Jorge Zepeda Patterson escribe en el Universal:
Jorge Zepeda Patterson.
23 de abril de 2006
Napoleón y Saddam.
L a operación para romper el paro y desalojar las plantas acereras en Lázaro Cárdenas es un compendio de errores tácticos y estratégicos. Errores de coyuntura, pero también de "estructura". Algunos en realidad se cometieron hace cinco años, otros hace dos meses, y algunos apenas el jueves. Comencemos con los inmediatos.
La toma de las instalaciones fue una operación de torpe ejecución. Primero, porque fue un fracaso toda vez que no recuperaron nada. Segundo, porque provocaron lo único que no se puede permitir un operativo de desalojo: víctimas. El hecho mismo de que se hubiese requerido la represión da cuenta de un fracaso político.
Todo indica que el gobierno deseaba quitarse la imagen de tibieza que dejó la actitud defensiva frente a los macheteros de Atenco, que obligó a Gobernación a recular en el asunto del nuevo aeropuerto hace cuatro años. Creyeron que Sicartsa les daba la oportunidad de mostrar su firmeza y su compromiso con "el imperio de la ley".
Pero por lo visto no entendieron nada. Lo que les pedíamos hace cuatro años no era que respondieran con balazos a los machetes. De haber sido así, aún estaríamos lamentando un nuevo Aguas Blancas. Lo que exigíamos era que el Estado utilizara sus recursos políticos, económicos y jurídicos para negociar el interés de todos a cambio del interés de un ejido. ¿Por qué no haber repartido algo del enorme pastel que generaría el nuevo aeropuerto con los habitantes de Atenco, en lugar de ningunearlos primero, ponerlos contra la pared después, y finalmente convertirlos en villanos?
Algo similar sucede con los obreros de las acereras de Sicartsa, pero al revés. Los convertimos en mártires. El paro no sólo es ilegal, sino también obedece a un propósito éticamente inaceptable: la defensa de Napoleón Gómez y su reconocimiento como dirigente de los mineros. La razón moral estaba de parte del gobierno, pero con la muerte de los trabajadores en esa recuperación fallida, los papeles se han invertido.
Ni siquiera está claro que "el estado de derecho" asistía las acciones del gobierno. Si bien es cierto que el paro era ilegal, también es cierto que la movilización intentaba paliar una irregularidad cometida por la Secretaría del Trabajo: el desconocimiento unilateral del líder sindical. Para nadie es un secreto que cualquier recuento entre los trabajadores mineros arroja un saldo favorable a Napoleón Gómez en detrimento del líder inventado por el gobierno.
Puede no gustarnos el sátrapa sindical y podemos estar seguros de que se sostiene en gran medida por las canonjías y el dinero que reparte entre sus operadores, pero eso no significa que el gobierno tenga el derecho de escoger al líder de los trabajadores.
El verdadero error se cometió hace dos meses, cuando la Secretaría del Trabajo dio el manotazo ilegal en contra del sindicato. Lo peor es que tal embate ni siquiera perseguía la tan buscada democratización del movimiento obrero. El conflicto con Napoleón Gómez es producto de la frivolidad y la incompetencia.
En el reparto de culpas por los muertos en la mina Pasta de Conchos, en febrero, el secretario del Trabajo decidió que era el momento de enfocar los reflectores en la corrupción de quien hasta entonces era un aliado del régimen.
Fue una lucha emprendida por los peores motivos y con los peores recursos. Otra vez, como en el caso de Atenco, el gobierno careció del oficio político. Debió construir una disidencia real, fragmentar las bases de poder del líder, modificar códigos y reglamentos, antes de entrar a saco a las estructuras sindicales.
Al menos debió asegurar un auto de formal prisión por los delitos obvios de corrupción, antes de desafiarlo con un manotazo ilegal.
El FBI se "cargó" a Al Capone por evasión fiscal y Salinas a La Quina por delitos comunes. Fox quiso quitarse de encima a Napoleón con el simple expediente de declararlo indeseable. Su ingenuidad ha tenido que ser pagada por las empresas acereras, que ante el costo de los paros han salido ahora en defensa de los trabajadores y sus derechos sindicales.
En última instancia esta crisis se gestó hace cinco años, cuando Vicente Fox decidió que su gobierno no se metería con la corrupción sindical. Pese a sus promesas de campaña, una vez instalado en Los Pinos se hizo amigo y aliado de La Güera Rodríguez, el entonces líder máximo de la CTM. Fox y su flamante ministro del Trabajo, Carlos Abascal, optaron por no hacer olas y dejaron a un lado las urgentes reformas en materia laboral. El gobierno de la alternancia prefirió mantener sus ratings de aprobación altos y evitarse roces con las mafias sindicales.
En realidad, Napoleón Gómez es uno de los muchos líderes sindicales con los cuales el gobierno hizo alianzas. No es mejor ni peor que los que dirigen cada una de las ramas productivas. El gobierno foxista careció de la voluntad política, no hablemos de la habilidad para enfrentar a este cáncer. Basta decir que Romero Deschamps, líder de los petroleros, quien fue sorprendido por el IFE con un multimillonario desvío de fondos, hoy es candidato seguro a ocupar un escaño en el Congreso.
Así pues, la tragedia de Sicartsa está montada en una serie de errores e ineptitudes tanto de forma como de fondo. Toda proporción guardada con el combate de Bush a Saddam, a Fox le podría estar pasando lo mismo en su lucha contra Napoleón: ha querido democratizar a los trabajadores con un "coscorrón" que se convirtió en una represión con saldos rojos insospechados.
Ahora las víctimas lejos de querer su democracia han salido en defensa de su tirano. Fox y su gabinete saben tanto de la vida de los trabajadores, como Bush y sus halcones de la vida de los iraquíes. Ambos enfrentan callejones sin salida.
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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domingo, abril 23, 2006
FOX=A BUSH.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 11:36 a.m.
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