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martes, diciembre 19, 2006

LOS VERDADEROS CÁRTELES.

Edén de cárteles.

Pablo Marentes.
19 de diciembre de 2006.

Dos de los 17 monopolios privados que padece México fueron auspiciados, formalizados y aprobados por el Poder Ejecutivo federal.

En 1942 un decreto presidencial declaró "saturada" la industria de los tabacos labrados. El cartel fue constituido por La Moderna, subsidiaria de British American Tobacco Company y la Tabacalera Mexicana. Había otras pequeñas fábricas en Michoacán y en el Distrito Federal. Las controladoras aseguraron a las autoridades que les respetaría a aquellas sus territorios a cambio de que éstas impidieran la entrada de otras compañías.

"Refaccionarían" a los ejidatarios tabaqueros oxaqueños, chiapanecos, nayaritas, veracruzanos para que sembraran. Y les garantizarían el precio de compra. El cártel vendería tabaco a las "mugrositas".
Diecinueve años después, la Secretaría de Hacienda -la del desarrollo estabilizador implantado por el austero presidente Ruiz Cortines- perfeccionó el decreto de "saturación" no sin antes propiciar que Philip Morris ingresara a México a través de un entendimiento con Tabacalera Mexicana.

El mismo presidente había conciliado en 1953 los intereses de los señores O´Farril, Azcárraga Vidaurreta y González Camarena, en la naciente industria de la televisión.

"La competencia nos está llevando a la ruina", le informaron. El estadista les suministró el remedio: únanse en una empresa y no compitan. Así nació Telesistema Mexicano el cual se prolongaría en Televisa. En 1993, a petición de los mismos, el gobierno desapareció la paraestatal Imevisión, hizo con las redes nacionales 7 y 13 Televisión Azteca, y la ofreció en venta, junto con los terrenos de Operadora de Teatros, a un audaz comerciante.

El canal 22 fue dado como sinecura a un entente de intelectuales. Y el canal 11 fue obligado a funcionar como vocero gubernamental. La televisión estatal fue pulverizada y debilitado el conjunto de sistemas locales y regionales permisionados, de televisión y radio.

No resulta extraño que la inmensa mayoría de diputados y senadores de la 60 Legislatura vean su rechazo a los impuestos a los cigarros, y las nuevas concesiones de radio y televisión, como una actitud patriótica. México es un edén de monopolios y acuerdos privados para el control de precios, de mercados y de contrabandos de mercancías estadounidenses y asiáticas.

El Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Fundación Rockefeller hace unos días señalaron -sin mencionar los nombres de sus capos-, los cárteles de las industrias y servicios de televisión, minería, banca, telecomunicaciones, radio, cerveza, pan, cemento y farmacéutica, y los aglomerados de exportadores e importadores que controlan el comercio ambulante y auspician la economía informal. Son los mismos agrupamientos privados que mantienen la recaudación fiscal mexicana en proporción igual a la de Haití.

Quienes defienden sus respectivos monopolios privados esparcen suciedad. Los de la radio y la televisión la dirigen hoy al diario Reforma. Hace unos días la habían orientado hacia Isaac Saba, quien encabeza un grupo de aspirantes a una tercera cadena de televisión.

Pronto se verán salpicados otros grupos que manifiesten interés por ingresar a la industrias tabacalera, cervecera, refresquera, panificadora, cementera, farmacéutica, minera y de telecomunicaciones.

Para entonces el cabildeo -los gestores- habrá tomado por asalto el Congreso federal, una etapa más en el doloroso camino hacia los beneficios de la educación y del trabajo, del comercio y de la prestación de servicios, que podrían disfrutar los 90 millones de hombres y mujeres, jóvenes y niños a quienes dispersó, a bofetadas, la invisible mano de quienes controlan la producción y los mercados.

Profesor de la FCPyS de la UNAM

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