EL APOYO ENTRE TRAIDORES.

Zedillo envía su apoyo a Felipe (expresa burradas y lo cuestionan)

jueves, 29 de marzo de 2007

Por Alvaro Cepeda Neri Conjeturas I.- El ex presidente derechista Ernesto Zedillo se fue de Estados Unidos a España. Ya lo corrieron de la ONU y solamente mantiene sus tres asesorías en empresas que privatizó y su clase, que no cátedra pues no tiene tamaños para ello, en la Universidad de Yale, donde forma a los cuadros globalifóbicos. No asoma la cabeza en asuntos mexicanos dando la cara, salvo casos excepcionales, pues prefiere mantener un bajo perfil a través de sus orejas-corresponsales. II.- Aquí en nuestro país, esas orejas son el panista y ex priísta Diódoro Carrasco y su todavía secretario particular Liébano Sáenz Ortiz. Los dos lo tienen al tanto por medio del correo electrónico, toda vez que Zedillo es un experto en computadoras. Durante seis años en Los Pinos, cuando se sentó en la silla ensangrentada tras el crimen de Colosio, se encerraba con su portátil y el país quedaba en manos de Liébano. III.- Por eso es que Liébano Sáenz se ganó el alias de "vicepresidente". Pues bien, Zedillo está al día de lo que pasa en México, gracias a esos dos ex empleados zedillistas. Así que cuando es, para sus intereses, muy necesario dar la cara (siempre con la boca fruncida) da el picotazo y se retira a rumiar sus sesudos juicios. Sigue creyéndose un economista sabihondo y ahora hasta disertador internacional. IV.- Nadie ignora que tuvo "mucho que ver" en el asesinato de Colosio y, con él, Salinas y Joseph María Cordobá en primerísimos lugares. Mientras fue suplente y coordinador de la campaña colosista, escondido en un búnker con Liébano Sáenz, recibió, minuto a minuto, la información sobre Lomas Taurinas, desde el arribo del sonorense hasta su ejecución. Uno de sus espías fue el "Gran Salivas" José Nelson Murat Cassab. V.- Pues bien, Zedillo se fue a Madrid para participar en un foro sobre derechos humanos. La reportera-corresponsal Ana Anabitarte (El Universal: 13/III/07) nos informó al detalle, como también lo hizo Armando G. Tejeda (La Jornada, misma fecha). Ambas notas coinciden en que Zedillo se quiso lucir sobre el tema y durante su exposición fue interrumpido por varios asistentes. Estos le recordaron que durante su ejercicio autoritario fue un genocida. VI.- Le echaron en cara los brutales asesinatos colectivos en Aguas Blancas, El Charco y Acteal. Y como se puso a elogiar al foxismo, enmudeció cuando le pidieron que hablara sobre la masacre de Atenco. Bilioso como siempre, Zedillo fruncía la boca cuando le recordaron el encubrimiento hacia esos hechos sangrientos. Y cuando apuntó a que en América Latina y luego en México, hubo "exceso de arbitrariedades", ardió Roma. VII.- Olvidó, aunque más bien fue cinismo, que durante el zedillismo los mexicanos vivieron un sexenio abusivo y que dañó los derechos humanos sin la menor consideración. Irritado por los cuestionamientos, Zedillo, enfurecido, dizque mostró sus "credenciales democráticas" al hacer un recuento de sus maniobras para, así como ganaba el PRI, hacer ganar al PAN en unas elecciones manipuladas, con todo y el juego más o menos democrático. Igual como Calderón obtuvo la "victoria" pírrica que el IFE, el TRIFE, la Corte y Fox convalidaron. VIII.- Varias ocasiones Zedillo fue descalificado y sus guardaespaldas hasta se permitieron expulsar de la sala a quienes lo impugnaban; pero, el berrinche lo hizo Zedillo y ya con el rostro descompuesto "culminó" su intervención con encendidos elogios a los primeros 100 días de gestión de Calderón. En España la libertad de opinión está prohibida y máxime cuando se trata de cuestionar a sus invitados. IX.- Habló Zedillo sobre los derechos humanos y nada hizo, en su comparecencia, por poner a salvo los derechos de quienes le preguntaban sobre sus "excesos de arbitrariedad". Eso sí nadie, ni Felipe González, el otro jilguero a favor de Calderón, se atrevió a censurar esos atropellos. Es más, estando de moderador el juez Baltasar Garzón, también se mostró intolerante. X.- Al apoyar tan directa y servilmente a Calderón demuestra que Zedillo no es un político que se respete y que fue, también, un presidente del montón. Calificar al calderonismo como lo hizo Zedillo demuestra que los integrantes de las élites seguirán expresando burradas y no estarán dispuestos a ser cuestionados, con tal de autoprotegerse de la democracia directa cuando los ciudadanos toman la palabra.