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viernes, junio 09, 2006

SE VINO A CURAR EN SALUD.

El doctor Zedillo toma partido, artículo en Proceso:

carlos acosta córdova.

México, D.F., 8 de junio (apro).-- No es ave de tempestades. No tiembla en el país cuando se aparece aquí. No suscita pasiones ni causan polémica sus estancias en México. No se regodea con los reflectores ni docenas de reporteros lo persiguen, grabadora o cámara en mano. Él mismo ha elegido mantenerse con un perfil bajo, respetuoso de la vieja regla no escrita de la política mexicana –ya en desuso-- que obligaba a los expresidentes a no entrometerse en la vida pública nacional.Pero esta vez, el doctor Ernesto Zedillo hizo un paréntesis en su habitual prudencia.

De visita en México, participó ayer en la Expo Management 2006, con una conferencia magistral sobre un tema del que él es apasionado --la globalización--, pero que aprovechó para hacerse presente en la contienda electoral y, a querer o no, darle un empujoncito a Felipe Calderón y, bajita la mano, pegarle a López Obrador.

Tuve la oportunidad de estar presente en el Centro Banamex, un centro de convenciones que hace ver tercermundistas a otros espacios donde los empresarios mexicanos hacen sus grandes foros, como los que hay en los hoteles Camino Real, el Presidente Intercontinental o, recientemente, el Sheraton de la Ciudad de México.Debo confesar que me sorprendió el recibimiento que le brindaron unos 1,500 asistentes, entre propietarios y directivos de empresa, que debieron pagar cerca de 20 mil pesos por escucharlo a él, a Colin Powell y a otros cinco conferenciantes de talla internacional.

Fue tan prolongado y entusiasta el aplauso que el propio Zedillo tuvo que pararlos: “Ya. No me metan en problemas”, dijo, y arrancó una risa generalizada.Me sorprendió también el aplomo con el que se condujo. Se le vieron “tablas” y mucho dominio del escenario y del micrófono. Sin duda, le han dado temple los más de cinco años que lleva recorriendo el mundo dictando conferencias, representando a las empresas trasnacionales de las que es consejero, llevando el encargo que le encomendó el secretario general de la ONU, Kofi Annan o dictando sus clases en la Universidad de Yale.

Muy diferente al Zedillo presidente. Diametralmente opuesto al Zedillo candidato o al Zedillo de los primeros años de gestión, cuando le era casi imposible improvisar un discurso, al grado de que en actos masivos, cuando de arengar se trataba o de hablar ante públicos de zonas marginadas, tenían que ponerle un pequeño atril para que pudiera leer su discurso. A veces hasta un miembro del Estado Mayor Presidencial tenía que cambiarle de hoja para que él pudiera leer mientras gesticulaba y usaba manos y brazos para darle énfasis a lo que decía. Me tocó verlo.

No. El Zedillo del magnífico Centro Banamex –vaya que sirvieron los apoyos indebidos del Fobaproa-- es otro. Tanto que se animó a lo que mucho se había negado: meterse en la vida política nacional. Claro, lo hizo muy a su estilo, queriendo guardar las formas, escudándose en un tema de dimensiones mundiales, y queriendo también ser simpático: “Es motivo de especial satisfacción que esta conferencia ocurra en México, particularmente en estos tiempos de total y absoluta tranquilidad política… hubieran escogido otra fecha”, dijo, y nuevamente arrancó la risa de todos, que llegó a la hilaridad cuando afirmó que esta era la primera vez que trabajaba en México “después de cinco años de intensa búsqueda”. Y más cuando señaló: “A pesar de la falta de un empleo fijo en México, sí hay vida después de la Presidencia”.

Conquistado el auditorio, Zedillo hizo una amplia exposición sobre cómo andan los países en este mundo globalizado, en el que van perdiendo los latinoamericanos, pues –dijo-- en ellos persisten las economías más cerradas y menos competitivas, el crecimiento económico es más lento y el ingreso per cápita avanza como tortuga.

Pero no tardó en entrar en materia: la política nacional, así fuera de manera elíptica, pero que no se requería de mucho esfuerzo para entender que estaba haciendo recomendaciones directas para los aspirantes presidenciales y observaciones muy propias sobre la contienda electoral.Hago a un lado el contexto internacional y las referencias a “nuestros países latinoamericanos” que empleó para encubrir sus opiniones y apunto para el lector lo que no quiso decir directamente el diplomático doctor Zedillo.

Nuestros candidatos presidenciales andan perdidos. Está bien que discutan y hagan propuestas. Son necesarias. Es parte de la democracia. Pero no pueden pasarse todo el tiempo en eso. Ya deben fijar prioridades, pues son limitados tanto el capital político como los recursos financieros para emprender políticas y cambios institucionales

.Lo dijo así: “Es inútil hacer un catálogo exhaustivo e interminable de todas las cosas buenas que pensamos que nos servirían, porque después de todo no vamos a poder hacer esas cosas. No hay ni capital económico ni capital político para emprender todo ello al mismo tiempo. Es decir, no se pueden hacer reformas al mayoreo.

No se puede hacer todo al mismo tiempo, por lo que el paquete que comprenda las tareas más urgentes y provechosas será distinto en cada país, dependiendo de las circunstancia de cada uno”.Algo que no tienen claro los candidatos, y la sociedad misma, es que, más allá de debatir, diferir, conceder --por necesario que sea-- hay que entender que la polarización política “hace imposible llegar a los acuerdos que permitan las reformas indispensables”.

Pero el problema no es que no haya acuerdos o voluntad para llegar a ellos, sino que no se tiene claro –y no se trabaja en ello-- que el problema principal del país es la debilidad de las instituciones. “Esa debilidad hace más difícil lograr los acuerdos fundamentales, magnifica el riesgo y el costo de los errores políticos y cuando excepcionalmente alcanzamos algunos acuerdos sobre las políticas necesarias, tenemos muy poco margen para aplicarlas adecuadamente. Simplemente porque nuestras instituciones son incapaces de aplicar esas políticas.”

Explicó: “El circulo vicioso se genera porque la debilidad institucional lleva a malas políticas. Las malas políticas arrojan malos resultados. Y ante los malos resultados la gente se enoja, se molesta, se menoscaba la democracia y, al ocurrir esto, la debilidad institucional se acentúa.”Es más, dijo, “podríamos incluso ponernos de acuerdo en las políticas públicas necesarias y de todas manera fracasar, porque algo más importante, más fundamental, que es el aspecto institucional, no nos permite aplicar con eficacia esas políticas que hipotéticamente podríamos convenir.”

Entonces, sí hay que debatir, sí hay que negociar políticamente, pero no perdamos más el tiempo. Zedillo lo dijo así: “Dejemos que, al final, la democracia decida quién merece la oportunidad de demostrar que su propuesta es la buena, pero asegurémonos que las instituciones sean suficientemente sólidas, primero para que el gobierno democráticamente electo tenga la oportunidad efectiva de aplicar su plataforma y segundo para prevenir una catástrofe si esa plataforma resulta errada.”

Y en lo primero en que hay que poner la mirada y las manos a la obra es en reformar el estado de derecho, sugirió el expresidente, y lanzó su tesis, que lo acercó a las que ha venido sosteniendo Felipe Calderón Hinojosa, el candidato panista a la presidencia de la República.

En México –bueno, el dijo “en nuestros países”-- el estado de derecho es palmariamente deficiente. Todos sabemos que, no obstante algunas reformas de años recientes, nuestro sistema de seguridad, procuración y adjudicación de justicia está muy lejos de garantizar la igualdad efectiva ante la ley de todas las personas, de proteger con eficacia los derechos de la gente, incluyendo los de la seguridad en su persona y en su patrimonio, y de hacer que la justicia sea un vehículo efectivo para que los ciudadanos cumplan la obligaciones que les corresponden ante las instituciones y la sociedad”.

Tuvo el tino de no ejemplificar con el caso de El Encino y su secuela del fallido desafuero de López Obrador, a quien muchos acusan no sólo de haber transgredido la ley, burlado todo el sistema de justicia, sino de haber doblegado al presidente de la República y hasta a la propia Corte.

Luego vinculó legalidad con economía. Y, como Calderón, defendió la economía de mercado, competitiva: “Ningún país ha logrado ser próspero sin una economía de mercado. No hay uno solo. Más aun, ningún país permanecerá próspero sin una economía de mercado, inserta eficientemente en la economía global. Ningún país subdesarrollado ha dejado de serlo, ni superado la pobreza, sin una economía de mercado, dinámica e incluyente”.

Y lo que le interesaba decir –como un apoyo implícito para Calderón--: “La economía de mercado no puede desarrollarse a plenitud ni con oportunidades para todos sin un sistema legal sólido. Es decir, con reglas justas y transparentes y con mecanismos que aseguren su aplicación justa y expedita.Y, elípticamente, contra López Obrador: “Irónicamente, son los más pobres, cuya protección es fuertemente enarbolada por los escépticos de la economía de mercado, quienes más sufren las consecuencias de la falta de libertad económica y competencia que todavía obstruye a nuestras economías”.

Los pobres, insistió son los que más sufren la falta de libertad económica y de la exclusión de las oportunidades que provee la economía de mercado. Esto ocurre no sólo porque un limitado acceso a ciertos bienes, como la salud, la educación, la infraestructura básica, los deja en una situación de desventaja para participar en la economía de mercado, sino también porque el sistema legal, lejos de protegerlos, los discrimina en el ejercicio de sus derechos de propiedad y de iniciativa.”

Sigamos discutiendo todo, recomendó Zedillo, desde las reformas que hacen falta, sobre el sistema político que más nos conviene, sobre las instituciones que debemos crear o reformar, pero “unámonos en cada uno de nuestros países, con firme convicción, para construir la legalidad que hasta ahora nos ha eludido. Creo que si lo logramos habremos roto el círculo vicioso en el que ahora estamos atrapados.”

Pero entrampados que están ambos candidatos en el golpeteo y las acusaciones mutuas, les pasó de lado todo lo que dijo el doctor Zedillo, quien, parece, ya tomó partido.

A lo que realmente vino Zedillo a México fue a darle un espaldarazo a Fecal, su cómplice en el negocio del Fobaproa, ya que el exmandatario sabe perfectamente que AMLO va a ser presidente de la República y siente que su participación en el turbio desenlace del Fobaproa fue absolutamente violatoria de la Constitución, porque él aprobó la deuda a espaldas del Congreso.

Y una cosa si es segura, cuando AMLO saque a flote ese pavoroso trastupije, ni Zedillo se va a salvar.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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