Ricardo Rocha en el Universal:
Detrás de la Noticia.
Ricardo Rocha.
01 de mayo de 2006.
Otra vez los espejos.
No se necesitaba ser muy listo para anticipar que esta iba a ser una contienda entre la plaza pública y los spots de radio y, sobre todo, de televisión. Una dura batalla entre los recorridos por tierra y terregosos y los mensajes mediáticos y esponjosos. Ya decía que es como el laberinto de espejos aquel donde a veces nos atrevíamos en nuestras andanzas infantiles en las ferias populares. Casi siempre un divertimento gracioso, aunque en ocasiones fuera una verdadera pesadilla.
Algo así nos pasa con las encuestas. De pronto un candidato se mantiene tan alto y fuerte que nada parece poder disminuirlo. Pero después aparece minimizado y empequeñecido por otro espejo. Para volver a crecer con un simple giro de la mirada hacia un nuevo artilugio reflejante. Y por supuesto los candidatos no están solos. En el laberinto de engaños ópticos deambulamos todos, espectadores incluidos. Que igual de pronto nos vemos multiplicados hasta el infinito en este juego alucinante de espejos encontrados: cóncavos, convexos, oscuros, deslumbrantes, engañosos, tramposos, ilusorios, ofuscados y fantásticos.
En esta recreación distorsionada o intencionada de la realidad juegan también los cristales con que miran los medios de comunicación: la frecuencia de las menciones a cada candidato y en qué términos; dónde colocan su nota, al inicio o al final del noticiario... en primera plana o en interiores; los acercamientos o alejamientos de las cámaras, para achicar o agrandar al candidato o hacer como que fueron muchos o poquitos a escucharlo, según sea el caso.
En fin, un caudal de trucos dependiendo de simpatías o antipatías, filias y fobias, intereses compartidos o excluyentes, dinero publicitario de por medio y, por supuesto, el tamaño y la intensidad de las presiones del poder político en turno.
El caso es que en las semanas recientes, según las encuestas, se ha producido un milagro electoral sin precedentes en la historia mundial de la democracia: de un mes a otro el candidato puntero -a saber AMLO- se ha derrumbado estrepitosamente cinco o más puntos, mientras que el segundo lugar -Calderón- pegó un insólito brinco de siete puntos.
De Madrazo ni hablamos, más cerca o más lejos, unánimemente lo ubican en tercer lugar. En pocas palabras, el candidato panista alcanzó y hasta rebasó al de la coalición Por el Bien de Todos y, por lo tanto, la carrera rumbo al 2 de julio es cosa de dos.
El planteamiento de este esquemático escenario sólo tiene dos posibilidades que lo expliquen: que sea cierto o falso.
En la primera, habría que admitir el triunfo de la mercadotecnia política sobre la voz popular. Que los más de 400 mítines (5 mil asistentes en promedio), con una sumatoria de 2 millones de convocados en dos giras a lo largo y ancho del país, fueron alucinaciones. Y que los 50 mil kilómetros -más de una vuelta a este planeta- a ras de tierra no han sido suficientes.
Y que en cambio han bastado tres spots denostatorios repetidos hasta la saciedad como demoledoras armas suficientes para tumbarlo del primer lugar. Giovanni Sartori, multiplicado por mil. Pero aun en este caso, la gran interrogante es qué ha hecho Calderón para dispararse a las nubes simultáneamente. ¿Dónde están las evidencias que confirmen o le den congruencia a esos porcentajes? ¿Cuántas personas reúne en sus actos abiertos? ¿Cómo le va en sus eventos cerrados? ¿De verdad, la tele es así de poderosa?
La otra posibilidad es que los datos sean ficticios. Que las encuestas se hayan truqueado. Que los medios operen a favor del candidato panista.
Un consenso que, por lo demás, sería muy fácil de orquestar. Bastarían un par de reuniones y algunas llamadas telefónicas. Que en suma, se trate de dibujar un escenario artificial donde se imponga a uno y se intente aniquilar al otro. Donde todo se valga con tal de alcanzar el objetivo, aunque este fuese una presidencia manchada por la sospecha y amenazada por la ingobernabilidad.
Pero es un escenario aterrador. Si se llegase a tratar de configurar o justificar un fraude, las consecuencias serían desastrosas. Que ni lo intenten.
Yo estoy cierto que Ricardo Rocha sabe de lo que está hablando cuando dice: "Un par de reuniones y unas cuantas llamadas telefónicas".
Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.
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lunes, mayo 01, 2006
PRESIDENCIA MANCHADA POR LA SOSPECHA Y LA INGOBERNABILIDAD.
Publicadas por Armando Garcia Medina a la/s 6:31 p.m.
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