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lunes, octubre 23, 2006

LA VIOLENCIA Y REPRESIÓN PARA DISUADIR.

¿Represión?.

Víctor Flores Olea.
23 de octubre de 2006.

Los toletes y las botas se preparan. La negociación abandona el escenario y hay síntomas de que será ocupado por la sangre y las lamentaciones. Resulta una situación límite, en que el inmoral pragmatismo usurpa a cualquier consideración legal o humanitaria, inclusive política en el sentido pleno del término. Recordemos que el Estado federal hizo mutis en Oaxaca durante más de cuatro meses para no "contaminar" las elecciones del 2 de julio (en "buen cristiano", para presentar un ejemplo vivo de lo que podría esperar la nación en el caso del triunfo de López Obrador).

Pasado el tiempo, como era previsible, la situación se ha hecho insostenible para el gobierno y ahora, en sus últimos cinco minutos de vida, se dispone a cruzar el Rubicón.

Lamentable el desenlace porque el PRI, caído en unos cuantos años del poder omnímodo al tercer lugar electoral (y no sé cuántos lugares abajo en materia de prestigio), pone sus condiciones y exige perentoriamente: si se va Ulises Ruiz (¿qué no se fue ya hace muchos meses?), equivalente destino podrían tener otros gobernadores, y en primerísimo lugar Felipe Calderón, todavía con posibles nubarrones en su toma de posesión.

¿Aliados el PRI y el PRD para dificultar el 1 de diciembre? Una charada que no se traga ni el último de los escolapios, pero ¿el gobierno de la República no tiene otras cartas para asegurar la fidelidad del PRI en este caso fundamental?

Uno de los más perjudicados en esta historia será precisamente el PRI, cuya heroica misión republicana ha consistido en "salvar" a un "gobernador" cuya virtud mayor ha sido la de causar destrozos sin cuento en el estado de Oaxaca, y que se aferra al puesto con las uñas, es verdad, apuntalado por los "estrategas" que definen la toma de decisiones en el PRI, y que abren otro precipicio en el desplome del partido.

El ausente Fox envía mensajes "optimistas" de que "el problema de Oaxaca" estará resuelto antes del 1 de diciembre.

Cada vez se hace más claro: por la vía de los toletes y las botas, precisamente cuando la Comisión Nacional de Derechos Humanos y Amnistía Internacional entregan sendas recomendaciones muy críticas sobre lo que fue Atenco, un paseo respecto a lo que pudiera ser Oaxaca. ¿O la ambigua declaración de los maestros de que regresarán a clases ha desvanecido el peligro?

Sorprende que Felipe Calderón, preparando ya su toma de posesión, y que ve con repugnancia el tiradero de Oaxaca, no parece haber movido un dedo para presionar por el arreglo más conveniente para él: la solución negociada del conflicto, puesto que inevitablemente la violencia y la represión le serían cargados en su cuenta negativa, entre otras razones porque la violencia no desaparecerá por encanto cuando "terminen" su tarea funcional los contingentes policiacos, federales y estatales que intervengan, o inclusive del Ejército o la Armada, recibiendo de primera mano Calderón esa violencia y hasta la necesidad de mayor represión futura.

¿Tal es la mejor manera de inaugurar su gobierno, llegar acompañado de la sangre de los golpeados? ¿Todavía no sabe Calderón, más allá del discutido medio punto porcentual, que únicamente "legaliza" el trámite, que la legitimidad de la presidencia debe lograrse todos los días a lo largo del sexenio, empezando en el primer instante del ejercicio? ¿Y que resulta intolerable sentarse en la silla cuando en realidad se trata de un asiento erizado de bayonetas? Porque la eventual masacre no será atribuida sólo al presidente saliente.

¿O es preciso renunciar a la esperanza de un mínimo de racionalidad en nuestra vida pública, después de que fueron pisoteadas a tal grado las reglas y la legalidad de la anterior elección? ¿Y que ahora volvieron a ser pisoteadas en Tabasco, más allá de las muy diferentes circunstancias?

¿O no tiene capacidad Felipe Calderón para presionar por una solución negociada, que necesariamente pasa por la salida de Ulises Ruiz? ¿Hemos llegado tan bajo en la capacidad política de los políticos?

¿O más bien tienen razón quienes concluyen que en realidad el sistema, no solamente en México, ha decidido utilizar sistemáticamente la violencia y la represión como modo de "disuadir" o "controlar" a quienes tengan reclamos?

¿Y que tal cosa no es solamente producto de la "torpeza" de quienes deciden en México, sino en verdad una "línea general" (impulsada y sostenida por Washington), en un tiempo de demandas en todas partes sobre las injusticias e irracional explotación de la globalización neoliberal?

¿O tal vez se juntan la incapacidad con los designios, el hambre con las ganas de comer, como afirma el dicho popular?

Escritor y analista político

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