Amigos:
Les comparto esta carta que escribo para el Obispo de Celaya y que conocen ya muchos católicos de la región, a propósito del papel que viene jugando la Jerarquía católica en México y en los pueblos concretos donde vivimos.
Y esta es la carta, leer con atención:
SEÑORIA LAZARO PEREZ, OBISPO DE CELAYA
Algunos de sus sacerdotes y miles de sus feligreses desearían hacerle llegar algún comentario sobre la carta que publicó hace días relacionada con la situación postelectoral en el país. No se atreven porque muchos viven en el “orden social
y pacífico” del que usted es promotor y defensor, donde la única voz que debe escucharse es la de “arriba” porque es divina, infalible y para fortuna de usted, está en su poder. Ese orden social donde aun predominan la obediencia, la sumisión y el respeto al bien común entendido desde la óptica e intereses del que gobierna.
Muchos otros aparecemos en la lista nominal de su feligresía y durante años hemos seguido el proceso de renovación interna de la Iglesia de los últimos 40 años que nos impactó durante nuestros años juveniles y de madurez creciente. Como resultado, no pocos nos hemos comprometido con lo que entendemos es el núcleo del mensaje, de la filosofía, de la buena nueva y de la práctica vivencial de Jesús de Nazaret, y no pocas veces también, al margen de la estructura que usted tiene por misión defender y mantener.
Sinceramente, muchos nos atrevemos a afirmar que usted no tiene los derechos reservados ni la exclusividad sobre los contenidos maravillosos de ese personaje en el que tanto usted como nosotros decimos creer. Porque el Jesús histórico nunca perteneció a alguna facción religiosa, ideológica o política de su tiempo. Todo lo contrario, sus detractores fueron quienes sostenían el poder político externo e interno de su patria, quienes creían tener la pureza del pensamiento de la alianza, quienes detentaban el poder religioso en complicidad con lo político.
No nos resulta extraño que la historia se vaya repitiendo cíclicamente, y que en el momento actual nos provoque muchas preguntas.
¿Con qué argumentos puede usted sostener que en México y en Celaya vivimos un orden y paz social? ¿Cuál orden? ¿De qué paz habla usted? Sospechamos que sus ojos no ven, que sus oídos no escuchan, que sus pies no caminan, que su mente y su corazón no trabajan ni vibran cerca de las situaciones de hambre, sed, ignorancia, desempleo, enfermedad, abandono, marginación, falta de oportunidades, muerte lenta, migración, pérdida de valores, separación de hogares, inseguridad, contaminación, desesperanza de miles de “prójimos”. Nos parece que ese Jesús habló y se comprometió hasta la muerte en ello. O ¿estamos equivocados? ¿A cuál Jesús nos referimos?
Nos alegramos porque haya sectores de nuestra población que tengan resueltos y que algunos hasta vivan con holgura varios o casi todos esos retos de la vida. Pero también nos preocupa que muchos de ellos se manifiesten insensibles ante la miseria que a diario los rodea. Ambos grupos se dicen cristianos. ¿Habrá forma de encontrar explicación a tales actitudes tan contradictorias? Hasta nos parece que usted justifica esa convivencia tan inhumana e irracional.
Quienes en nuestra sociedad luchan desde distintas trincheras (porque en eso se han convertido los partidos políticos), para desempeñar la función de autoridad, en sus campañas pregonan el servicio como bandera de enamoramiento, y la atención a las
necesidades prioritarias de la sociedad como su programa de acción. No pocos y cada vez más candidatos de distintos niveles, hasta utilizan íconos ligados a la religión predominante como instrumento de proselitismo.
¿Creen que todos los miembros de la sociedad somos tontos? Hay algunos que se hacen los desentendidos porque les conviene. Existen otros, duele decirlo, que actúan como tales.
Al llegar al poder, los gobernantes saben aprovecharse de ambos grupos siempre en su propia conveniencia. Afortunadamente va creciendo el número de quienes mediante información, educación y capacitación vamos venciendo el flagelo de la ignorancia e intentamos que muchos más también lo hagan.
¿Qué resultados en favor de crear una sociedad más equitativa, digna, humana, feliz y ordenada han producido tanto la oferta de servir como los programas de atención a las necesidades prioritarias de la sociedad durante las décadas que hemos escuchado el mismo discurso?
Detrás de los maquillajes con los que se pretende disfrazar la realidad del país, de nuestro municipio, de nuestra ciudad, de nuestras colonias y comunidades, afirmamos que están y lo seguiremos diciendo, como lo decía aquel Jesús de Nazaret: la demagogia, la mentira, la hipocresía, el atesoramiento de unos pocos, los favoritismos, el fortalecimiento de pequeños grupos políticos y económicos, la compra y la manipulación de conciencias con migajas, la retención del poder a costa de lo que sea, la complicidad entre cúpulas de distintos poderes incluyendo el religioso, la condena y la persecución de disidentes, la manipulación de leyes e instituciones.
Mantener el orden actual es el otro discurso que nos repiten quienes detentan el poder y sus comparsas porque son los beneficiarios y privilegiados. A eso se le llama complicidad. Utilizan los mismos métodos para mantener lo establecido y por eso los llamamos conservadores.
A quienes nos comprometemos por una transformación social, guardando las distancias debidas entre personalidades, siempre nos han descalificado con distintos motes: Mesías, iluminados, peligro social, embaucadores, rebeldes, usurpadores, renegados, locos, desarrapados, mal nacidos, obstinados y otros que usted conoce.
¿No le decían lo mismo al tal Jesús, a Hidalgo, a Morelos, a Juárez, a Zapata? Mas al paso de los años los dueños del poder cambian la historia y los calificativos también. Los honran como hijos de dios, redentores, héroes patrios, beneméritos, glorias del pueblo.
Hoy están haciendo lo mismo con millones de mexicanos que nos manifestamos por construir una patria digna para todos y que en estos momentos impulsamos dicho
proyecto en la persona de Andrés Manuel López Obrador.
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