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lunes, junio 19, 2006

CONCLUSIÓN: EL VOTO DEBE IR A LOPEZ OBRADOR.

Victor Flores Olea, escribe en el Universal:

CAMBIO NECESARIO.

Sí, el cambo resulta hoy indispensable para la nación.

Una demanda cada vez más generalizada, porque es ya intolerable que se perpetúe el dominio de los mismos poderes y la triste situación de la generalidad en que aumenta el desempleo y los ingresos personales y familiares disminuyen, en que se estrangulan los servicios sociales y se desatiende el posible bienestar de las mayorías en favor de una estrecha minoría de privilegiados.

Rechazo enérgico al sistema de intereses que se nos ha impuesto desde hace cuatro lustros, trágico para México y para una inmensidad de compatriotas nuestros.

Una rápida ojeada a la economía mexicana en los tiempos del neoliberalismo, porque de eso se trata, nos muestra que el país ha dejado de crecer desde hace más de 20 años y que el ingreso por persona se ha estrechado dramáticamente. Y, además, que una variedad de países comparables han desarrollado su economía varias veces respecto a la mexicana, que apenas lo hizo una vez y medio en este etapa mientras que, por ejemplo, China creció en el mismo lapso 6.7 veces, Tailandia 3.2, Corea del Sur 3.1 e India 2.4 veces.

Ellos, por supuesto, evitaron o no aceptaron la ortodoxia del "Consenso de Washington" y de los organismos internacionales, tan exigentes cuando se trata de países "en desarrollo," y llenos de contemplaciones y excepciones cuando se trata de los más ricos.

Por lo demás, los salarios reales de los mexicanos, entre 1980 y 2002, se habrían deteriorado en un 70%, al mismo tiempo que la desocupación se habría incrementado de manera espectacular, lo que explicaría la masiva migración a EU en los últimos años.

Recordemos que el ingreso por habitante en México, a precios de 1980, era de 2 mil 85 dólares, con Taiwán en apenas 44% de esa cifra, Corea del Sur en 42% y Tailandia en 41%. A mediados de la década de los 90, en que México alcanzó un ingreso per cápita de 5 mil 93 dólares, la situación se había invertido drásticamente: nuestro ingreso fue apenas 39% del de Taiwán, 43% del de Corea del Sur y 78% del de Tailandia. (Las cifras aparecen en el reciente libro de David Ibarra Ensayos sobre economía mexicana, FCE, México, 2005.)

Por supuesto, en aras del fetiche de la economía de mercado (léase del capitalismo salvaje), el Estado mexicano se marginó en materia de inversiones, que en 1950 fue 50% del total y todavía en 1980 43%, siendo en el año 2000 de apenas 7%. Las inversiones corrían ya a cargo casi exclusivo de los inversionistas privados, con los alarmantes resultados aquí descritos.

Por estas razones y otras que pueden añadirse, que ilustran el tremendo fracaso de la economía neoliberal, la escandalosa concentración de los ingresos y la enorme extensión de la pobreza que vivimos, y que es abrumadoramente dramática para nuestros compatriotas, la sociedad ha decidido intentar un cambio sustantivo por la vía electoral, que se materializará el próximo 2 de julio.

Un cambio que deberá ir tomando forma en el próximo sexenio y que traerá consigo beneficios para todos los sectores sociales. Un beneficio del que participará la mano de obra (incrementada) y también, por supuesto, los sectores empresariales, dado que el aumento de la demanda y la expansión del mercado interno será la fundamental palanca del desarrollo, la única cierta, que ha sido lamentablemente olvidada durante los últimos sexenios neoliberales.

El cambio por la vía electoral que arrancará el 2 de julio comprenderá por supuesto otros aspectos de la vida social y cultural, y no solamente el económico. En primer término por lo que hace a la democracia mexicana, ahora confiscada por cerrados grupos de interés y por unos medios electrónicos que pretenden transformar nuestra vida política en objeto-sujeto del mercado, en manos del mejor postor.

Después del "debate" del 6 de junio, he cambiado impresiones y escuchado la opinión de universitarios distinguidos. Denominador común: un verdadero terror a que el candidato triunfante en las próximas elecciones pudiera ser el del PAN, dado que fue evidente en el encuentro su carácter intolerante e inflexible: percepción de un temperamento irascible y hasta arrebatado que, en la silla presidencial, pudiera ser arbitrario y fuente de infinitos conflictos que desembocarían en violencia multiplicada y en continuas exhibiciones de fuerza por parte del gobierno federal.

Habría entonces la certeza de que al inadmisible "continuismo" económico se sumará una negación en acto de las libertades y de la democracia de los mexicanos, y un regreso al uso indiscriminado de la fuerza: precisamente en la "mano dura" que ha sido la principal divisa de la campaña electoral del candidato del PAN. La perspectiva sería entonces terriblemente negativa.

Conclusión: el voto debe ir a López Obrador, sobre cuya función de todos modos debería establecerse una cercana vigilancia. Eso sí, con la confianza de que por ese lado habría la esperanza de que la ciudadanía sería escuchada y atendida.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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