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sábado, agosto 26, 2006

LOS AGRAVIOS PANISTAS A LA NACION.

¿‘Ganamos y punto’?.

Benedicto Ruiz Vargas.

Ante la declaración que hizo recientemente Andrés Manuel López Obrador en el sentido de que el próximo 17 de septiembre México podría amanecer con dos presidentes, la sui generis dirigencia nacional del PAN, Felipe Calderón y el atolondrado vocero de la presidencia Rubén Aguilar, entre otros, reaccionaron más preocupados que nunca.

Manuel Espino, presidente del PAN, calificó la declaración de López Obrador como “absurda”, mientras que el secretario general de ese partido señaló que era una “ocurrencia absurda de un caudillo”, a quien “sólo le interesa satisfacer intereses personales”.

El vocero de la presidencia por su parte dijo que dicha declaración era una “fantasía” o una parte del “folklore”, además de un intento por subvertir el orden constitucional.

En su turno, Calderón contestó como lo ha venido haciendo todo este tiempo pero de manera más lapidaria: “Ganamos, punto”. “Pésele a quien le pese y duélale a quien le duela, ganamos la Presidencia de la República”.

En la opinión de estos personajes hay dos elementos sumamente graves que no han sido plenamente reconocidos, ni por ellos ni por varios analistas que han estado opinando del conflicto postelectoral.

El primero, el más obvio, consiste en negar las irregularidades evidentes que hubo en el conteo de los votos, tratando de imponer en la opinión pública la idea de un claro triunfador. La postura es simple, negar el fraude y negarse a una revisión exhaustiva para esclarecer el origen y el tipo de anomalías que han sido documentadas hasta la saciedad.Sin embargo, el negarse, que además en sí mismo no constituye un argumento, no sólo ha creado más sospechas y exacerbado la polarización política, sino que también contribuye a deslegitimar el proceso electoral complicando el futuro gobierno de la presidencia. La del PAN y Calderón es simplemente una visión autoritaria que se resume perfectamente en esta frase: “Ganamos y punto”. Todos los argumentos en contra no sirven ni tampoco nos interesan; lo único que importa es que ganamos, es la postura “democrática” de Acción Nacional y de sus fuerzas aliadas.

El segundo elemento grave que reflejan estas opiniones y estas posturas políticas es la profunda ignorancia de los dirigentes partidarios y del círculo de poder que hoy quiere imponer a Felipe Calderón en la presidencia del país. El procesamiento que ha hecho este grupo y una parte de la elite política en México de la campaña y el conflicto político actual es terriblemente maniqueo y sin el mínimo andamiaje conceptual, basado sólo en la soberbia y el uso de la fuerza.

Por eso les sorprende y les enoja una declaración como la de López Obrador.A estas alturas del conflicto todavía no logran entender que si Felipe Calderón es impuesto en la silla presidencial sin antes clarificar la mecánica de los votos, o sin una revisión exhaustiva de las urnas impugnadas, el movimiento social va a cobrar mayor fuerza, extendiéndose a otras esferas e incorporando nuevas demandas, y no sólo en la ciudad de México, sino a lo largo y ancho del país.

Lo que es una fantasía en este momento y una visión absurda del proceso político es suponer que si el Tepjf declara como triunfador a Felipe Calderón, el movimiento político encabezado por López Obrador se descarrilará inmediatamente, o en el caso más grave alcanzaría a llegar hasta finales de diciembre.

Si después de esta fecha la protesta social continuara, quedaría como último recurso el uso de la fuerza, más otras estrategias para desarticularlo. Esta es la visión y la apuesta del PAN y del círculo de poder que lo está usando como instrumento.

El panismo en general y los poderes fácticos alineados en torno al objetivo de impedir que la izquierda se haga de la presidencia y ocupe otros espacios de poder, no han logrado entender el fermento social y político en que está creciendo la protesta, el origen último de la impugnación y el caldo de cultivo que hay en México para su fortalecimiento.

Creen, en su visión parca y limitada, que todo depende del poder mediático que sirve para engañar y embaucar a un segmento de la población.No entienden que no es López Obrador o un grupito de renegados los que están erizando el conflicto político, ni tampoco es la izquierda radical la que está llamando a la subversión y a desestabilizar el país.

Lo que está generando la activación social y política de miles de ciudadanos en toda la geografía mexicana es la impunidad, el uso faccioso del poder del gobierno y del estado, y la exclusión social que por décadas han padecido.

Es un profundo hartazgo frente al comportamiento de la elite en el poder, una elite que viola sus propias reglas y ha despojado de su contenido la vida democrática de México.

Los panistas no entienden que el sentimiento de agravio y hartazgo es más profundo todavía porque fue justamente ese partido el que bautizó a sus gobiernos como el “gobierno del cambio”, y el que se propuso recomponer y sanear la vida política del país, el que reivindicó la limpieza en las urnas y combatir el fraude, así como atender la desigualdad social.

Pero ahora ha mostrado otro rostro, y en ese rostro están resumidas, de nueva cuenta, todas las taras políticas del autoritarismo político en México. Lo que ha logrado el PAN es profundizar la incredulidad de la gente y la deslegitimidad de las instituciones y, de paso, el valor de las urnas. Hay muchos mexicanos que ya no van a esperar otra oportunidad.

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