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lunes, mayo 01, 2006

MARCHISTAS DE ALLÁ Y DE ACÁ, PELEAN LO MISMO.

Roberto Zamarripa escribe en el Reforma:

Roberto Zamarripa.

El río Bravo.

Más allá de lo coyuntural -el debate de una ley migratoria en Estados Unidos y la conmemoración del Día del Trabajo en México, en medio de una convulsa situación político-laboral-, las marchas simultáneas de trabajadores mexicanos en los dos países tienen un profundo significado.

Esas marejadas humanas cuentan con afluentes similares en lo geográfico, en lo político y en lo cultural.Ambos movimientos combinan liderazgos tradicionales y jóvenes. Ambos se retroalimentan de una experiencia común relativa al maltrato, a la discriminación, a las condiciones laborales desfavorables, la insuficiencia salarial pero, particularmente, a un reto en materia de cultura política: cambiar el protagonismo de los grupos sociales.Ambos inciden en una polarización social y política.

En Estados Unidos aquella que acelera expresiones de violencia contra migrantes, fortalecimiento de la política de criminalización de la frontera y un discurso frontal contra los mexicanos.En México, la que con el hilo del endurecimiento remienda una política laboral acompañada de una extendida ineptitud para resolver conflictos como el de los mineros o la interlocución con las centrales y agrupamientos del rechinante sindicalismo mexicano.

O en la pista electoral azuza el petate populista y en el ámbito de la política gubernamental general la terquedad de que el actual modelo económico no debe cambiar.Sin duda, en ambos movimientos laborales, cruzan liderazgos cuestionables o abiertamente corruptos. Pero lo sustancial es que en ambas confluencias de trabajadores mexicanos se gesta un sentido distinto de la política por encima de sus líderes.Hay vasos comunicantes entre ellos.

Hay un río que suena debajo de los maltrechos puentes de la política tradicional, de las candidaturas, de las elecciones de julio acá y de noviembre allá. Las marchas y boicots de hoy no son anecdóticos. Es un río común, que comparte historia.El principal movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos en este siglo está protagonizado por mexicanos. En el liderazgo de estas movilizaciones se encuentran gremios sindicales que surgieron en la efervescencia social de los sesenta.

También obispos de la Iglesia Católica cuya grey está profundamente involucrada en el apoyo de migrantes e ilegales. Asimismo, hay nuevos liderazgos de quienes, siendo jóvenes, emigraron a Estados Unidos a fines de los ochenta luego del fraude electoral de 1988 en México. Eran cardenistas entonces y luego promovieron el voto útil por Fox en el 2000.

Bert Corona, uno de los símbolos del movimiento chicano, puede ser el abuelo de todos ellos. Nacido en 1918 en El Paso Texas, hijo de un combatiente villista y una madre protestante, Corona participó desde adolescente en la organización de los migrantes mexicanos en Estados Unidos.

Una de las agrupaciones más importantes en la conducción de las protestas de migrantes es la Hermandad Mexicana vertiente de la Asociación Política México-Americana (MAPA), fundada por Bert Corona. Muerto el 15 de enero del 2001, Corona sostuvo siempre la necesidad de conformar una amplia coalición latina en defensa de sus intereses."Sufrimos el racismo practicado en el país por instituciones, por el gobierno, por los medios, por las empresas y en la educación. Entendiendo eso, sabemos qué es lo que tenemos en común". (Memorias de la Historia de un chicano. Vida y obra de Bert Corona. 1994).

Discutía sobre la posibilidad de sumar, por ejemplo, a cubanos y mexicanos en una sola confluencia, a pesar de las divisiones que había entre ellos. "Compartimos con los cubanos aspiraciones por nuevas oportunidades. Las diferencias de clase existen entre los propios latinos pero creo que una política pragmática puede desarrollar una amplia coalición por encima de esas diferencias sociales. Sólo un loco le daría la espalda a ese potencial político de los latinos", decía Bert según sus Memorias escritas por Mario T. García y publicadas en 1994 por la Universidad de California.

Pionero del movimiento chicano y latino en defensa de derechos civiles, Corona comparaba el sueño americano con la Revolución Mexicana. El primero es "una esperanza y un deseo que no se ha cumplido plenamente para todos los americanos como para los latinos y otras razas minoritarias. Es similar al sueño de la Revolución Mexicana que también prometió libertad, equidad y democracia. En ambos casos, son sueños no logrados".

Los marchistas de acá salen a la calle molestos con la misma directriz económica que expulsó a Estados Unidos -en este sexenio- a 400 mil mexicanos anualmente y que fortaleció, como nunca, la impunidad de los polleros y de la migración peligrosa tolerada por la ausencia de una política para la frontera norte. Directriz que acá golpeó empresas y salarios.Se parecen mucho los de allá y los de acá. Hablan de lo mismo. Son mexicanos del mismo río. Un río que corre bravo.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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