Por Manuel Mejido Los Grandes Días del 2007 * Miles de mujeres se hacen legrados en lugares insalubres * Las madres solteras, cáncer de México, disminuirían * La Iglesias se anclaron en conceptos y preceptos arcaicos El gobierno de la República, acompañado de su pléyade de aplaudidores, alto clero, yunquistas, banqueros y empresarios derechistas, están dividiendo al país en el urgente asunto de la despenalización del aborto. Los mismos personajes que enconaron y emponzoñaron a la Nación con el resultado de las elecciones presidenciales del pasado 2 de julio, siguen en sus posturas irreductibles contrarias a los intereses de la mayoría empobrecida y marginada. Mientras el gobierno del Distrito Federal (presidido por Marcelo Ebrard Casaubond, se mantiene firme sobre la despenalización) calcula que se practican en México 7 mil abortos mensuales, las organizaciones derechistas consideran que ese mismo número es exacto... pero anualmente. Ninguno de los dos está en posesión de la verdad, porque los abortos se hacen clandestinamente, fuera de la ley y de los centros de salud públicos o privados. Resultaría incalculable cuantificar lo que hasta ahora es un ilícito, especialmente porque nadie denuncia las muertes por abortos mal practicados, ni a las mujeres que se los hacen. La realidad es que la despenalización del aborto, pondría a México a la vanguardia de los países más civilizados del mundo que toman medidas reales y efectivas para proteger a sus mujeres y permitirles decidir sobre su propio cuerpo. México está dividido sobre la solución que deba darse a ese complicado asunto. Pero lo inadmisible, lo reprobable es que la alta jerarquía eclesiástica de la Nación se encuentre alentando e impulsando a los grupos marginados e ignorantes que practican alguna religión, para que en marchas organizadas desde El Vaticano, protesten por la posible (y muy esperada) abolición de las leyes que prohíben a las mujeres decidir sobre su vida y su salud. El presidente del Consejo Pontificio de la Santa Sede, el cardenal Alfonso López Trujillo, que se encuentra en México, tuvo el descaro de hablar sobre el asunto en términos más cercanos al Concilio de Trento que al Vaticano II. Dijo el entrometido de López Trujillo que “el hombre no puede abrogarse el derecho a la vida, ni mucho menos corregirle la plana a Dios, pues de aprobarse esa práctica ilegal (el aborto), se sentenciaría a un ser indefenso a la pena capital...”. Hablar por hablar es ahora la defensa de los reaccionarios, porque nunca se ponen a pensar que México es uno de los países del mundo con mayor número de madres solteras por la ignorancia de las mujeres que no saben, ni prevenir un embarazo, ni conducirse durante el mismo. En las naciones del Primer Mundo, especialmente Europa, Estados Unidos, Canadá, Japón, Nueva Zelanda y Australia el control de la natalidad lo deciden las parejas que forman una familia. Planean la cantidad de hijos que pueden atender y mantener y el resto de sus relaciones maritales las hacen con preservativos o píldoras anticonceptivas. En China, el asunto es grave, porque no se permiten más de dos hijos por familia y quien procree un vástago más, pierde su empleo, es multado y hasta encarcelado. La ignorancia de las Iglesias, sumidas en el oscurantismo de la Edad Media, siguen sin entender que el mundo ya cambió y que existen en estos momentos una sobrepoblación de 1 mil 300 millones de personas, de los 6 mil 700 millones de pobladores que hay en el Planeta. La Iglesia Católica, especialmente, durante siglos se opuso a la cremación de los cadáveres, porque era tanto como no aceptar la reencarnación de los muertos que gozarían de la vida perdurable. Pero en cuanto advirtió el inmenso negocio que significaba la cremación, declaró a sus templos espacios consagrados para sepultar las cenizas de los católicos que desearan ser cremados. Los tiempos cambian y con ellos es imprescindible que también cambie la mentalidad de los dirigentes mundiales, porque anclar, especialmente a las mujeres en prácticas antidiluvianas, es tanto como restringirles su libertad, discriminar y exponerlas a practicarse abortos insalubres y peligrosos que pueden costarle la vida. |
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