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sábado, marzo 17, 2007

SOBRE LOS 100 DÍAS DE USURPACIÓN

JUAN PABLO BECERRA-ACOSTA: LOS 102 DÍAS DE CALDERÓN, EL IDÓNEO

Esto de hacer evaluaciones cuando un gobernante apenas tiene cien días en el poder es absurdo, pero ya que el propio Felipe Calderón provocó tal insensatez política, veamos qué ha habido en estos 102 días que hoy (12 de marzo) cumple como presidente…

En libertad de expresión, va muy bien: dispondrá de 701 mil horas en radio y televisión durante 2007. Algo así como 32 programas de una hora cada día. Bravo: ya superó a Vicente Fox.

En seguridad, la cosa está estable: en enero y febrero se han perpetrado 397 ejecuciones, seis por día, una más que el promedio del año pasado. Entre los acribillados hubo 51 policías, uno por día. El más reciente, para respetar usos y costumbres, fue decapitado en Sonora el sábado pasado.

En la erradicación del corporativismo sindical, no ha habido mezquindades: Calderón se puso “a las órdenes” de la gloriosa CTM priista.

La austeridad es un sello del nuevo gobierno: apenas tenía 16 días en el poder cuando se gastó 666 mil pesos en su posada navideña realizada en Los Pinos.

En política, la Secretaría de Gobernación ha sido eficaz: decidió gastar 86 mil pesos en artículos deportivos, muy útiles para la gobernabilidad del país encargada a Francisco Ramírez Acuña, quien decidió —él sí— limpiar la nación de las tepocatas (y Pejes): gastará quince millones en actividades de lavandería, limpieza y fumigación.

En empleo y seguridad social, el caso de los 343 mil despedidos —sin pensión— que hubo en los primeros 45 días de gobierno fue revertido: el ex vicepresidente Francisco Gil Díaz se embolsó 3.2 millones de pesos por concepto de “seguro de separación individualizada”, y ya ha tenido un par de ofertas de chambitas.

En infraestructura ha habido eficiencia: después de los 17 mil millones de dólares usados en el rescate carretero, se decidió reprivatizar las carreteras… incluso entre los empresarios que las quebraron.

En combate a la pobreza y ayuda alimenticia no ha habido avaricia: el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dispondrá de un millón 30 mil pesos para comidas, 2,821 pesitos al día.

En política exterior la soberanía ha sido salvaguardada: Estados Unidos logró desarmar a los policías yucatecos por la visita del presidente gringo.

Calderón dijo el sábado que sus primeros cien días son un “preludio” de lo que será su sexenio. Será por eso que sólo cinco de cada diez mexicanos aprueban su gestión. No cabe duda, monseñor Carlos Abascal tiene razón: se trataba del idóneo...

Pues sí, la cosa está tan mal, que es imposible tapar el sol con un dedo. Incluso el hermano del alcalde panista de Guadalajara (Alfonso Petersen Farah ese doctor que quiere acabar con la pobreza, por medio de hacer invisibles a los pobres, así sea a la fuerza), Diego Petersen Farah, director de Público Milenio, no tuvo más remedio que escribir una columna desaprobatoria de los 100 días de Calderón en el poder. Se esforzó por la crítica blanda, pero a pesar de todo, los argumentos siguen siendo igual de contundentes que un tubo.

DIEGO PETERSEN FARAH: CIEN DÍAS DE INVOLUCIÓN

En una reunión de empresarios, los lugares del podio que tradicionalmente ocupaban los líderes obreros, ahora estaban ocupados por el arzobispo de la localidad y por el general encargado de la región militar. La escena, natural ya para los asistentes, pues el arzobispo lleva diez años en ese lugar (no así el representante militar) no llamó la atención de nadie, ya que la desaparición de los obreros de la mesa principal ha sido un proceso que ha caminado despacio, pero consistentemente.

El mensaje no puede ser más claro. Los interlocutores del poder económico ya no son los obreros, sino factores de poder real de la sociedad. (trabajadores: ustedes existen pero no cuentan) Las organizaciones obreras ya no representan nada ni a nadie. Son, en el mejor de los casos, instituciones que están desquebrajándose, pero detrás de ellas no viene, o al menos no se vislumbra, nada nuevo.

La transición golpeó duro al corporativismo. Desde 1997, cuando el PRI tiene su primera gran derrota electoral, el diseño de poder por cuotas del partidazo quedó hecha añicos. Perdieron muchos diputados del PRI, pero fundamentalmente los candidatos obreros que eran quienes competían en los distritos urbanos. Sin duda es para festejarse la desaparición del corporativismo que tanto daño le hizo al país, el problema es que de las cenizas del sector obrero dinosáurico no ha nacido absolutamente nada. (Debería de informarle de esto a Calderón, que está a las órdenes de la CTM, porque nadie le ha informado que esta organización ya no cuenta, ni siquiera Guillermo Valdés, director del CISEN, que se reportaba con usted cuando era columnista en el diario que usted dirige; señor Petersen, ¿lo ha olvidado?) De los muchos errores que se le achacan a Vicente Fox, muchos sin duda exagerados, (por eso digo que se esfuerza por hacer una crítica blanda) está el no haber atendido y promovido una democratización del sector obrero. Dejó, como en la mayoría de los casos, que las cosas las resolviera el tiempo, pero como siempre sucede, al tiempo le faltó tiempo. (omite aquí la conclusión evidente: a Fox a lo largo de 6 años los mexicanos le pagamos más de 150 mil pesos mensuales por no hacer nada, mas que aprovecharse del puesto)

Dice la teoría que el vacío de poder no existe: lo que uno pierde lo ocupa otro u otros, y en aquel presidio era más que evidente. Desde Carlos Salinas (esto no es un asunto exclusivamente de panistas) [pero sí del mismo grupo de poder] los gobiernos le han dado visibilidad y poder a la Iglesia. No se trata de un nuevo rol de las iglesias en general, sino de un espacio de poder creado específicamente para la Iglesia católica, mayoritaria, pero no única, en este país. Fue Salinas el que pactó con los obispos y el entonces delegado (y posteriormente, ya con relaciones reestablecidas, nuncio) Girolamo Priggione.

Ahora Felipe Calderón está haciendo algo similar con los militares. No sólo les dio un lugar preponderante e inusual en su toma de posesión (como lo hizo Salinas con la Iglesia) sino que los ha convertido en el interlocutor preferido de su gobierno. En apenas cien días Calderón tuvo diez actos oficiales con las fuerzas armadas y, en medio de un presupuesto de austeridad, les concedió un aumento de 46 por ciento (amistad que no se refleja en la nómina no es amistad, parece ser el nuevo lema del PAN).


Más allá de ideologías, preferencias o creencias, el nuevo rol de la Iglesia y del Ejército representan una involución (vuelta hacia dentro) del Estado mexicano. Una de las grandes virtudes que tuvo el PRI (que fueron casi tantas como defectos) fue haber sacado a los militares y a la Iglesia de la lucha por el poder. Fueron luchas que costaron mucha sangre: la de los cristeros y la de los que recibieron las balas cristeras; las de las tropas leales a uno u otro caudillo militar.

La modernización del Estado mexicano se logró porque se superaron los enfrentamientos con la Iglesia, y porque los militares dejaron de buscar el poder. En nuestros 186 años de vida independiente como país, los gobiernos civiles no han sido ni mayoría ni la constante. Hace apenas 60 años que los militares dejaron el poder.

La construcción del Estado laico ha sido la mejor garantía de la libertad de creencia. No es, en sí misma la presencia de un arzobispo en una toma de posesión o en cada vez más actos públicos lo que representa un problema para el Estado laico, sino el que esta presencia se traduzca en influencia y en políticas públicas. Finalmente, los curas han logrado colocar, por ejemplo, la idea de que la mejor sexualidad es la que no se ejerce. Esa es una creencia, muy respetable, de la Iglesia católica, pero el gobierno de Calderón la ha convertido en política pública de salud al publicitar que la mejor forma de evitar las enfermedades de transmisión sexual es la abstinencia (los anuncios ya están en la radio).

No se trata de rasgarse las vestiduras ni de inmolarse en la vía pública, pero esta tendencia involutiva que comenzó con Salinas está tomando con Calderón una velocidad preocupante, en sólo cien días.

¡Caramba! Ahora sí, ¿dónde están los críticos mal intencionados que tachaban a Andrés Manuel López Obrador de salinista? ¿Por qué no dicen que Calderón incorporó no sólo las peores prácticas del salinismo, sino también los peores cuadros de su régimen (Luis Téllez, para empezar) al gabinete calderonista, mas los peores cuadros del foxismo y el zedillismo, mas una buena cucharada de incompetentes de su propia cosecha? Los panistas que nos leen, ¿qué acaso no querían sacar al PRI de los Pinos? ¿Para qué tienen tantos priístas de la peor ralea con su querido Calderón?

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