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martes, septiembre 05, 2006

¡IDENTIFÍQUESE USTED, PORQUE ESTÁ EN MI CASA!.

Amlofóbicos.

rmonreal@milenio.com.

Ni Costa Gavras hubiese imaginado ese escenario de intimi-dación, miedo y odio para su película Estado de sitio. Entre otros motivos, por los altos costos económicos. Ocho mil efectivos paramilitares, distribuidos en ocho kilómetros a la redonda, sellaron el Palacio Legislativo de San Lázaro, por dentro y por fuera. Al menos ocho francotiradores en su interior y otros tantos en los edificios vecinos.

La Comisión de Derechos Humanos del DF, la misma que solicitó al gobierno perredista del DF levantar el plantón de Reforma por afectar la libertad de tránsito de los ciudadanos, lo denunció con todas sus letras: se suspendieron de facto las garantías individuales de los vecinos de San Lázaro. Es decir, no únicamente la libertad de tránsito, como en Reforma, “la única calle a la que se reduce el problema” poselectoral. También la libertad de trabajo, comercio, educación, salud y hasta de religión, para todos aquellos que suelen ir a misa los viernes de cada mes en las iglesias del rumbo.

El grupo de legisladores del PRD, PT y Convergencia que decidimos llegar caminando a nuestra casa, el Palacio Legislativo, y abrirnos paso entre ese grotesco escenario de vallas, murallas metálicas, escudos, toletes, perros de guardia, radios, armas de grueso calibre y seños fruncidos, no dábamos crédito a lo que veíamos.

“!Que bárbaros! Ni en los tiempos de Díaz Ordaz” diría la senadora Rosario Ibarra de Piedra.

Enfilamos por la única ruta posible, la calle por donde habría de llegar el Presidente de la República. La avenida Congreso de la Unión, en el tramo que va de Fray Servando Teresa de Mier a la entrada de San Lázaro. Al llegar al primero de siete retenes, un oficial le espeta a Graco Ramírez: “!Identifíquese!”. “!Identifíquese usted, porque está en mi casa!”, le respondió Graco.

Y el grupo de legisladores, encabezados por el coordinador parlamentario Carlos Navarrete, quitamos la valla que obstruía la calle.Los seis carriles de Congreso de la Unión se habían reducido a uno. Una serpiente de vallas metálicas de color blanco delimitaba el camino por donde cabía un solo vehículo, en un solo sentido. Atrás de ellas, cada metro, un policía de la PFP, como poste de refuerzo.

No había duda del concepto de seguridad. Se veía desde el cielo y a ras de la calle. “Esto está diseñado para que sólo pase y llegué un solo hombre: el Presidente Fox; nadie más”. Era la explicación del oficial de la última puerta que debimos franquear, uno a uno, de lado, entre la pared y el marco metálico, la entrada a San Lázaro.

Entonces comprendí el sentido escenográfico y trágico de ese dispositivo grotesco, insultante y exultante. “Éste no es un operativo de seguridad para garantizar que llegue a salvo un hombre”, pensé. “Es un operativo de contención para impedir que llegue a San Lázaro —o a cualquier otro palacio de gobierno—, otro hombre, AMLO, el candidato de la izquierda, el peligro para México”.

Ése y no otro fue el verdadero sentido de ese operativo amlofóbico. Las vallas de acero de tres metros de alto son producto de tres años de persecución política y jurídica sin cuartel. Las vallas metálicas, como burladero de plaza de toros, son continuación de ésa, la única política de Estado que se empeñó en sacar adelante este gobierno hasta convertirse en una obsesión personal: desviar, cerrar y burlar cualquier posibilidad de que la izquierda llegue al poder público.

Cómo no pensar que los “cuerpos de seguridad privada” que apoyaron a la PFP no eran una proyección del otro operativo político, la campaña de miedo que durante meses instrumentaron el gobierno federal y el Consejo Coordinador Empresarial para evitar que llegara el candidato que hizo del cambio de la política económica su divisa electoral.

¿Por qué esta fuerza amlofóbica del Estado no se ha utilizado contra la delincuencia organizada en este, “el sexenio del Chapo Guzmán”, de los Zetas y de los decapitadores; en lugar de tratar de intimidar a un movimiento social que pide justicia electoral?

La amlofobia, o el miedo a que en este país haya un cambio económico y social verdadero mediante las urnas, recibe hoy su constancia de validez. Será el desafuero reloaded. Ya no contra un candidato solamente, sino contra un movimiento que sumó a 15 millones de mexicanos en torno a una esperanza y a un proyecto de nación que en lugar de urnas electorales quieren que se deposite en las urnas fúnebres.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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