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miércoles, abril 05, 2006

CAMPAÑAS MENTIROSAS.

Froylan N. López Narvaez en el Reforma:


Froylán M. López NarváezLa mentirota
Las marcas principales de las vísperas y secuencia de que Roberto Madrazo, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador hayan vencido a las fuerzas internas, contrarias, en sus partidos, ha sido, por un lado, la descalificación de obras y personalidades de los candidatos mayores a la Presidencia de la República. Por otro las expectativas y las fantasías derivadas de las indagaciones profesionales de los pulsos y las manifestaciones espasmódicas de presuntos electores o votantes.El recurso corriente de los aspirantes a presidir el Poder Ejecutivo federal ha sido insidioso.

La insidia consiste en asedios para pretender hacer creer a los sufragantes de julio que Madrazo es un mentiroso contumaz -"¿Tú le crees? Yo tampoco"-, que Calderón también miente, sobre todo ahora mismo, al manipular dos averiguaciones circunstanciadas, como todas las encuestas, y querer hacer sentir y suponer que su campaña refaccionada ocasione igualar a AMLO en las preferencias actuales, recientes.

A López Obrador se le tacha de engañador, de subrepticio, al no consentir transparencia o al recibir ayuda venezolana clandestina.A este último se le imputa igualmente de triunfalista. Se le reprocha que festeje anticipadamente un probable triunfo electoral por el hecho de que, hasta la fecha, de punta a punta, se le designe como preferible en encuestas. Ciertamente más de una expresión cotidiana lleva a la creencia de que se sabe o supone ganador invencible. Sin estos alardes, pero sí con otros, los candidatos principales aseguran que serán presidentes.

Dos de ellos se equivocan o mienten. Es obvio e inevitable el verismo de que solamente uno logrará la jefatura presidencial. Los perdedores quedarán en evidencia de ineptitudes, falacias, engaños y autoengaños. Posiblemente se aleguen fraudes o robos y se obligue a revisiones minuciosas, salvo que el ganador triunfe con margen amplio, verificable y confiable. Después vendrán las acusaciones y las reparaciones dentro de los partidos. Ahora son valientes, audaces o atrevidos. Después serán cobardes y recriminadores internos. Ninguno de los candidatos es ecuánime, cabalmente respetuoso o ponderado. Se supone que la guerra política tiene que ser sucia o manchada, cueste lo que cueste.

Aunque les replica con mayor o menor fortuna, AMLO ha recogido las simpatías del acosado, sobre todo después de la infamia fallida del desafuero.Comunes y excepcionales ciudadanos, quienes se atienen a lo que oyen, ven y leen en los medios, y quienes analizan, critican y estudian la vida y la mente humanas, sus motivos, miedos y fobias y su proclividad o necesidad creíble de mentir.

Guy Durandin (Les fondements du mensonge, Nouvelle bibliothèque scientifique, Flammarion, 1972) indagó la causalidad, frecuencias, razonamientos y racionalizaciones que llevan a las personas, de toda edad y situación, a mentir. Algunas de sus consideraciones y conclusiones podrán servir para la comprensión y sanción de quienes mienten o engañan políticamente.

El exceso mentiroso es tal en estos mundos de la lucha por el poder (finalmente, como se sabe, de eso se trata, del poder, de lograr mandos para el acatamiento, la defensa de intereses, la conquista reivindicatoria de admiraciones, pleitesías y sometimiento) que se establece, con exceso, que todo político miente, engaña o se engaña.

Durandin asevera que la mentira surge de la angustia. Que la verdad suele ser intolerable. Que se miente consciente o inconscientemente. El lenguaje es ambiguo y la noción de verdad es imprecisa. Será por esto que mienten los perdedores probables, sobre todo bajo el influjo de las encuestas o la fuga de partidarios o la insuficiencia de la propia presencia política, la mediocridad o el papel e influjo personales o los miedos a recriminaciones o castigos o el temor a alianzas que den triunfo por acumulación y no por propuestas o simpatías -la política es un apostadero-.

Inevitablemente todos los políticos andan en malas compañías. Algunas pueden ser buenas, por un tiempo, mientras se gane o se obtenga recompensa o beneficios.Mentir o engañar trae consecuencias inexorables, mediatas o inmediatas. Cuando se miente se altera el ritmo respiratorio -aunque se le pueda controlar en apariencia, con sonrisa plena, dando abrazos, besos o con gritos estentóreos-, el pulso y la presión sanguínea y el reflejo psicogalvánico se exacerban.

Adentro la pasan mal los mentirosos contumaces.En las elecciones próximas de julio se sabrá de las mentiras, de los engaños y los autoengaños. También se hablará de errores estratégicos y tácticos, de errores que se pudieron evitar, de trampas eficaces, de difamaciones y calumnias, de la posible -o fallida- difusión del miedo en la economía o por antecedentes falaces manejados como ciertos.

Pero aunque sea posible, las elecciones no se ganan (ni el poder se mantiene para bien) con encuestas, mentiras o engañifas. No es del todo ingenuo sostener que ganará quien no mienta en el fondo, quien sea confiable o verosímil, quien posea fortaleza para vencer los oprobios enfermizos infligidos por voraces del poder, del dinero, por amedrentados y amedrentadores. Será posible decir, como los niños: "¡Se te cayó la mentirota!" O el autoengaño.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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