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lunes, julio 31, 2006

LA SOBERBIA Y ESTUPIDEZ PINOLERA ES CONTAGIOSA

Roberto Zamarripa escribe en el Reforma:


Atrincheramiento.

El conflicto ha escalado más allá del recuento de los votos. El nudo es la gobernabilidad y es injusto que el Tribunal Electoral cargue con los desatinos de los políticos, desde los candidatos hasta los funcionarios gubernamentales y, desde luego, las pifias -si es que eso fueron- de los consejeros y burócratas del Instituto Federal Electoral (IFE).

Toda la carga está puesta en siete magistrados electorales; en las delicadas decisiones que tomen estarán definiéndose no sólo voluntades ciudadanas sino el curso político de un país erizado, confrontado, dividido y manchado. No es justo que el Tribunal cargue con la cuenta del desaseo de los políticos, de la impericia de los burócratas, de la ineptitud de los consejeros y de la voluntad facciosa de aquellos que decidieron hacer de esta elección una cruzada.

Urge un carril de alineamiento, de entendimiento y de mínima concordia que ayude a la supervivencia del Tribunal Electoral.El Tribunal es soberano. Puede, dentro de sus facultades, interpretar la Constitución, decidir sobre un derecho humano fundamental, el voto; puede, también, recontar sufragios para confirmar una tendencia de ventaja. Puede, a la vez, recontar votos para ratificar una sospecha: la elección no tiene validez.

No existen puentes ni voluntades en ninguno de los escenarios. Nadie quiere hacerse cargo del entendimiento. Nadie. Que el tiempo diga y el Tribunal decrete. Bonita manera de desentenderse. . . .

La escena transcurrió en el avión presidencial. Ahí, como se sabe, ha habido de todo. Hasta ramos de novia han aventado. La nota, como se dice, fue dada por el vocero Rubén Aguilar, tan comedido siempre en sus comentarios sobre los conflictos políticos ("La Presidencia no tiene nada que comentar", "La Presidencia no comenta sobre estrategias de candidatos").

Al mediodía del 15 de julio, poco antes de aterrizar en Gander, en escala rumbo a San Petersburgo el vocero llegó a la parte final del avión que transporta al presidente Vicente Fox, ahí donde viajan periodistas y miembros del Estado Mayor Presidencial.El avión presidencial no es un vehículo privado. Su mantenimiento está a cargo del erario público.

El vocero, como es obvio, es un funcionario público dedicado a la difusión de las labores de gobierno, por tanto lo que haga o deje de hacer, lo que diga o deje de decir siempre es significativo. Deberían importar un bledo sus opiniones privadas, en su domicilio o con su familia. No aquellas que expresa en lugares públicos y ante periodistas.

El vocero argüía con euforia que Andrés Manuel López Obrador no podía decir que había ganado la Presidencia toda vez que en Los Pinos, según él recordaba, había dos encuestas que daban como ganador a Felipe Calderón por una diferencia similar.

Como si fuera magistrado del Tribunal Electoral, Aguilar descalificó el juicio de inconformidad perredista diciendo que erróneamente señalaba "que el Presidente se metió en la elección y no sé cuánta jalada".

Era lépero, según muchos de los que lo oyeron. El colofón de su dicho fue cuando pronosticó un fracaso de las protestas perredistas y con toda la prudencia y decencia del caso, con ambas manos expresó una señal que no parecía propia de un funcionario gubernamental y que haría palidecer a Humberto Roque Villanueva cuando aquella histórica votación del IVA.

Aguilar calificó de loco a Andrés Manuel López Obrador, extendió los dedos medios de sus manos y encogió los índices y anulares respectivos para representar una seña obscena que suelen hacer los adolescentes cuando alguien los molesta. Seña dirigida, desde luego, a López Obrador de quien habló -como les consta a muchos- de manera desmedida. Parafraseando a quienes lo parodian, el vocero quiso decir con su fino lenguaje: "ya le dimos al Peje". ¿Por qué los funcionarios de Los Pinos han decidido optar por el fundamentalismo? ¿Por qué no hay un comportamiento de Estado?¿Por qué Carlitos Espejel hizo escuela en la vocería presidencial? . . .

Andrés Manuel López Obrador tensó también la cuerda. Inútil sería minimizar la movilización de ayer. Es lo que es. Sin duda la principal protesta política masiva en décadas. La capacidad de convocatoria en menos de un mes muestra que López Obrador ejerce un liderazgo inusitado, histórico; y, a la vez, por la presión popular no parece tener escapatoria. Sus pasos tienen que ser hacia adelante.

No hay para atrás.La instalación de campamentos callejeros es una inequívoca señal de radicalidad y el simbolismo que anuncia que la elección quedó atrás. De frente está la gobernabilidad. Ésa no la califica el Tribunal, la debe conservar la autoridad.Y quienes pelean de frente habrán de cuidar sus métodos, sus dichos y sus enconos. No hay más: ambas partes están atrincheradas. Han instalado sus barricadas. Que nadie se llame después a engaño.

Comento: La escena que nos narra el columnista sucedida en el avión presidencial, se dá -según lo manifesta el relato- un día antes de la segunda gran asamblea convocada por AMLO para el día 16, y ni que decir del la magna gran asamblea de ayer 30. Sería interesante que algún periodista de los que acuden a las "bateas de babas" mañaneras del ex guerillero sandinista, lo cuestionara respecto a si su apreciación en torno a AMLO y las protestas, sigue siendo la misma. Nadamás como para ver la congruencia.

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