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lunes, octubre 23, 2006

SEÑALES FECALISTAS.

Lunes 23 de octubre de 2006
León Bendesky

Señales

Estamos en plena serie mundial de béisbol, un juego en el que las señales son parte de su esencia; son el medio por el que transmite la estrategia que plantea el manager, y de su eficacia dependen las jugadas más sensibles del partido, con las que se gana o se pierde.

Algo similar pasa en la política. Las señales cuentan, son una indicación de lo que se pretende hacer con y desde el poder; es más, revelan hasta cuánto poder se tiene para dirigir un gobierno. Las señales marcan una dirección y dejan ver cuáles son los márgenes de maniobra y la autonomía de los que se dispone; expresan la visión que se tiene de los asuntos que afectan a la sociedad en que se actúa. Estas condiciones son, hoy, definitorias del tiempo político del país.
Para el presidente electo, éste es un momento decisivo para intentar consolidar algún poder y lograr establecer un gobierno que sea funcional. Eso aún es incierto.


Por eso mismo, la señal que envió la semana pasada es muy clara y directa. El nombramiento de Agustín Carstens como responsable del programa económico del equipo de transición no es, para nada, un asunto trivial y no puede serlo pues se perfila como secretario de Hacienda, sin duda, uno de los puestos clave del gabinete.

Las señales se emiten para que alguien las reciba. Se había dicho que el gabinete se designaría prácticamente antes de tomar posesión del gobierno, pero se están exigiendo señales y éstas se han dado en el terreno donde más intereses existen: el del dinero. En este caso el objetivo de Calderón son los grandes inversionistas y empresarios. Carstens representa la garantía de continuidad en la gestión de las finanzas públicas y responde bien a esas exigencias. Como suelen decir las cabezas más trilladas de los diarios y los noticiarios, su nombramiento da "tranquilidad a los mercados", pero como esto no se trata de metafísica, se sabe a qué se refieren.

Hace apenas unos días, cuando se le preguntó sobre la posibilidad de su llegada a Hacienda, Carstens respondió que los buenos secretarios de ese ramo eran altos y delgados. Eso habla bien de su sentido del humor y pone de manifiesto su cercana relación con el actual secretario Gil Díaz, quien cumple mejor con esos rasgos antropométricos.

Desde hace 25 años prevalece en el sector financiero el grupo formado alrededor de Miguel Mancera, antiguo y duradero director del Banco de México entre 1982 y 1998. Este grupo que se ramifica en el banco central y la Secretaría de Hacienda, se curtió en la etapa de fuertes crisis económicas del país: la de la deuda externa de 1981, el desplome de la bolsa de valores en 1987 y la que puede recordarse como la de los alfileres en 1994. Ha sobrevivido a todo y sigue firme en el control de mandos.

El récord de la gestión de ese poderoso conjunto de jefes y sus subordinados, de profesores y sus alumnos, de protectores y protegidos, que se heredan los puestos clave, es pésimo. Ahí están los efectos en la inflación acumulada en ese periodo, la pérdida del valor del peso por las enormes devaluaciones, las cargas fiscales derivadas de la manera de administrar las deudas que se provocaron, las enormes transferencias de recursos que se han hecho al exterior y las que se han hecho al sector bancario (por el Fobaproa y el IPAB); ahí está la incapacidad de crear nuevas condiciones internas de crecimiento de la producción y del empleo, la acumulación de la pobreza y la expulsión de millones de trabajadores que tienen que emigrar.

Pero siguen incrustados en el poder público, desde el cual ordenan la estructura del mercado interno y mantienen a salvo las ventajas establecidas en los sectores clave de la economía. Desde ahí transitan con gran soltura, en un ir y venir, a las empresas privadas, los bancos, las casas de inversión de Nueva York y los organismos internacionales. No hay manera de ir conformando una alternativa a ese grupo, al que se le han atribuido toda clase de excepcionales cualidades técnicas y hasta políticas de las cuales, por supuesto, no son poseedores únicos en un país como éste.

Es claro que Carstens, como miembro distinguido de ese grupo es un hombre inteligente y un funcionario hábil y capaz. No faltaba más que nombraran a alguien que no tuviera esas aptitudes. Pero no se trata de eso, sino de que una vez más se asegura que en el terreno de las finanzas públicas, es decir, del destino del dinero del gobierno: el que recibe como ingresos (de los impuestos, de los precios de la gasolina, y la luz y de la exportación del petróleo) y el que asigna como gastos (incluidos los subsidios y transferencias) no habrá desviaciones con respecto de lo que ha sido la norma desde hace un cuarto de siglo.

La visión de lo que es la sociedad mexicana, es decir, de cómo debe funcionar su economía, definirse el acceso a los recursos, replantear el patrón de la distribución del ingreso y reconformar el poder económico cada vez más concentrado es la misma, y abarca ya los gobiernos de De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y el que tendrá que iniciar el primero de diciembre.

La señal de Calderón no se queda sólo en sus destinatarios privilegiados, es clara para todos los demás, los que no componen el sistema nervioso de esos mercados cuyas ansiedades han sido aquietadas. Las cosas claras y así nadie debe darse por embaucado.

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