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sábado, mayo 20, 2006

VERDADEROS CAMBIOS DESDE UNA SOCIEDAD CIVIL CONSOLIDADA.

José Fernandez Santillán, escribe en el Universal:


Coaliciones traselectorales.

José Fernández Santillán.
20 de mayo de 2006.
Partamos de la idea de que la democracia moderna se erige sobre la base de la institucionalidad republicana y, en especial, depende para su buen funcionamiento de la organización formal de los partidos políticos. Por definición, éstos representan a las tendencias ideológicas y a los intereses enraizados en sociedades plurales como la nuestra. Esas tendencias e intereses se mueven y reagrupan.

Las sucesivas transformaciones que ha registrado el sistema de partidos en México pueden ser tomadas, por ello mismo, como otras tantas mutaciones orientadas a reflejar los cambios en el seno de la sociedad mexicana.

Durante décadas ese sistema de partidos estuvo compuesto por la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional a la que correspondió la presencia, casi testimonial, de tres pequeñas agrupaciones, el Partido Acción Nacional, el Partido Popular Socialista y el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana.

El momento más relevante para adecuar ese sistema a una realidad diferente fue la reforma política planeada y ejecutada en los años 70 por Jesús Reyes Heroles. Aquella medida inauguró una nueva etapa de la política nacional sobre todo porque abrió las puertas de la institucionalidad democrática a fuerzas políticas y sociales que hasta entonces habían vivido en la marginalidad.

Aunque se otorgó registro condicionado a un partido de derecha como era el Demócrata Mexicano, la mayor parte de las organizaciones beneficiadas fueron de izquierda: entre ellos, si no mal recuerdo, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Revolucionario de los Trabajadores y el Comunista.

El esfuerzo culminaría un decenio después con las elecciones de 1988 en las que compitieron Manuel J. Clouthier por el PAN, Carlos Salinas de Gortari por el PRI y Cuauhtémoc Cárdenas por el Frente Democrático Nacional.

Vale la pena detenerse en esa gran experiencia que fue el FDN, la mayor que hasta hoy se ha dado en materia de integración de las fuerzas de izquierda en México. Inicialmente Cuauhtémoc encabezó la Corriente Democrática proveniente del PRI. A su vez, la primera organización que lo postuló para la Presidencia de la República fue el PARM.

De allí vinieron en cascada adhesiones sinfín hasta conformar un conglomerado abigarrado y poderoso de personalidades y agrupaciones, entre ellas la generosa declinación de Heberto Castillo, postulado por el Partido Mexicano de los Trabajadores, a favor del hijo de don Lázaro Cárdenas. Esa es la manera en que la izquierda mexicana, compuesta tradicionalmente por una multitud de organizaciones, en ciertos momentos clave se integra con fuerza y celeridad.

Es verdad que la creación del FDN obedeció a que la legislación de 1986 permitía la formación de coaliciones sin mayores trabas. De allí que la izquierda aprovechara la ocasión para integrarse de una manera que sorprendió a todos. Ya con Carlos Salinas de Gortari en la Presidencia de la República se creó el Instituto Federal Electoral, una de las conquistas más importantes de la democracia mexicana; pero, al mismo tiempo, se echó marcha atrás en la permisibilidad de las coaliciones políticas. La determinación tenía un destinatario específico: el bloque de fuerzas progresistas al que no se le debía permitir, de nuevo, un lance como el que puso en vilo al statu quo en 1988.


De entonces a la fecha el control sobre la formación de coaliciones políticas que reflejen el sentir y las necesidades de una sociedad que se reagrupa con gran flexibilidad, ha sido estricto.

Hoy nos encontramos en un punto en el cual, con todas las disposiciones de rigor, han sido registradas dos grandes coaliciones: la Alianza Por México formada por el PRI y el Verde Ecologista, y la alianza Por el Bien de Todos que agrupa al PRD, al Partido del Trabajo y al Partido Convergencia.

Hay otra confluencia no formal sino tácita, que quedó manifiesta en el debate del 24 de abril, entre el PAN y Nueva Alianza.

La cuestión sustancial es que no debemos fijar la atención tan sólo en lo que ya se ha dado en materia de registro legal de partidos y coaliciones. Debemos ver lo que sucede en la base social. Allí se observan realineamientos de enorme interés. Las fuerzas sociales están empujando para frenar el embate y la ferocidad de la derecha y están exigiendo que las corrientes progresistas se integren en un bloque más amplio de corte social. El reto es que los líderes políticos se percaten de este fenómeno y actúen con generosidad para orientarlo.

En el fascinante libro The tipping point, su autor, Malcom Galdwell, estudia la forma en que se han generado los grandes cambios sociales. Allí muestra que las ideas, los mensajes y los comportamientos se esparcen como si fueran virus. Casi de la nada se producen pequeñas modificaciones que, de forma incremental, se convierten en cambios de gran calado. Esto no es nuevo para nosotros: contamos, precisamente, con la experiencia del Frente Democrático Nacional. El asunto es echar a andar, de nueva cuenta, aquella pasión que tocó el corazón de millones y millones de mexicanos, pero ahora desde una sociedad civil consolidada que, para repercutir en el ámbito político, necesita de liderazgos comprometidos y sensibles.

josferna@itesm.mx
Director del Centro de Investigaciones en Humanidades del ITESM-CCM

Esa ha sido nuestra participación en este foro y la de muchos compañeros esparcidos por la red. Los resultados están a la vista, hemos sido un gran contrapeso de los medios electrónicos e impresos en poder de mercachifles.

Y es una muy buena razón para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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