, al grado que cada año fue siendo necesario importar cantidades mayores a las cuotas pactadas, con lo que el desaliento a los productores se incrementó. Sólo en 1996 se registró una escasez internacional que alentó ligeramente a la producción local, para verse nuevamente sumidos en la quiebra al año siguiente. Hoy que repunta favorablemente el precio internacional (visto desde la óptica del campesino productor) la capacidad de producir se encuentra severamente reducida y, en el mejor de los casos, tomará por lo menos un año para recuperarse.
En el siguiente eslabón de la cadena productiva, la industria molinera de nixtamal y la tortillería, las cosas tampoco son alentadoras. Los aumentos de precios redundan en reducción de ventas y amenaza de quiebra para cerca de cuarentamil establecimientos, generalmente miniempresas familiares. Hoy los grandes autoservicios, Wall Mart incluido, producen tortilla y la expenden a bajo precio, más como un señuelo de venta, que como un negocio en sí mismo, y adoptan la estrategia de comprometerse a mantener los precios reducidos como contribución a la estabilidad, pero con la mira de que, una vez quebrada la industria tortillera popular, puedan adueñarse por completo del mercado y, entonces sí, ponerse las botas a su antojo. En esta tendencia, a no dudarlo, en breve plazo el alimento más importante para el mexicano de a pie, estará monopolizado por MASECA y WALL MART. Tomen nota y no se confundan quienes, desde posiciones progresistas, buscan al culpable en la inmediatez.
Ante tan grave crisis, Mr. Sojo (i)responsable de la cartera de Economía del gobierno del fraude, sólo atina a levantar los hombros y declarar, muy seriamente, que lo único que se puede hacer es esperar a que las fuerzas del mercado respondan para restablecer la normalidad; nada de control de precios; nada de intervenir en apoyo a la economía popular, eso sería un verdadero pecado. Entre tanto, los platos rotos por tanta perversidad, los tendrá que seguir pagando el pueblo. Un agravio más a la cuenta del gobierno fraudulento. ¿La vamos a soportar?
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