Debo de confesar que ayer cuando leí la noticia del accidente que tuvo el peje--en el que no hubo heridos ni la cosa pasó a mayores aparte de unas cuantas abolladuras y vidrios rotos--me alarmé. Me alarmé por que si algo le pasa al peje, al país se lo carga el carajo 6 años más.
A Joaquín López Dóriga la noticia no sólo lo alarmó; le dió miedo. Y viéndolo desde su punto de vista, creo que tiene razón. Si algo le pasa al peje, el pueblo se levanta en armas:
Andrés Manuel y el peligro
La muerte siempre ha rondado las campañas desde, cuentan, la de Adolfo Ruiz Cortines, cuando se registró un accidente aéreo, o la de Luis Echeverría, cuando otro avión, también el de prensa, se estrelló en Poza Rica.
En las carreteras no ha habido una campaña presidencial en la que no haya fallecido alguien en un accidente.
Y es que son las largas caravanas, frenazos y acelerones, las prisas, los programas, el no llegar tarde, los improvisados del volante y mil aspectos que sólo se viven en una campaña.
Por años, quien manejaba el vehículo del candidato, era un oficial de la Policía de Caminos, especialistas en eso, conducir en carreteras.
Hoy las cosas son diferentes, pero el riesgo es el mismo: la muerte, que rondó ayer muy cerca de Andrés Manuel López Obrador en su visita a Chiapas.
Era la una y media de la tarde, había terminado un mitin en Ocozocuautla y se dirigía al siguiente mitin.
La camioneta tipo Sonora era conducida, como siempre, por Nicolás Mollinedo. En el asiento del lado, también como siempre, Andrés Manuel y, de nuevo y como siempre, el tiempo apretado, las prisas y el personal estilo de conducir del asesor de logística del ex jefe de Gobierno.
Circulaban por la calle Cuarto Poniente y al llegar al cruce de una carretera para dar vuelta a la izquierda, Nico no alcanzó a respetar la otra “preferencia” que en provincia es sagrada, y por eso no registró que venía un autobús de pasajeros cuyo chofer, Trinidad Sumano, no se esperaba la falta de precaución cuando se le apareció la camioneta en su carril.
El operador se hizo a la izquierda todo lo que pudo para evitar el choque, pero no le alcanzó por el espacio invadido, y se dio el alcance.
Por fortuna, y por la pericia del chofer del autobús, no hubo víctimas, ni siquiera lesionados, y los daños materiales fueron muy menores. Andrés Manuel se bajó, subió al autobús, ofreció una disculpa, saludó a todos y siguió su campaña.
Lo peor fue el susto y el estruendo.
No quiero pensar lo que hubiera sucedido si a López Obrador le llega a pasar algo.
Pero por un momento, lo pensé.
Y me dio miedo.
Retales
1. TEMA. El caso de la empresa Diego Zavala presentado por López Obrador en el debate, llena el espacio del postdebate y ajusta apreciaciones;
2. SPOT II. Anoche, Andrés Manuel envió otro spot encadenado, a la nación, mientras los damnificados ofrecían explicaciones, ponían plazos y anunciaban una demanda, que está bien en lo legal, pero esto es una campaña, le quedan 21 días y las razones no alcanzan; y
3 ES POLITÍCA. Calderón debe reaccionar con la política, recurriendo a su credibilidad, porque este es un asunto sólo de eso, de credibilidad. De creer o no. Y no lo están manejando.
Federico Arreola, por su parte, explica muy bien la ilegalidad que el propio Diego Zavala confesó ante la cámara de Televisa el Miércoles pasado:
La confesión de Hildebrando; el rol de Advent en el escándalo
El señor Óscar Arenas Aréchiga me recordó, hace tiempo, una frase célebre del comentarista de televisión Fernando Marcos: “Hay gente que tiene diarrea de palabras y estreñimiento de ideas”. Le viene a la medida al señor Diego Hildebrando Zavala, quien mientras más habla para defenderse, más se hunde. En la televisión, hace un par de días, Zavala confesó que cuando su cuñado Felipe Calderón fue secretario de Energía —así lo dijo—, su empresa Hildebrando SA de CV sólo fue beneficiada con un contrato de Pemex por 8 millones de pesos.
Una baba de perico para él, acostumbrado a contratos mucho más grandes de la Secretaría de Desarrollo Social, de la Secretaría de Hacienda y de muchas otras dependencias. Pero por ridículamente pequeña (para él) que haya sido la cantidad de dinero que recibió de Pemex, lo cierto es que eso lo prohíbe la ley. Calderón y su cuñado, pues, deben ser sancionados. Más allá de lo anterior, para mucha gente lo verdaderamente delicado del cuñadogate está en otra parte: en la participación accionaria del fondo Advent en las empresas de Diego Hildebrando Zavala.
El director de ese fondo en México es un español, Juan Carlos Torres, que se ha involucrado, a través de la inmobiliaria Fumisa, en las obras de ampliación del aeropuerto de la Ciudad de México que tantas dudas han generado en la opinión pública mexicana. ¿Qué es lo que puede haber detrás de la alianza de Advent con la familia política de Felipe Calderón? Tal vez el deseo de beneficiarse si se diera el caso de que un segundo gobierno del PAN privatizara el sector energético mexicano.
No por nada cuando se anunció en una columna de negocios la asociación de Advent e Hildebrando, unas líneas más adelante se dio a conocer que Calderón llegaba al equipo de Fox como director de Banobras.
Marcela Gómez Zalce echa más datos sobre el cuñadogate:
Hildebrando y ¿el Bueno de Juan?
• Empresarios… en fuga
• Y Roberto tan campante
En aviación no debe hablar de seguridad, mi estimado, y en política no debe hablar de honestidad... porque uno nunca sabe. Ya para qué mencionar la distintiva frase de: el que se ríe se lleva y el que se lleva, se aguanta. Tanto anduvieron dale y dale con la propaganda de que López Obrador era un peligro para México, un monstruo comeniños y un sinfín de impúdicos adjetivos más, que el pasado 666 se desataron los demonios amarillos y al candidato de las manos limpias se le congeló la sonrisa develándose la doble cara, doble moral y doble discurso que lo ha acompañado en su vida política, donde ha tenido grandes desencuentros (habría que preguntarle al travieso de Diego Fernández de Cevallos) por esa actitud, como la calificara en el pasado “El Jefe” azul, cobarde de simulación.
Con la atractiva novedad, my friend, que Felipe Calderón sí tiene un cuñado incómodo, Diego Hildebrando Zavala, y las últimas horas en el PAN y en su casa de campaña, donde la pistolita automática Vázquez Mota es protagonista de la tenebra en la obtención de contratos en el sector público, no han sabido enfrentar el megaescándalo del tubazo sobre unas simpáticas cifras que nomás no cuadran… pero que pusieron a poderosos empresarios simpatizantes (y donantes) nerviositos y ¿en fuga? de lo que ya algunos califican como el tropezón más desastroso en la recta final hacia el 2 de julio.
Calderón debería ser mucho más cauto, prudente y bajarle a ese tonito envalentonado y respondón porque si le rascan lo suficiente querido lector, en Pemex —and in some important offices where the X files are complete—encontrarán el punto de la madeja con Juan Bueno Torio y César Nava quien fungía como director jurídico de la caja chica, perdón, paraestatal, mismo que contrató por interesantes sumas a varios despachos de abogados —donde figura Marco Antonio Del Toro para el Pemexgate— para revisar delicadas cuestiones y que, al llegar Felipe a la secretaría de Energía, se lo llevó como su jurídico. Otro de los actores del culebrón es Mauricio Ríoseco, uno de los presuntos accionistas de Hildebrando y hoy cercano colaborador (en el área financiera) del abanderado azul. Si los documentos y el acta constitutiva no mienten, Margarita Zavala es también accionista, lo que llevaría a una muy entretenida pregunta del pasmado respetable.
¿La amena reunión de hace unas semanas entre Ana Teresa Aranda, titular de Sedesol, quien ya aceptó que existen chistosos contratos con la polémica empresa, y la esposa del candidato donde la primera argumentó que la encerrona no fue para platicar con Felipe sino con Margarita, fue en calidad de proveedor-cliente... (léase como strictly bussiness) or just chit-chat?
Y habrá que ver el divertidísimo hoyo negro de travesuras que dejó el Bueno de Juan en su paso por Pemex —perfectamente documentado por las huestes de Francisco Gil Díaz— que dejará a varios con la boca abierta (y sin dientes) y sería muy civilizado que en lugar de amenazar (o demandar —como el deporte de moda foxista— por daño moral) Calderón explique muy puntualmente los negocios de la familia de su esposa.
Escándalo, my friend, que no sólo pinta nubarrones en la carrera del candidato oficial, sino que ha desplazado de los reflectores a los Bribiesca-Sahagún y, se antoja por demás grato, que algún malicioso con iniciativa planee otra peligrosa cortina de plomo, perdón de nuevo (es viernes) de humo, que desvíe la atención y enrarezca más el contexto electoral donde ya estallaron un par de M-26... dejando varios damnificados… y donde no pocos tienen ganas de que la sangre llegue al río... to cover their asses.
Por la Mirilla
Original y sospechosista, la actitud de Roberto Madrazo quien, como Johnny Walter, parece haberse preparado para este escenario de particular conflicto por el cuñado incómodo entre PAN-PRD. Sin duda es el beneficiado del desmadre general donde los bonos para su negociación del 2 de julio se cotizan, digamos, más caros... (¿me están oyendo bola de traidores?) Y como broche de oro está el del Cabeza de Vaca notarial quien afirmó ayer que el proceso contra Napoleón Gómez Urrutia continuaría y que lo tenían “más o menos ubicado...”, o sea, Cow´s head is brain-dead ¡Adiós!
Una razón más para votar por el peje y por el PRD para el congreso en el 2006.
UPDATE:
Esto no es editorial, pero igual vale la pena mencionarlo. Según los trascendidos de Milenio, el bufete de abogados que va a representar a fecal para las broncas electorales que se avecinan es el de Diego Fernandez de Cevallos. Sí; el mismo que la SCNJ declaró que trató de agandallarse de manera ilegal dinero del erario; el mismo que litigó contra el estado; el mismo que defendió a Carlos Ahumada; y el mismo al que el peje hizo papilla en un debate con Joaquín López Dóriga.
Que en el concurso que realizó el PAN para elegir un despacho de abogados que se encargara de los asuntos legales de la próxima elección, quien resultó ganador fue el bufete jurídico de Diego Fernández de Cevallos.
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