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sábado, mayo 20, 2006

LA POLARIZACIÓN ES OBRA DEL PAN, NO DE AMLO.

Mauricio Merino escribe en el Universal:


La misma piedra.

Mauricio Merino.
20 de mayo de 2006.

Y a estamos en las últimas semanas del proceso electoral y la candidatura de López Obrador sigue siendo la referencia inexorable de casi todos los análisis y de las campañas de casi todos los partidos. Como si fuera un plebiscito, la pregunta principal que los partidos y los medios plantean es si el candidato de la alianza Por el Bien de Todos debe o no debe ser el próximo presidente del país. Si la respuesta es no, los electores pueden pasar a la siguiente: ¿entonces quién? Esa obsesión es particularmente cierta en el caso del PAN.

Creí que la lógica plebiscitaria cambiaría con los resultados de las últimas encuestas. Cuando Felipe Calderón comenzó a aparecer en el primer lugar, quise suponer que la campaña del PAN tomaría un giro diferente, tratando de afirmar su oferta y de competir sobre la base de sus programas propios. Pero me equivoqué: la campaña negativa orquestada en contra de López Obrador no sólo no ha parado sino que ha subido de tono cada día. La propaganda que vemos y escuchamos en los medios se ha convertido en una larga secuencia de agresiones directas a ese candidato.

En el lugar que eventualmente podrían ocupar las ideas de Felipe Calderón, aparecen en cambio imágenes distorsionadas de López Obrador, muros cayendo al suelo, la escena mil veces repetida de Bejarano y sus maletas de dinero y muchos otros despropósitos cerrados con la frase que avaló el Consejo General del IFE: "López Obrador, un peligro para México".

Esa obstinada campaña negativa, sin embargo, no ha pasado inadvertida a las críticas sensatas. Subrayo tres que considero especialmente relevantes.

La primera es de talante ético: el código electoral es gramatical y sistemáticamente consistente en advertir la prohibición de que los partidos políticos utilicen su propaganda para golpearse mutuamente. Cualquier abogado medio que se tome la molestia de leerlo, observará esa prohibición dos veces señalada en el texto del Cofipe y subrayada especialmente para los periodos de campaña.

Y aunque la libertad de expresión se encuentra protegida por la Constitución, los partidos son entidades de interés público que responden a las obligaciones específicas de su naturaleza. No pueden ser tratados como si fueran ciudadanos comunes y corrientes, pues responden a las obligaciones establecidas en la ley con el propósito explícito de regular su conducta electoral.

Y aunque el PAN logró que el IFE no sancionara el contenido de su campaña negativa, gracias al respaldo que le ofreció la mayoría de los consejeros, es evidente que han decidido actuar en contra de los valores que las leyes electorales del país quieren proteger. En el PAN hay abogados excelentes: la argumentación jurídica forma parte de lo mejor de sus propias tradiciones. Pero esta vez optaron por usarla para pasar por encima de los valores establecidos en la ley, con el único objeto de ganar el permiso de seguir adelante con esa lógica animada por los despropósitos. Ganaron la interpretación jurídica circunstancial, pero a costa de los valores éticos que dicen defender.

La segunda crítica es pragmática: los contenidos de esa campaña son tan ostensiblemente odiosos, que le han dado a su destinatario la oportunidad de volver al territorio político en el que mejor se desenvuelve: el de la defensa propia.

El candidato del PRD ha construido prácticamente toda su carrera respondiendo con éxito a los ataques de sus adversarios. La última vez que ocurrió un episodio comparable, López Obrador no sólo saltó a la candidatura presidencial de su partido sin ningún obstáculo, sino que lo hizo con la mayor parte de las preferencias electorales de los mexicanos.

El intento de desaforarlo cuando ocupaba la Jefatura de Gobierno del DF se convirtió en una plataforma espléndida para presentar a López Obrador como una víctima del régimen, con evidencias más que suficientes para que esa versión fuera creíble. Y más allá del debate aún vigente sobre los argumentos jurídicos levantados en torno del caso, lo que nadie discutió fue que aquella estrategia resultó políticamente contraproducente para los intereses panistas y, al final, el vencedor fue el acusado.

De ahí que resulte inexplicable que el PAN vuelva a tropezar exactamente con la misma piedra: una vez más, le está ofreciendo a su adversario principal la plataforma que necesitaba para enderezar la última parte de su campaña por la Presidencia, con los mismos medios que ya habían probado su eficacia.

Hoy López Obrador puede afirmar, con razón y con pruebas indudables, que de nuevo es víctima de una campaña orquestada con mentiras y descalificaciones. Y nadie puede negarlo, pues esa campaña la estamos viendo todos los días en la televisión. Y tampoco puede ignorarse que, gracias a la tenacidad del PAN, López Obrador ha vuelto a colocarse como el protagonista principal de la campaña, justo cuando Calderón comenzaba a ocupar ese lugar después de su desempeño en el debate. Repito: el PAN ha decidido tropezar dos veces con la misma piedra.

La tercera crítica se refiere a las consecuencias políticas de esa campaña, en un plazo más largo. El mismo PAN ha divulgado una y otra vez la idea de que la candidatura de López Obrador polariza al país. Pero se trata de una profecía autocumplida, acompañada de una profusa propaganda plagada de descalificaciones. El nivel de esa propaganda ha sido tan agreste que resulta por lo menos difícil imaginar un escenario elegante y democrático después del 2 de julio, gane quien gane, ajeno por completo a la siembra de conflictos que se ha venido haciendo de manera sistemática.

Sin embargo, a estas alturas ya no hay duda de que la polarización tan anunciada no la está planteando López Obrador, sino el mismo PAN. El uso del miedo como argumento de campaña ha provenido todo el tiempo del cuartel del PAN, aun a pesar de que niega lo mejor de su discurso histórico: que la construcción de instituciones democráticas se ha hecho para permitir que gane cualquier opción política, sin que el país se venga abajo.

La idea de que la democracia solamente puede ser valiosa y fuerte si el gobierno sigue en manos de una sola bandería política es exactamente igual al discurso al que se opuso el PAN desde 1939, hasta que ganó la Presidencia. Y por supuesto es falsa. Si volviera, la propia tradición panista la repudiaría sin dudarlo.

Profesor investigador del CIDE.

Una razón mas para votar por AMLO y la mayoría perredista al Congreso.

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