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lunes, mayo 15, 2006

LA DIPLOMACIA DEL DESPERDICIO Y EL MULTILATERALISMO DE OPERETA.

Porfirio Muñoz Ledo nos dice en el Universal:


La cumbre irrelevante.
Porfirio Muñoz Ledo.
15 de mayo de 2006.

Recién terminó la cuarta cumbre de América Latina y el Caribe y la Unión Europea. El saldo final es un notorio retroceso respecto de los avances que se habían logrado y el evidente desequilibrio entre un bloque de países, cada vez más fuerte y cohesionado, y el otro, zozobrando entre la polarización y el enfrentamiento. Al punto que lo único relevante del encuentro fue el bikini de una opulenta ambientalista.

La iniciativa de estos eventos surgió de un acuerdo entre el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, y el de Francia, Jacques Chirac. El diseño fue ambicioso y de la primera reunión, celebrada en Río de Janeiro en 1999, surgieron nada menos que 55 objetivos comunes. Poco más tarde, en la ciudad de Tusula, estos propósitos se condensaron en 11 proyectos fundamentales. Su viabilidad dependía de que se mantuviera el interés mutuo y se acelerara la integración de América Latina.

Desde un principio esta vinculación colectiva estuvo marcada por la gran asimetría entre las instituciones supranacionales de la parte europea y la desarticulación de los países latinoamericanos, apenas asociados en precarios bloques subregionales. Por ello mismo el Parlamento Europeo lanzó la idea de un acuerdo único de asociación entre las dos regiones. Semejante ejercicio estimularía la unidad orgánica de América Latina y el Caribe.

Mientras tanto los acuerdos se irían tejiendo con países específicos o con grupos de países. Así ocurrió con México mediante un tratado que entró en vigor el 1 de julio del 2000, y luego con Chile a través de un instrumento que se aprobó durante la cumbre de Madrid en el 2002. No obstante, en este encuentro se hizo patente la pérdida de relevancia de las relaciones con nuestra región dentro de la estrategia global de los europeos.

Avanzado el proceso de integración hacia Europa del este y el de negociación y adopción de un tratado constitucional, éstas se convirtieron en las prioridades de la Unión. Enseguida su interés se centró en la reconstrucción de sus relaciones políticas con Estados Unidos, severamente afectadas por la guerra de Irak. Luego habría que listar su política mediterránea, destinada a regular las olas migratorias y a promover el diálogo de civilizaciones.

Las ampliaciones en curso, que incluyen a Rumania, Bulgaria y los Balcanes, representan otro motivo de preocupación fundamental para Europa. Más todavía en el caso de Turquía, que es al mismo tiempo controversial y definitorio. Este proceso conduce a un replanteamiento de sus relaciones con Rusia y el poderío desplegado por China y la India los obliga a conceder una atención privilegiada a las potencias emergentes.

Nadie me ha desmentido cuando aseguro que América Latina es hoy, en el mejor de los casos, la séptima prioridad para Europa. Este es el desafío al que tuvimos que hacer frente en la preparación de la tercera cumbre que tuvo lugar en Guadalajara y en la cual fungí como comisario por el país huésped. A fin de reanimar el proyecto procedimos a celebrar 17 encuentros temáticos previos y a impulsar la suscripción del acuerdo con el Mercosur y los compromisos de negociación con Centroamérica y el Pacto Andino.

Desde entonces se ha precipitado en nuestra región un doble fenómeno de polarización y desintegración. De una parte se ha vuelto clara la división entre quienes desean negociar con Estados Unidos de manera individual y generalmente subordinada y los que se empeñan en hacerlo de modo conjunto y con la mayor independencia posible. Ha surgido también un enfrentamiento gratuito entre los gobiernos de centro y centroizquierda y aquellos que han optado por la radicalización ideológica e inesperadas acciones rupturistas.

El enfrentamiento más escandaloso es el que opone al gobierno mexicano, cada vez más la derecha y más obsecuente con el norte, y el venezolano, cada vez más estridente y decidido a conducir una política deliberada de desarticulación regional. La salida del pacto andino, el conflicto con el Mercosur y la amenaza de disolución del Grupo de los Tres van en sentido diametralmente opuesto a los prolongados y penosos esfuerzos emprendidos en favor de la integración latinoamericana.

Esta polarización adquirió perfiles grotescos en la cumbre de Viena. La diplomacia fue sustituida por la vulgar reyerta de vecindario. Vicente Fox decidió trasladar los vómitos que el "populismo" le produce al escenario internacional. En vez de conducirse como el jefe de Estado de un país de noble tradición diplomática, lo hizo como un mercadólogo deseoso de atraer los reflectores internacionales hacia su prédica contra el cambio de modelo económico y de política social, tan necesarios para nuestros pueblos. Se erigió en el emisario tardío del "Consenso de Washington".

Sin la reconstrucción de la armonía y la cooperación latinoamericanas estas reuniones grandilocuentes comienzan a carecer de sentido. No tienen otro que el de un club de mandatarios desavenidos en busca del mayor número de encuentros bilaterales, de fotografías y de declaraciones públicas con propósitos domésticos. La diplomacia del desperdicio y el multilateralismo de opereta.

En este contexto adquieren particular significación las elecciones mexicanas. La determinación soberana del pueblo de la región cuya política exterior ha merecido en el pasado el mayor respeto y reconocimiento. La decisión política del país que más puede contribuir a los equilibrios continentales y a la construcción de la unidad latinoamericana. El proyecto alternativo de nación es también un proyecto alternativo de región.

Hace dos semanas el consejo consultivo para elaborar ese proyecto tuvo una sesión de excepcional calidad, titulada "Dignidad de la República". Algunos de los más prestigiados embajadores y expertos en política exterior del país coincidieron en que la diplomacia mexicana presenta un panorama de desastre. Trazaron los lineamientos indispensables para la reconstrucción de nuestra política exterior. Concluyeron que si bien ésta debe fundarse en una consistente política interior, el desarrollo sólo es asequible si encontramos una inserción distinta en la globalidad. He ahí la dimensión de la tarea.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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