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lunes, junio 26, 2006

ATORMENTADO POR SUS PROPIOS DEMONIOS.

Ricardo Rocha escribe en el Universal:


Minuto 90: árbitro vendido.

Lo mas probable es que no influya en el marcador, pero qué mal se ha visto. Si alguna duda quedaba sobre la parcialidad del presidente Vicente Fox ésta quedó despejada con el sainete de los días recientes. Según la propia Presidencia, nunca recibió el documento oficial que le remitió su Secretaría de Comunicaciones y Transportes, en donde le advertía de una cincuentena de observaciones sobre la ilegalidad y la inequidad de la llamada Ley Televisa . Nadie puede creerle al vocero presidencial tamaña versión que, una vez más, supone que en este país todos somos idiotas.

Alegar omisión o desconocimiento de un hecho que se estaba debatiendo intensamente en la opinión pública es un insulto a la más elemental inteligencia. Pero revela también la urgencia obsesiva del Presidente para intentar imponer a su candidato con el apoyo mediático aunque fuese mediante un acto ilegal, inmoral y absolutamente descarado.

Uno más de los muchos que han cometido Fox y su partido para preservarse en una ominosa reelección de gobierno: intromisiones cibernéticas en el padrón del IFE; relevos maniobreros en la Sedesol; uso de información privilegiada de beneficiarios de programas sociales; desvío de dineros públicos a la campaña oficial; un escandaloso gasto electoral y una campaña igualmente onerosa y mañosa para inflar a Felipe Calderón y destruir a Andrés Manuel López Obrador.

Todo ha sido inútil. Según las últimas encuestas, el candidato de la coalición Por el Bien de Todos se impondrá irremisiblemente al candidato del PAN por lo menos con cinco puntos de diferencia que a mi entender serán ocho o diez el 2 de julio. Y no es un pronóstico aventurado. Basta considerar las encuestas anteriores para trazar con certeza líneas de López Obrador al alza y Calderón a la baja, con tendencias que ya no variarán en apenas siete días.

La propia encuesta de EL UNIVERSAL proyecta luces esclarecedoras para el próximo domingo: López Obrador sube dos puntos respecto a la medición anterior y no hay a la vista elementos negativos; por el contrario, está cerrando a plaza llena en las principales ciudades del país. En cambio, Calderón se cae tres puntos y no se ve en el panorama asidero alguno para detener su declive; al revés, él y su equipo se perciben desesperados y nerviosos; con la derrota asomándose a la cara.

Además, Calderón llega extenuado de tanto agredir a su adversario. "No hay nada más frustrante para un boxeador que golpear una y otra vez a su rival y no poder tumbarlo", me dijo alguna vez El Cuyo Hernández.

Felipe sabe ahora que equivocó las armas, las tácticas, la estrategia y todo. Demasiado tarde.
Peor aun, el candidato panista llega reventado a este último tirón por el creciente descrédito, por el inocultable tráfico de influencias de algunos de sus colaboradores más cercanos y su ahora célebre cuñado incómodo, que lo han sumido en un pantano de corrupción. Al grado de que no son pocos quienes estiman que no sólo perderá la carrera sino que puede caer a un tercer lugar, por debajo de Roberto Madrazo.

A propósito, el candidato del PRI parece resignado a su fracaso. Quienes lo conocen saben que detrás de ese aparente optimismo hay un actor consumado que lo que quiere es vender caro el pellejo, tratar de mantener el control de su partido -y de los daños- para luego negociar lo que se pueda con el nuevo gobierno.

En cambio López Obrador llega extraordinariamente motivado por la certeza de la victoria. Pero sin triunfalismos. Tendiendo manos y puentes desde ahora. Sin excesos de confianza. Aplicando la máxima beisbolera de que esto no se acaba hasta que se acaba. Consciente de que le han jugado chueco, pero que así han sido las cosas y ni modo. Sin rencores. Pero con el imperativo histórico de hacer justicia. Así llegan al final. Cada cual con su ánimo reflejado en el rostro, en el gesto de sus más cercanos, en el grito -verdadero o artificial- de quienes acuden a los últimos actos de campaña. Todos conscientes de que el juego está por concluir y que no hay tiempo de compensación.

PD. Mientras tanto, hay alguien que se imagina ya en el último rincón del rancho, rumiando lo que pudo haber sido y no fue: el gran árbitro de este juego llamado alternancia. Atormentado por sus propios demonios.

Una razón mas para votar or AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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